“Juntos podemos”… resistir el tarifazo

Sergio Chouza

Tiempo pasado para la lógica “vecino-friendly” de la campaña del PRO. Ya es un hecho el aumento del pasaje de subte a partir del día martes, pasando a valer $3,5, verificando un alza del 218% en los menos de dos años transcurridos desde que el servicio pasó a la órbita de la ciudad. Mucho más atrás quedaron las propuestas de diez kilómetros de subtes anuales, los cuales se redujeron a menos de uno. ¿Qué hay detrás de lo que el Gobierno de la Ciudad intenta disfrazar como una corrección natural de tarifas? Existe más de un tejido por desentramar.

El primer punto importante es la asignación de recursos. En el primer año de manejo del servicio Macri alegaba que se le estaba traspasando a la Ciudad un monstruo que amenazaba con devorarse todas las partidas no asignadas, ya que el presupuesto cerrado del 2012 no contemplaba la transferencia de la competencia de Nación a Ciudad. Pero cuando tuvo la oportunidad de destinar recursos en el presupuesto 2013 el PRO decidió no asignar partidas, desentendiéndose del problema y culpando al Gobierno Nacional de no seguir subsidiando la concesión. Bregar por mayor autonomía de decisión pero no asumir los costos que eso conlleva es una contradicción evidente.

El segundo punto significativo es la reducida incidencia de las excepciones al tarifazo de la denominada “Tarifa Social”. La muestra más clara es que esta tarifa especial sólo se aplicará a beneficiarios de planes sociales administrados por el gobierno de la Ciudad y a un difuso ítem llamado “beneficiarios del Plan Jefes y Jefas de Hogar”. Sólo Macri debe saber a qué se refiere este concepto ya que Jefes y Jefas se canceló desde 2004, mutando en otros planes. De cualquier forma el alcance es mucho menor que un correcto parámetro de la población con carencias económicas, como lo son las familias beneficiarias de la Asignación Universal por Hijo, política que alcanza a más de 1.800.000 familias.

Un tercer punto para examinar es la calidad actual del servicio y el análisis de las obras proyectadas. Si al deterioro gradual y permanente de la prestación del servicio se agrega el condimento de que Macri hasta el mes pasado seguía inaugurando estaciones en plan electoralista, sin incorporar nuevas unidades, todo deriva en un clima de malestar creciente. Esto ya detonó más de una vez en la irritación de los usuarios, al punto que en las últimas semanas el desborde del servicio en la línea A se volvió intolerable y el Gobierno de la Ciudad tuvo que tomar cartas en el asunto. Usted se preguntará “¿destinó Macri una porción considerable del presupuesto 2014 a la compra de nuevos vagones para mejorar el servicio?” No. Se endeudó por U$S 190 millones con el Banco de China, con el visto bueno de su mayoría en la Legislatura.

Por último, no se puede dejar pasar el obvio fastidio que generaron las infortunadas declaraciones de Juan Pablo Piccardo, actual titular del Sbase y antiguo creador de la represiva UCEP, quien la semana anterior había justificado el aumento con el argumento falaz y simplista del café a $15. Claro está que para un funcionario que siendo ministro en 2008 ya contaba en su DDJJ con un patrimonio superior al millón de pesos, cualquier cifra de aumento será marginal. Pero al menos sería adecuado que el director de Sbase no altere los informes sobre la estructura operativa del subte ya que, según da cuenta el último documento de la Auditoría General de la Ciudad, los costos están sobrevaluados y la tarifa técnica es sensiblemente menor a la declarada por Sbase, con lo cual se podría mantener el esquema tarifario actual.

Queda indagar en por qué es errado este enfoque de política. Sin entrar en un debate respecto de la innegable impronta ideológica de liberalización económica que el PRO deja entrever en cada decisión de gestión que toma, existen dos hechos que el Gobierno de Mauricio Macri parece no entender:

  • La reasignación de recursos de las obras de subtes a metrobús no es una elección eficiente. El mejor ejemplo es el metrobús de 9 de Julio, que realiza el mismo trayecto de la línea C. Eso direcciona incentivos incorrectos en pos del uso del colectivo y del abandono del subte, que es menos contaminante y auxilia a frenar el trastorno del tránsito.
  • Miles de habitantes del conurbano utilizan el servicio y son apuntados por la gestión macrista como los causantes del colapso del servicio. Pero que el subte sea utilizado a diario por más de 1 millón de personas no es perjudicial para la Ciudad, sino todo lo contrario. Al fin y al cabo la finalidad de los bonaerenses así como la de cualquier otro argentino que utiliza el servicio no es otra que producir día a día, y de esta forma favorecen el incremento del producto bruto porteño.

Es evidente que si Mauricio Macri apunta a ser un presidenciable 2015 tendrá que avanzar en medidas de fondo, en detrimento de sus políticas de maquillaje y su victimización con alto impacto mediático pero que difícilmente mejoren la vida de los argentinos. Y sino “Juntos podemos”… resistir el tarifazo.