La crisis de Boca es un posgrado en management

Sergio Roitberg

Suponga que la estrella de su empresa, su mejor vendedor, no le habla al resto del equipo. 

Suponga que entonces no hay reuniones para alinear las estrategias con los objetivos del negocio.

Que, poco a poco, todos los empleados empiezan a querer irse.

Que, en definitiva, no tiran todos para el mismo lado.

Y, lo que es peor, que todo el mundo sabe cada detalle de esa crisis.

Pues bien, entonces usted, como Boca, tiene un grave problema. Préstele atención.

Hace diez años, acaso en lo mejor de su carrera, Carlos Bianchi daba charlas en empresas. Lo convocaban para que, a través de relatos bastante simples pero emotivos, levantara la moral de los equipos y contagiara entusiasmo. Grandes firmas de consumo masivo pagaban miles y miles de pesos por sus servicios.

En ese momento, el Virrey era, sin dudas, un referente de liderazgo y de manejo de grupos. Bajo su tutela, los equipos estaban perfectamente concentrados y entrenados para llegar a sus metas. ¿Le suena?

Boca fue campeón continental e intercontinental, récord de recaudaciones y venta de merchandising oficial. Todo parecía perfecto.

Pero el tiempo pasó y el mundo cambió para siempre. También para Bianchi. La incidencia de la tecnología y los nuevos canales de comunicación floreciendo alrededor de las redes sociales modificaron dramáticamente los patrones de comunicación de cualquier empresa. Y de cualquier equipo.

El flujo de la información, disparada incluso desde dispositivos móviles por millones de emisores, hacen imposible el control y mucho menos la regulación de parte de una única persona. La opinión no tiene más dueños.

La inmediatez con que se mueve esa información provoca desconcierto e inseguridad entre aquellos que no están preparados y no cuentan con una estrategia adecuada para enfrentar los retos de esta revolución.

Las nuevas plataformas aumentan los niveles de exposición a un punto en el que los límites entre vida pública y privada son tan difusos que eventos mínimos terminan siendo portadas de diarios. 

Antes líder indiscutido, Bianchi estaba acostumbrado a lidiar con una forma de comunicación y relaciones. Imponía respeto con pocas palabras, una distancia justa y la administración estricta de los contactos con la prensa.

Hoy, apenas terminado el Torneo Final, varios jugadores anunciaron que se van de Boca por problemas de comunicación puertas adentro del vestuario. No hay diálogo. No hay unidad. No hay convicción.

Los silencios de Riquelme incomodan al resto y el plantel queda partido en dos, completamente dividido. Ninguna empresa, por maravilla que vendiera, podría soportar semejante cuadro interno.

En otras palabras, la órbita interna de la comunicación, que ocurre en la intimidad de cualquier organización, es su ADN. Si no se logra persuadir a este “inner circle”, no se puede construir de una comunicación que permita potenciar a los distintos integrantes.

Boca parece haber tomado una decisión estratégica: que se quede Riquelme y que se vayan los díscolos.

¿Usted qué haría?