Transparencia en la era Youtube

Un diputado argentino discute con un grupo de policías. En plena calle, se niega a recibir una infracción de tránsito. Invoca su condición de diputado. Llama por teléfono a un asesor del alcalde. Pide una sanción para quienes lo están multando. Parece enojado.

Pero Juan Cabandié (de él se trata) no sabe que lo están filmando. Con un teléfono celular. Con uno no tan moderno. Un teléfono inteligente. Tiempo después, esa filmación aparece en Youtube, misteriosamente. O intencionalmente. Cabandié, candidato del gobierno de Cristina Kirchner, sufre su peor derrota política y termina tercero, muy lejos de los ganadores.

Su caso es uno más, seguramente el más resonante de los últimos tiempos, entre todos aquellos que subestiman el poder de las redes sociales. O, en todo caso, de la importancia que tiene hoy la transparencia como valor en la comunicación y en la sociedad.

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Usted tampoco está a salvo de un leak

Si le llama la atención el caso del empleado infiel de la CIA, preste atención dentro de su propia organización. Tenga cuidado sobre el cuidado de la información. Nadie está a salvo de un leak. Ni siquiera usted.

¿Cuánto conoce en realidad a sus proveedores? ¿Qué sabe de sus sistemas de seguridad? ¿Está realmente blindado frente a la filtración de datos vitales de su empresa? Hoy en día, existen pasos elementales para chequear la identidad y la trayectoria de una persona u organización. Si hasta hace no mucho la única forma era pedir referencias a ex empleadores o colegas, ahora los antecedentes están a un click de distancia.

Distintos sitios en Internet construyen reputación a través de la opinión de usuarios, clientes, empleados y público en general. Sucede con compañías de cruceros, pero también con médicos, arquitectos y profesionales de cualquier industria. ¿Acaso no le llamaría la atención alguien sin ninguna mención en Google? ¿Pagaría por los servicios de alguien sin nombre en Internet?

Si usted no cenaría en un restaurante cuyas críticas online son poco convincentes, ¿por qué no recorrería el mismo proceso a la hora de confiar cuestiones de su empresa?

Lo primero, entonces, es pasar el peine fino por la red. Antes que consultar personalmente, antes que ir hacia alguien puntual, la lógica de la era digital es averiguar online. Esos antecedentes, sumados a una serie de estudios propios y demostraciones comprobables de cualquier contratación, reducen notablemente el margen de error a la hora de confiar la suerte de su organización.

Luego está la auditoría interna, permanente, apoyada por distintos recursos de su estructura corporativa. Desde el área de recursos humanos, esencialmente, para interpretar el momento y el contexto de cada miembro de la operación. En momentos en que los canales de la información son tantos y tan diferentes -y tan veloces-, urge agudizar el ingenio para conocer la sensación térmica de la órbita interna. Todo el tiempo. Sólo así se pueden prever situaciones indeseadas.

Claro que no existen fórmulas matemáticas perfectas para evitar una fuga. Como dije anteriormente, nadie está a salvo de un leak. Por eso, hay que estar preparado. Prepararse para una situación de crisis es tanto o más importante que tratar de evitarla. Decida de antemano cuál o cuáles van a ser sus respuestas frente a distintos escenarios negativos, desde el más leve hasta uno catastrófico.

Sepa quién va a ser el vocero de cada situación y qué respuestas estratégicas va a dar para los problemas que puedan surgir. ¿Tiene un comité de crisis? Prepárelo. En esta nueva dinámica de circulación, hay que anticiparse a lo inimaginado. Y piense, siempre piense: si le pasó al gobierno más poderoso del mundo, ¿por qué no podría pasarle a usted?

La crisis de Boca es un posgrado en management

Suponga que la estrella de su empresa, su mejor vendedor, no le habla al resto del equipo. 

Suponga que entonces no hay reuniones para alinear las estrategias con los objetivos del negocio.

Que, poco a poco, todos los empleados empiezan a querer irse.

Que, en definitiva, no tiran todos para el mismo lado.

Y, lo que es peor, que todo el mundo sabe cada detalle de esa crisis.

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Boston: una explosión que hirió a los medios

CNN todavía trata de explicar por qué dijo lo que dijo. El New York Post hace malabares con la tapa de los sospechosos que no eran sospechosos. Reuters despidió a las apuradas a su editor de Social Media. Otra decena de medios tradicionales norteamericanos hizo autocríticas de distinto tenor frente al cúmulo de errores en las coberturas que sucedieron al atentado de Boston.

El caso es paradigmático y muestra con claridad y contundencia los nuevos desafíos que presenta la proliferación de redes sociales. La inmediatez de la información, emitida ya no desde uno hacia muchos sino desde millones hacia otros tantos millones, somete a diarios, radios y canales de televisión a un ritmo vertiginoso y complicado.

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El secreto de la máquina de escribir de Francisco

Parado frente a la multitud que lo aclamaba en la plaza San Pedro, el papa Francisco mencionó cuáles eran para él los pilares de la fe cristiana: “Comportamientos, gestos y elecciones”. Toda una definición de coherencia que refleja su estilo de comunicación y que hoy es imprescindible tanto para el jefe de la iglesia católica como para cualquier organización, gobierno o empresa.

Desde su designación como Sumo Pontífice, el 13 de marzo pasado, Francisco se ha encargado de acumular minuciosamente una cantidad de detalles y definiciones que repercutieron con fuerza alrededor de todo el mundo, generando un aire fresco y una esperanza renovada.

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Los secretos están de moda

@Pontifex ya no tuitea más. Su millón y medio de seguidores esperaron al nuevo Papa, Jorge Bergoglio, sin saber si conservará ese mismo usuario o lo cambiará por otro. En realidad, tampoco se sabe demasiado sobre la sucesión. Ni sobre la renuncia de Benedicto XVI. Los secretos se pusieron de moda.

Joseph Ratzinger anunció su salida de la Santa Sede sin haber enviado antes ninguna señal. Nada, no se filtró ni un detalle. En la era de la revolución tecnológica, en la que las redes sociales funcionan como amplificadores inmediatos de cuestiones urgentes, nadie pudo anticipar la gran noticia del año.

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Adiós al pijama

La mayoría de nosotros tenemos un contacto virtual con Yahoo!. Pero no somos los únicos: muchos de los 14 mil empleados de este abanderado de la nueva tecnología trabajan de manera remota. O trabajaban. A partir de junio, deberán cambiar sus pijamas por jeans, porque la CEO Marissa Mayer los espera en el edificio de Sunnyvale.

Para el nuevo mundo puede sonar antipático, pero se trata de una corriente que se hace sentir con fuerza: la colaboración.

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El último revolucionario… del liderazgo

Era noviembre, estaba de viaje por Buenos Aires, y entré a la oficina de una de mis directoras creativas. Arriba de su escritorio había algo nuevo, que completaba la blanquísima decoración onda Apple: era la biografía sobre uno de los personajes más importantes del último siglo. “¿La leíste? Está buenísima, vos tenés mucho de él”. Primero me reí orgulloso, aunque la sensatez me llevó a la realidad: era un típico piropo corporativo. A las 100 páginas me pregunté por qué me habían comparado con ese ogro egoísta y maltratador, pero cuando crucé esa frontera empecé a meterme en un mundo fascinante y a reconocerme en muchos de sus aspectos. Cuando terminé las 700 páginas, sentí que los que soñamos y nos gusta hacer que las cosas sucedan encontramos un parecido aspiracional. Todos somos un poquito Steve Jobs.

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Mejor con la luz apagada

Esa tarde no convenía pedir un taxi o ir a una sala de emergencias de un hospital. Casi 100 mil fanáticos llenaban el Superdomo de Nueva Orleans y otras 110 millones de personas seguían cada detalle por televisión. Se estaba jugando el Superbowl.

Hasta que la mitad del estadio quedó a oscuras, era el evento del año. Pero en ese mismo momento comenzó otro partido.

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Un engaño que “se fumó” 100 millones de dólares

La respuesta era sí o no. Lance Armstrong miró a Oprah a los ojos y por primera vez dijo la verdad: sin dopaje nunca hubiera ganado siete Tours de Francia. A esa altura, ya había perdido mucho más que sus medallas.

Por culpa de su fábrica de engaños y del fraude del dopaje, la máxima estrella del ciclismo mundial destruyó su reputación de héroe, su leyenda y hasta sus negocios. Las estimaciones más conservadoras hablan de casi 150 millones de dólares que se irán junto a las marcas que solían apoyarlo.

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