Por los derechos humanos que aún falta saldar

Este no será un 24 de marzo en el que solamente miremos para atrás y recordemos el comienzo de la noche más larga y cruel que haya conocido nuestro país. Este marzo de 2015 significa, además y luego de doce años del kirchnerismo en el ejercicio del poder, la posibilidad de reflexionar y realizar un balance acerca de una materia, los DDHH, sobre la cual el “gobierno nacional y popular” se apoyó simbólica y políticamente durante este período.

Ante todo, el kirchnerismo pretendió hacer de los DDHH una de sus banderas principales, incluso existiendo contradicciones tan dolorosas como inexplicables durante este ciclo. Para empezar, quiero decir que desde Libres del Sur entendemos a los DDHH en un sentido amplio. Luchamos de igual modo por los ultrajados ayer y hoy, porque entendemos que los DDHH son una categoría que encierra a los derechos civiles y políticos; al derecho a la vida, la igualdad ante la ley y la libertad de expresión; los derechos económicos, sociales y culturales; el derecho al trabajo, la seguridad social y la educación; como así también los derechos colectivos. No pareciera ser esta la concepción del kirchnerismo.

No obstante lo anterior, también debo decir que durante todos estos años existieron avances notables en esta materia. Pero me permito. a diferencia del Gobierno, remarcar el carácter colectivo de esos progresos. Son conquistas del pueblo; no pertenecen con exclusividad a ningún espacio político.

De hecho, cómo olvidar la derogación de las leyes del perdón, lo que permitió reabrir los juicios y condenar a los responsables de delitos de lesa humanidad cometidos durante la última dictadura cívico-militar. No quiero tampoco dejar de mencionar la emoción que significó la recuperación de la ESMA como espacio de la Memoria. O la renovación de la Corte Suprema de Justicia de la Nación, hecho que nos entusiasmó y que muchos creímos implicaba que la Argentina entrara en una etapa de avances y conquistas.

Sin embargo, y frente a todos estos hechos, el gobierno de Cristina Kirchner tomó la triste decisión de impulsar a Cesar Milani como jefe del Ejército, desdibujando y amenazando todo el esfuerzo anterior y el avance institucional que aquello significó. Aun existiendo, al decir de la Justicia, “elementos suficientes” para llamar a indagatoria al general Milani, por secuestros y torturas cometidos durante la dictadura, y estando imputado en la causa por la desaparición de un conscripto, el “gobierno de los DDHH” lo sostiene con esmero y entusiasmo. Todos miran para otro lado, incluso la juventud K que dice representar ideales del campo nacional y popular. Como tampoco se hacen cargo del Proyecto X, de la ley antiterrorista, del gendarme carancho, del pedido de mano dura para reprimir la protesta social y de la omnipresente presencia del “Rambo” Berni al frente de la secretaría de Seguridad, uno de sus principales abanderados.

Como sociedad tenemos la obligación de ver los “otros” DDHH que siguen violándose y para los cuales el kirchnerismo hizo la vista gorda. Durante la proclamada “década ganada” vimos atónitos la aparición de los desmontes masivos, la proliferación de agrotóxicos, soja transgénica y minería a cielo abierto. Estos hechos traen aparejados, a su vez, desalojos, violencia institucional y vulneración de derechos a comunidades campesinas e indígenas. La persecución en particular a los QOM por parte de los gobiernos oficialistas del Chaco y Formosa es una muestra descarada de esto. ¿Seguirá “el Cuervo” Larroque entusiasmado en desalojar de la vía pública a quienes como los QOM reclaman al Estado?

Pero seguramente la deuda política más grande que nos deja el kirchnerismo es haberle sido tan funcional a opciones opositoras que sostienen que “los DDHH son un curro”, tal como señaló hace escaso tiempo Mauricio Macri, dirigente que jamás condenó públicamente la dictadura -tal vez por los jugosos negocios que hizo su familia en aquel período- apoyó los indultos y piensa que los DDHH son cosa del pasado. Con sus pistolas Taser (armamento que la Policía Metropolitana estrenará en breve) o la salvaje represión a los trabajadores del Borda, el PRO nos da inequívocas señales de su concepción última de los DDHH. Los hechos hablan más que los gestos. Y esto le cabe a ambos gobiernos.

Frente a generaciones enteras de argentinos que quieren trabajar en otro rumbo, con la renovación política, el reconocimiento y la garantía de más DDHH desde una mirada integral, no podemos conformarnos.  En un nuevo aniversario del último golpe honramos a los que ya no están de la mejor manera, teniendo memoria y peleando por un país verdaderamente para todos. Esto se logrará garantizando el respeto por los DDHH de ayer y de hoy.

Fuera los Milani y los Berni

A treinta y ocho años del último golpe de Estado cívico-militar en la Argentina, nuevamente se van a realizar actos de diversas agrupaciones políticas y sociales en todo el país. No se si tanta atomización sea lo mejor, pero sí es muy bueno que el ejercicio de la memoria sea activo por sobre todas las cosas.

Así como la vida quiso ponerme en un lugar de la historia que no elegí al haber nacido en la ESMA, esta situación me llevó a compartir una elección de vida similar a la de mis padres -antes de saber que eran mis padres- y eso realmente me pone orgullosa. Pero también sé que a la gente hay que juzgarla por lo que hace todos los días y en ese sentido siempre tuve en claro que ser hija de desaparecidos no me dio una moral especial. Sí me dio el nacimiento en un lugar horrible y el ser parte de una historia dolorosa, nada más.

Como le dije en una carta a la presidenta Cristina Fernández hace unos meses, en este 24 de marzo más que nunca sigo sintiendo que la obediencia debida goza de muy buena salud en nuestro país. Y me duele oír de personas que respeto decir que Milani “firmó algo que no podía no firmar, porque tenía 20 años”, como para justificar el oscuro prontuario de quien, a pesar de todas las impugnaciones presentadas, nombraron Jefe del Ejército. La simple duda debería ser más que suficiente para que Milani deba enfrentar los juzgados y mirar a la cara a aquellos que declaran haber sido secuestrados por él.

Soy de las personas que valoran que este gobierno haya impulsado los juicios a los genocidas, derogado las vergonzantes leyes del Obediencia debita y punto final, y recuperado la ESMA como un espacio para la memoria. Pero también de aquellas que no les da tregua por haber permitido que tipos como Milani vuelvan a ocupar puestos institucionales importantes; por haber hundido al país en un proceso de corrupción enorme donde la mayoría de los funcionarios públicos tienen en su poder graves acusaciones y hasta juicios en curso por su mal desempeño en la función pública; por haber puesto en un lugar clave para la seguridad ciudadana a un ex carapintada como Berni, quien llevó detenidos a mujeres, niños y ancianos a Campo de Mayo sin orden judicial y al que la presidenta defiende públicamente como cumpliendo debidamente su trabajo; por hacer un festival obsceno con nuestros recursos naturales con multinacionales salvajes como la Barrick Gold y ahora Chevrón; y por la persecución a las comunidades indígenas, entre otras decisiones políticas que no comparto. Y reniego y lucho contra eso porque representan la Argentina del pasado, de la violación a los Derechos Humanos, de la corrupción, del saqueo y de la impunidad, a la que cuando recuperamos la Democracia, juramos no volver NUNCA MAS.

Hoy puedo firmar esta nota con mi verdadero nombre debido a que un pueblo y las Abuelas en algún momento decidieron ir a buscar la verdad y la justicia, y estoy orgullosa y agradecida por eso. La conmemoración del 24 de marzo es un buen momento para renovar el compromiso por los DDHH, tanto de los que se violaron en la última dictadura como los que hoy, en nuestro país, se violan todos los días. Por ese país, por el que mis viejos y su generación dejaron todo. Un país que, con los últimos actos de gobierno, vuelve a aparecer cada vez más lejos.