Creer que los jóvenes no están a la altura es simplista

Victoria Morales Gorleri

La verdadera política de inclusión consiste primero en creer en las posibilidades de adquirir conocimiento de los chicos y generar programas integrales que den cuenta de ello; no es posible emparchar en nombre de la inclusión. Los chicos se sentirán más incluidos cuando se los respete, cuando se confíe en sus capacidades y se valore correctamente su trayectoria. Generar posibilidades de espacios de educación de calidad y con sentido para proyectarse en el mundo no es algo que se logre sumando resoluciones del estilo de la última emanada del gobierno de la provincia de Buenos Aires, que van dejando al sistema educativo sin rumbo. El rumbo lo marca la esperanza en los aprendizajes y la posibilidad de reencuzaar, reacomodar.

Los chicos necesitan saber cómo van avanzando en ese rumbo y no es quitando números promocionales o dando más oportunidades cómo se alcanza ese rumbo, si no se cae en el sinsentido, todo da lo mismo: ir o no ir a la escuela, ser puntual o llegar tarde, estudiar o no estudiar… Y así sólo estamos determinándolos al fracaso en la formación como sujetos plenos. Creo que si les preguntáramos a los chicos qué piensan de esto serían nuestros mejores jueces y nos pedirían que “seamos justos sin dejar de ser exigentes”. El maestro no debe hacer un discurso incomprensible pero tampoco concesiones baratas. Su tarea no es hacer simplismo porque el simplismo es irrespetuoso para con los educandos; es creer que no están a la altura.

El límite permite seguir marcando el rumbo para alcanzar los horizontes posibles en educación; nuestros niños y jóvenes nos piden que los ayudemos a avanzar y no es corriendo los límites como lo lograremos sino mostrándoles que los aprendizajes merecen ser exigentes porque ellos mismos pueden alcanzarlos. Hay un valor intrínseco en esto porque es valorarlos como personas con todas sus capacidades y permitirles su autovaloración. El límite impreciso, vago, corto, sólo los deja más perdidos en sus horizontes.

Si un camino no tiene los límites precisados en cordones o banquinas lo confundiríamos  con un campo; gracias a ellos sabemos que es una calle o un sendero y aquí el valor del conocimiento, de los aprendizajes verdaderos. La personalidad se adquiere a través de la vida, en su conformación, los límites nos permiten la integración social, la vida en familia y en sociedad; sin ellos no se conformaría nuestra personalidad, perdemos nuestra identidad de seres únicos e irrepetibles.