¿Despertar latinoamericano?

Es temeraria esta afirmación. Lo sé. Sin embargo, este año ha sido atípico para una América Latina que se suponía que caminaba con cierta firmeza hacia un socialismo caribeño, improvisado pero con un peso específico en el continente, producto de una chequera que dio para todo y para muchos durante más de cinco lustros.

En efecto, el declive no obedece a los últimos meses, sin duda tiene su origen en múltiples factores que con el paso del tiempo, en algunos casos más largo que en otros, terminaron desgastando la paciencia de las sociedades latinoamericanas sedientas de justicia, de inclusión y de futuro.

Lo que se suponía que sería un bloque monolítico latinoamericano, ese sujeto de poder que haría cierto contrapeso en el mundo, se fue desmoronando producto de las propias incapacidades de sus gobernantes y de una de las mayores desgracias que han acompañado a nuestros pueblos por generaciones: la corrupción.

Salvo contadas excepciones, como la de José Mujica en Uruguay, los Gobiernos de izquierda contemporáneos han ido quedando atrás, estigmatizados por sus propias miserias, las cuales empobrecieron profundamente al pueblo, pese a haber aumentado el gasto público en términos de inversión social. Paradójica e incomprensible realidad, dado que con los recursos que se manejaron y sobre todo con la buena voluntad de los pueblos, se hubiera podido lograr cosas inimaginables. Pero claro, el nepotismo, el abuso gubernamental, la falta de separación de poderes, la politización de las fuerzas militares y la corrupción hicieron un contrapeso tan fuerte que lograron reventar la piñata, coloquialmente hablando. Continuar leyendo

Venezuela: economía de fachada en plena implosión

Como dicen popularmente en Venezuela, “Maduro y su combo siguen estirando el chicle”. Y es que no dejan de sorprender con sus declaraciones desafortunadas, acompañadas de acciones que “despelucan” al más bravo.

El día a día del venezolano promedio se ha visto afectado a lo largo de estos últimos años por la creciente ola de violencia, decadentes servicios públicos, corrupción y desabastecimiento que acompañados de una verdadera “campaña mediática”, sí, esa que tanto denunció Chávez y que resultó ser montada por el mismo gobierno para manipular a la opinión pública, forman una especie de surrealismo que trastorna el normal desenvolvimiento de una sociedad que ya pasa los treinta millones de habitantes.

Si usted quiere comprobar lo que escribo, pues debe cumplir dos pasos: primero, trate de conectarse a la señal en vivo de algún canal del Estado como VTV, por ejemplo, y verá que el país de las maravillas, ese en donde todo es color de rosa, queda entre las cuatro paredes del estudio de televisión y las locaciones donde escogen grabar sus mensajes propagandísticos. Posteriormente, busque un número de teléfono al azar en las “páginas amarillas venezolanas” y pregúntele a la persona que le atienda si en esta semana tuvo oportunidad de comprar desodorante, leche, huevos, pollo o siquiera harina para hacer sus tradicionales arepas. Repita la operación un par de veces para verificar el caso de estudio. Finalmente escríbame para saber cómo le fue.

Y es que la situación se agrava con cada minuto que pasa. La contaminación de un modelo económico que se degeneró en este des-modelo, amenaza con arropar definitivamente a un país que gozó en este último lustro de la mayor bonanza petrolera de toda su historia, mientras que sus dirigentes se esmeran en procurar una “sensación” distinta a la que se vive. Con argumentos “enlatados”, como decimos en el lenguaje periodístico para referirnos a la importación de contenido comunicacional, se han encargado de hacer ver que otro es el culpable. Ese otro inmaterial, que se supone, que se cree, que parece ser pero nunca es.

A todo esto se le suma la actual crisis petrolera, que como suele suceder cuando obtienes grandes riquezas sin el mayor esfuerzo, ha tomado por sorpresa y sin previsiones a un gobierno que ha incrementado el gasto público de manera exponencial, pero que no ha sido responsable en invertirlo en proyectos que supongan la multiplicación de sus haberes, haciéndolo insostenible en el tiempo y con una profunda crisis social.

En este socialismo, el de Chávez y Fidel (bueno, ya no tanto de Fidel), vimos como las estructuras del Estado fueron cambiando bajo la promesa de la libertad económica y social. Pero el resultado fue otro, muy distinto a lo prometido hace dieciséis años. Un buen ejemplo es el deterioro de nuestra moneda, la nueva, la fuerte de Hugo, la creada en el 2008 con el fin de cumplir con la reconversión monetaria que hoy día da pena mencionar. De ese cambio adoptamos nuevos billetes con sus denominaciones de 5, 10, 20, 50 y 100. Con el de 10, en el mercado “paralelo” de divisas, podíamos comprar 1 dólar. Para la fecha, casi 7 años después, necesitamos todos los billetes, sí, leyó bien, todos los billetes para poder comprar 1 dólar en ese mismo mercado. 187 Bs., tenemos que pagar para obtener 1 solo verde de Estados Unidos. Entonces me pregunto ¿Son percepciones? ¿Es que entendemos mal la economía?

Mientras tanto los funcionarios del gobierno siguen endeudando al país, pero la factura, tarde o temprano, será cobrada por los mismos venezolanos, con quienes tiene la mayor deuda.