Escobar, la demagogia del mal

Walter Habiague

“El narcotráfico y la droga están haciendo mucho daño a la Patria Grande”  fue la frase que el padre Juan Carlos Molina, titular del Sedronar, puso en boca del Papa Francisco después de la reunión que mantuvieron el pasado 26 de febrero.

A menos de un mes de esa entrevista, el mismo Molina sostiene que “Escobar fue un poco Robin Hood, el pueblo lo lloró porque ocupó el lugar del Estado: hizo hospitales, calles, le dio trabajo a la gente”, aclarando luego que “Lo hizo sobre la base del mal, de la droga y la delincuencia, eso es indiscutible, pero… 

¿Pero?

Suena raro ese “pero” que relativiza lo monstruoso del lucro con la muerte y la indignidad. Más raro aún suena dicho desde un gobierno que ya ha citado palabras de Escobar para explicar una política propuesta y más extraño todavía cuando fue el padre Molina quién se quejó de que las “corporaciones” instalan el tema del narcotráfico en la sociedad y lo banalizan con series como “Escobar, el patrón del mal”.

¿Banalizamos un tema grave o “sobrevaloramos” un tema que no es para tanto, como también afirmó el padre Molina?

¿Es un problema serio cuando se dice que “los pibes se falopean y en las previas chupan como esponja” o es un tema sobredimensionado por intereses ajenos al tráfico de drogas, aunque el propio Francisco se ha referido a él como un peligro continental, según Molina?

Es correcto que nuestra tendencia mediática es esterilizar las soluciones a los grandes temas, gastándolos durante diez días para después hacer lugar a una nueva tragedia nacional.

Es correcto también que popularizar la figura de Escobar Gaviria, precisamente cuando la violencia narco empieza a aflorar inevitablemente en nuestro país, contribuye a “normalizar” el infierno volviendo cotidianos y queribles a personajes que negocian con la condición humana misma.

Precisamente porque eso es correcto, llaman la atención estas idas y vueltas del padre Molina.

“Está bien la lucha contra el narcotraficante (del estilo Escobar o “Chapo” Guzmán), pero, ¿qué hacemos con el que está vendiendo en el barrio?”

Otra vez el “pero” y nuevamente en la misma dirección. ¿Por qué este “impulso” del director del Sedronar por minimizar justamente la pelea contra el tráfico internacional de drogas? ¿Es realmente así o es una confusión?

¿Por qué citar al Papa Francisco para avalar la gravedad continental del tráfico y después minimizar y relativizar el tema? ¿Por qué? 

Contradicciones y contramarchas en el discurso oficial encuadrado en la lucha contra el narcotráfico, que sólo ayudan a aumentar lo que seguramente se ha pretendido evitar: estropear un debate imprescindible.

El Papa Francisco no ha perdido oportunidad de referirse a los poderes e intereses internacionales que controlan y lucran con la violencia y la miseria. ¿Hay muchos otros poderes, se pregunta uno, con la logística y el poder para manejar una agenda mundial además del narcotráfico y sus negocios subsidiarios?

Tal vez sería oportuno que llegáramos a un criterio unánime, al menos en el relato oficial, sobre el tratamiento del narcotráfico y el verdadero valor que el gobierno le quiere dar al problema.

¿Es un tema barrial lo que tomamos como prioridad, o es una lucha continental contra intereses que superan a los gobiernos?

No son definiciones contradictorias ni deberían serlo. Lo que creo seguro es que no vamos a poder definirnos si seguimos el camino de los “peros” cuando nos referimos a los demagogos del mal, pasados o presentes.

El Papa Francisco dijo lo que sigue referido al Diablo… vale: “Pidamos al Señor la gracia de tomar en serio estas cosas. Él ha venido a luchar por nuestra salvación. ¡Él ha vencido al demonio! ¡Por favor, no hagamos tratos con el demonio! Él busca volver a casa, tomarnos en posesión… ¡No relativizar, vigilar! ¡Y siempre con Jesús!”