Francisco entre el oportunismo y la indiferencia

Walter Habiague

Desde Cristina hasta Ishi, el desfile de figuras oficialistas por el Vaticano es incesante.

Algunos tienen una larga trayectoria de conocimiento y amistad con Francisco. Otros no.

Pero todos forman parte de un tour oficial que los lleva a Santa Marta. Están los que en silencio renuevan la continuidad de un afecto, están los que buscan oficiar de voceros, están los fotogénicos y están los que buscan en Francisco lo que despreciaban de Bergoglio. Así sea.

 

La oportunidad

Después de la sorpresa inicial de marzo de 2013, el gobierno nacional reaccionó con rápidos reflejos al nombramiento de su adversario político devenido en el hombre más poderoso del mundo, y lo hizo del mejor modo posible. Bajó sus banderas de confrontación y, por convencimiento o astucia,  pide un acercamiento al que Francisco contesta con la grandeza de un verdadero conductor.

Eso es lo rescatable del desfile. La generosidad y la humildad con la que Francisco desde lo alto, sigue trabajando por todos y con todos.

De muy poco nos serviría como sociedad batir el parche y hacer escombro sobre la simulación, el oportunismo o la hipocresía. Tenemos que ponerle fichas a Francisco que de eso, justamente, sabe cuidarse muy bien. Tenemos que ver lo que el Papa hace, escuchar lo que dice, aprender de su cintura política y entender que entre Crimea y la mafia italiana del narco, la Argentina palpita viva en su principal interés.

 

Santos intolerantes

Menos útil que recalcar una y otra vez sobre la incongruencia oficial, sería dejar que Francisco solo disponga de “conversos” para sus planes.

El caso de la UCR es digno de análisis. Si el desapego que sus dirigentes demuestran hacia Su Santidad forma parte de un intento por no “sotanear” al Papa, bienvenido sea. Pero la distancia y el silencio que resultan de ello se parecen más a la indiferencia y al desconcierto que a otra cosa.

Está muy bien no esperar a que sea Papa para sacarse una foto, como reza el afiche, pero es imprescindible sacarse esa foto ahora también, ahora que si es Papa.

Y no es la foto, justamente, lo que debería primar en la relación de la dirigencia política nacional con Francisco. Pero negarse a ella es otra forma de dar entidad a la simpleza del flash y la sonrisa protocolar.

Las opciones frente a Francisco no pueden reducirse a dos opuestos que son lo mismo: la foto si o la foto no. Porque de esa falsa elección lo que queda, siempre, es la foto.

Deberíamos comprender y asimilar a Francisco como “prenda de unidad” de nuestro país puesto en el futuro. Darle la espalda para diferenciarnos de los que lo usan, es usarlo.

Sorprende también la actitud de la doctora Carrió al desconocer voluntariamente la dimensión política de Francisco y solo ver en él a “un pastor”. Entiendo que la intención sea cuidarlo del encasillamiento partidario para evitarle ataques por ese lado. Es correcto. Pero cerrar los ojos y la boca al hecho geopolítico que Su Santidad representa es, a mi criterio, una leve sobreactuación que pone en evidencia lo que intenta soslayar.

 

Las uvas verdes

Casi como la fábula de la zorra, buena parte de nuestra dirigencia se ha dejado “primerear” por el oficialismo y cierto impudor de su parte, y parecieran querer dejar pasar con un gesto de fastidio y berrinche la ocasión que Francisco representa.

La “chicana” política divierte y sienta bien. Pero quedarse en eso, sin conducir en el sentido que se pretende, lo único que logra es allanarle el camino a quien se pretende chicanear.

Francisco representa lo mejor de nosotros. Pero de todos nosotros.

“Pecadores si, no corruptos”, ya dijo el Papa.

El hipócrita está tan lleno de sí mismo, que no ve a los demás” dijo también. Llenos de sí mismos vale para muchos. Muchos más que los obvios.

¿No nos dimos cuenta de que Francisco ya lo sabe? ¿Con qué derecho estropeamos la figura de Francisco siendo más papistas que él y condenando a sus “perdonados”?

¿Estamos convencidos o no de que Su Santidad es y representa la salida de la Mentira por la Verdad?

 

2016

Francisco es definitivamente el hombre del después. Nosotros, hoy y ahora, tenemos a obligación de ofrecernos para ese después.

Dialoguista, hombre de convicciones y respeto, Francisco es un buscador de coincidencias. De una reunión, seguramente se resumirán los puntos en común que el mismo Papa se encargará de remarcar (aunque solo él crea en ellos).

Más hábil que muchos astutos, más generoso que muchos píos, Francisco nos invita es a no sobreactuar y así, con la sola humildad de la coherencia a contraluz, deja en blanco sobre negro lo que él mismo quiere resaltar.