La changa de ser diputado o senador

Walter Schmidt

¿A quien no le gustaría tener una changa de unos 50 mil pesos mensuales? Los requisitos, tener mas de 25 años o de 30, según el caso; haber ejercido entre 4 y 6 años la ciudadanía argentina (por ejemplo, haber ido a votar) y ser natural de alguna provincia en particular o haber residido en ella al menos dos años. Nada más.

La carga horaria es muy llevadera. Se trabaja, por lo general, de martes a jueves, aunque hay semanas que “por ahí no hay nada para hacer”. Además de sábados y domingos, los lunes y los viernes son francos, salvo excepciones, claro.

En cuanto a las vacaciones, es muy flexible el asunto. Si no hay sesiones extraordinarias, el año laboral culmina el 30 de noviembre y después, “nos vemos en marzo”. Eso sí, el 1 de Marzo. Si hay sesiones extraordinarias, por ahí se trabajan algunos días de diciembre. Mientras que en el invierno, por las dudas, hay dos semanitas de receso. Es decir, al menos unos 3 meses al año de vacaciones. No está mal.

Con un plus de que cada dos años, en época electoral, el lugar de trabajo permanece prácticamente cerrado.

La exigencia laboral es a voluntad. Hay quienes ponen sus conocimientos y empeño aportando innumerables proyectos de ley que enriquecen el debate, estudian los textos, discuten, reclaman, denuncian; pero también los hay los que solo aparecen en las reuniones de comisiones para levantar la mano y después lo mismo en el recinto para presionar el botón de su voto afirmativo cuando “desde arriba” piden por un proyecto de ley, y nadie les conoce la cara ni la voz porque escapan a los discursos, los micrófonos y las cámaras.

En todos los casos, el mayor compromiso es estar presente al momento de votar. Pero lo más importante del trabajo, además del sueldo, es que para muchos es una “changa”, un “laburito” extra, porque no hay ninguna norma que exija exclusividad o dedicación “full time”.

La única prohibición que figura en el artículo 72 de la Constitución Nacional es que “ningún miembro del Congreso” puede, además, tener un empleo en el Poder Ejecutivo, aunque “sin previo conocimiento de la Cámara respectiva”. Hasta en esos casos hay excepciones.

Los diputados y senadores nacionales, habitantes del Congreso de la Nación, son trabajadores privilegiados. Extensa es la nómina de quienes cuentan con una profesión además de su “trabajo” de legisladores, ya sea como abogados, contadores, médicos, sindicalistas, empresarios y hasta actores. Lo cierto es que como ni la Constitución Nacional ni otra normativa les prohíbe ejercer otra profesión, parte de su tiempo se dedican a legislar y otro, a cumplir con sus tareas habituales.

Para muchos, el Congreso Nacional es la “vidriera” para luego recibir en sus estudios, a nuevos clientes ávidos por ser defendidos por “alguien famoso” y así tener una remuneración paralela. En algunos casos, hasta puede sospecharse que, en verdad, el de diputado o senador sea un segundo trabajo, por cierto muy bien pago.

Recientemente en el Parlamento de Perú, los legisladores discutieron la necesidad de que su cargo de sea ejercido con dedicación exclusiva, con la finalidad de evitar incompatibilidades y actos de corrupción.

En Argentina, de acuerdo con un relevamiento de la Fundación Directorio Legislativo, casi la mitad de los diputados nacionales con mandato hasta el 2013 (mas de 50) recibían un doble ingreso: el sueldo de legislador y otra remuneración en la actividad privada.

A principio de año se fijó que un diputado del interior del país cobraría, en neto, unos 50 mil pesos incluido el plus de desarraigo (por vivir en otra provincia y viajar todas las semanas a Buenos Aires). En el caso de los senadores, un informe reciente señala que el sueldo para alguien del interior alcanza los 60 mil pesos, si es que canjea los pasajes aéreos que tiene en su haber.

No obstante, al margen de que la Constitución Nacional no exige que un diputado o un senador se dedique exclusivamente a cumplir ese rol, teniendo en cuenta que el sueldo es bueno y que la sociedad requiere del trabajo permanente de sus representantes, lo concreto es que ningún ciudadano puede acceder en la actualidad a la información que detalla el sueldo de cada miembro del Congreso nacional. ¿Por qué? Si el dinero sale del Tesoro nacional, o sea, lo paga la gente y debería tener derecho a saber en qué se gasta su dinero.

En efecto, recientemente trascendió que en los últimos 30 meses ingresaron al Congreso unos 2 mil empleados. Y en ello mucho tienen que ver los legisladores. Por ejemplo los senadores, cuentan con un presupuesto cercano a los 300 mil pesos para nombrar la cantidad de asesores que requieran por esa suma. Por ello, muchos de los “asesores” de los senadores no trabajan en el Congreso sino en sus provincias de origen (Ej: los asesores de un senador santafecino se quedan en Santa Fe), haciendo vaya a saber qué tipo de trabajos.

El cliché acerca de “la necesidad de respetar las instituciones” tiene que ver, en alto grado, con el compromiso de los diputados y senadores con la sociedad. Cualquier ciudadano podría comparar el bajo nivel intelectual y de empeño en que se encuentra hoy el Congreso Nacional respecto a décadas anteriores.

El altísimo rol de los legisladores que, por definición, en el caso de los diputados es representar a los ciudadanos que los eligen en cada jurisdicción para que atiendan y defiendan sus intereses, y de los senadores, de cumplir igual función pero defendiendo a la provincia o estado que representan, se ha banalizado y en gran cantidad de casos, se trata de personas que a nadie representan ni defienden, mas que “acompañar tácitamente” la orden de su partido de decir “si” o “no”.

Un legislador nacional debe tener un muy buen sueldo y ciertas prerrogativas para cumplir con sus tareas. Pero la dedicación debe ser “full time”, sin “distraerse” con otros intereses que los de la Nación en su conjunto, demostrando a la sociedad que ya sea a través de su experiencia comunitaria o de su conocimiento académico, tiene algo para aportarle a la sociedad desde una banca.

Porque las críticas arrecian cuándo esa sociedad no ve los resultados de debates y leyes que mejoren su vida diaria, y en distintas ocasiones lo único que observa son contubernios, shows mediáticos y puestas en escenas de políticos que cobran muy bien, trabajan movilizados solo por intereses partidarios y, además, forjan ingresos paralelos en la actividad privada.