La decisión

El electorado argentino está bajo la lupa. Mucho se dice de la ciudadanía a la hora de votar por un nuevo presidente de la nación, lo que sucederá el domingo que viene.

Para algunos, el promedio de los argentinos no son exigentes ni mucho menos. Votan a un candidato por su imagen, discurso, entorno familiar, trayectoria y apenas manejan una o dos variables a la hora de elegir a un candidato por sus propuestas o por la expectativa que le genera: la promesa de resolución de sus problemas económicos (empleo, precios, crédito) o bien la realización o promesa de realización de alguna obra que beneficie al votante directamente (una ruta, un puente, un asfalto, el acceso a servicios públicos). No mucho más.

Nada de instituciones, división de poderes, una educación de calidad, mejora de hospitales y centros asistenciales, lucha contra la corrupción. Algunos consultores sostienen, incluso, que ni siquiera la inseguridad y la lucha contra el narcotráfico pesan por sí mismo a la hora del sufragio. Es la visión del “argentino” promedio, acostumbrado al empeoramiento de su calidad de vida y la calidad del Estado que debe cobijarlo.

Los defensores de la mirada del electorado consideran que los ciudadanos de este país son pragmáticos, inteligentes y que ya no compran falsas promesas sino que privilegian los hechos. Que privilegian la estructura (fortaleza del partido que lo sostiene, relaciones con el movimiento sindical y contactos internacionales) y capacidad de un candidato. Que comprenden, por la historia desde el retorno de la democracia hasta hoy que el peronismo es clave para gobernar. Y que está fresca en su memoria la experiencia de Fernando De la Rúa y “Chacho “Alvarez.

Quienes revalidan el voto argentino, admiten que el electorado, por lo general, no creen en los políticos.

Hay sobrados motivos. Primero creían en la plataforma política de un partido, donde accedían al programa de gobierno del candidato. Pero como los políticos no cumplieron (Raúl Alfonsin) con lo que decía la plataforma, dejaron de creer en ella. Después creyeron en los discursos y en la promesa del candidato. Pero como después no la cumplieron, e incluso se jactaron de no haber dicho lo que iban a hacer, sino nadie los votaba (Carlos Menem), dejaron de creerle. Mas tarde creyeron en el mensaje de los políticos a través de los medios y la sociedad decidió depositar en ellos sus esperanzas (la alianza UCR-Frepaso). Pero al ver que sólo era una construcción mediática que en la realidad era totalmente heterogénea y terminó rompiéndose, dejaron de creer en esas campañas en los medios.

Al final, ya no creen ni en las promesas escritas ni en las orales ni en los antecedentes de los políticos ni en las campañas o slogans. Se basan en los hechos y en un pragmatismo extremo: “¿Estoy mejor o peor con este gobierno?¿Puedo estar mejor o peor con este candidato opositor?

El argentino es por sobre todo conservador. ¿Por qué habría de cambiar el color político del gobierno? Ese es el dilema entre los principales candidatos a suceder a Cristina Fernández de Kirchner en la Casa Rosada. Mientras Daniel Scioli (FPV) dice “para qué cambiar, mejor retoquemos lo que está”, Mauricio Macri (Cambiemos) propone “cambio”, manteniendo algunas conquistas, pero cambio al fin.

Podríamos estar meses debatiendo acerca de lo que es y lo que debería ser la Argentina. Pero la propuesta tiene que ver más con qué parámetros tienen los argentinos hoy a la hora de votar.

En enero de 2015, cuando apareció muerto el fiscal Alberto Nisman, parecía la antesala del fin del kirchnerismo y de todo lo que fuera etiquetado con esa corriente política. Nada de eso ocurrió.

Los argentinos en nombre de los cuales se cuestiona el estado de la República, la instituciones, la falta de ética y transparencia en el Estado, el enriquecimiento ilícito, la falta de división de poderes, el contubernio entre la corporación política y la judicial, la escribanía del Estado en que muchas veces se convierte el Congreso de la Nación, la ausencia adrede de organismos de control fuertes que respiren en la nuca de los funcionarios corruptos, un plan de lucha integral contra el narcotráfico, y un largo etcétera, son los mismos que votaron con un 54% a Cristina Fernández en 2011.

Yendo mas atrás en el tiempo, esos argentinos son los mismos que votaron la reelección de Carlos Menem en 1995 y gozaron de las mieles de la Convertibillidad (1 peso = 1 dólar) viajando por el mundo hasta que el carruaje volvió a convertirse en calabaza

A menos de dos meses del fin del gobierno kirchnerista, no existe un clamor popular contra Cristina Fernández ni mucho menos. Un 30 por ciento del electorado aprueba su gestión.

De la década K, otro tercio totalmente en contra y un tercer tercio que observa cosas buenas y malas.

La oposición, en tanto, encarna no un modelo político-económico y social diferente, sino que a grandes rasgos, propone cambiar el estilo de gobierno y el modo de administrar el tesoro. Scioli y Macri tienen en su mente planes ambiciosos de infraestructura y la idea de atraer inversiones a partir de un nuevo reracionamiento con el mundo y con los organismos financieros de crédito. No hay grandes diferencias.

En ese esquema, el próximo domingo quedará reflejado si el argentino vota con el bolsillo únicamente. Esto es, oficialismo si cree que no hay crisis económica y oposición si percibe que hay en ciernes una crisis. O si por primera vez en mucho tiempo, el argentino decide darle la oportunidad a otra opción política, arriesgar.

Scioli se sincera y Macri piensa en noviembre

A 50 días de las elecciones generales del 25 de octubre, Scioli salió a jugar fuerte, no sólo desmarcándose ya del cepo kirchnerista sino desafiando a su principal rival, Mauricio Macri, a informar quiénes lo acompañarán en un eventual gabinete nacional.

Mientras muchos vaticinaban dos meses atrás que Carlos Zannini iba a ser un “cepo” para Scioli, que Cristina Fernández iba a mover los hilos de un eventual gobierno desde El Calafate y que La Cámpora se transformaría en una suerte de policía para hacer cumplir el “proyecto”, el candidato del Frente para la Victoria hizo lo que su chip le indica, lo que es su esencia: desmarcarse.

Zannini pasó a ser un islote dentro del archipiélago de nombres que está armando Scioli para su eventual gobierno y en el que la pura cepa kirchnerista está ausente.  “Está en otro poder, el Poder Legislativo”, ironizó un dirigente sciolista sobre el posible futuro del actual compañero de fórmula de Scioli. La excepción K serán Gabriel Mariotto y Jorge Taiana que también tendrían su despacho en el Poder Ejecutivo, aunque de seguro a nivel de Secretaría de Estado.

El círculo netamente sciolista ocuparía lugares claves para una eventual administración de Scioli. Alberto Pérez (Jefe de Gabinete), José “Pepe” Scioli (Inteligencia, la AFI), Oscar Cuartango (Trabajo), Alejandro Collia (Salud), Ricardo Casal (Justicia), Gustavo Marangoni o Martín Ferré (Anses), Carlos Gianella (AFSCA), Jorge Telerman (Cultura) y Gustavo Ferrari (Secretaría de Legal y Técnica).

En materia económica, el equipo estará compuesto por Miguel Bein (Finanzas), Mario Blejer (en otra área económica desde dónde se sentará con los organismos financieros internacionales), Silvia Batakis (Hacienda) y Miguel Peirano (Producción industrial).

Dirigentes que vienen de ser intendentes bonaerenses, también tendrán su lugar en un eventual elenco ministerial como Alejandro Granados (Defensa) y Fernando Espinoza (Territorios y Ciudades). En tanto dos ex funcionarios de segunda línea del gobierno de Cristina Fernández que continuarán serían Sergio Berni (Seguridad), Lino Barañao (Ciencia y Tecnología) y Diego Bossio, en un cargo aún a definir.

Los gobernadores que desembarcarían en la Casa Rosada son José Urribarri (Entre Ríos), Maurice Closs (Misiones) y Jorge Sapag (Neuquén), de quien siempre Scioli destacó su conocimiento en materia energética. En tanto el santafesino Omar Perotti suena para el Ministerio de Agricultura, Ganadería y Pesca, así como Daniel Filmus en Educación.

¿Le ofrecería Scioli la Cancillería al cordobés José Manuel de la Sota? Nadie en el círculo sciolista se anima a negar esa posibilidad pero tampoco quieren alimentarla, en medio de la competencia electoral y cuando “el Gallego” está jugando con Macri y Sergio Massa. Raúl Follonier hoy cumple la función de lobbista, mas que de canciller en las sombras.

Macri establece un juego distinto, apuntando directamente a un armado para un ballottage. El frente Cambiemos no cree que Scioli salga del amesetamiento en el que se encuentra e incluso se entusiasma con encuestas que otorgan una leve ventaja de María Eugenia Vidal sobre el candidato del FPV, Aníbal Fernández.

No fue casual en los últimos días las intensas reuniones de Aníbal con los intendentes bonaerenses, así como el encuentro del PJ bonaerense en Mar del Plata: Scioli sabe que necesita que los jefes comunales se metan más en la campaña para llegar a 45 puntos en territorio bonaerense. Y los intendentes consideran que los votos de Aníbal Fernández dependen exclusivamente de los votos que tenga Scioli.

Difícilmente Macri de a conocer los nombres de quiénes lo acompañarán en un eventual gabinete nacional. Porque no será estrictamente PRO sino que debería abrir la mano a sus socios del radicalismo y de la Coalición Cívica y, tal vez, hasta el Frente Renovador de Sergio Massa y al delasotismo.

Ocurre que Macri habla con Massa y con De la Sota. Quiere establecer un pacto en silencio de apoyo, entre las fuerzas opositoras, al candidato que llegue al ballottage contra Scioli. Hacer campaña juntos, llamar al voto por el aspirante opositor, establecer líneas generales de gobierno.

Para ello, el jefe de Fobierno porteño pretende que Scioli apenas lo aventaje por 4 o 5 puntos el 25 de octubre, e ir por todo en la segunda vuelta de Noviembre.

Por lo pronto, mañana la oposición volverá a mostrarse “unida” para pedir por mayor transparencia en los comicios del 25 de octubre. Los operadores políticos antikirchneristas saben que no hay tiempo, aunque el Gobierno quisiera, para resolver ese problema de fondo y hasta ahora es el mejor argumento que ha encontrado para cuestionar al oficialismo y hacerse eco en la sociedad.

Por eso resulta difícil que Macri salga a pelear con Scioli en el terreno que propone el dirigente peronista, el de los nombres que lo acompañarán en un eventual gobierno.

Cristina y Scioli, rivales en campaña

“Daniel Scioli es el mejor candidato para gobernar este país a partir de diciembre”, Cristina Fernández.

La frase nunca existió y, paradójicamente, hasta parece increíble que la Presidenta de la Nación pueda hacerla propia alguna vez, al menos de aquí hasta el 25 de octubre próximo, día de la elección general.

¿Por qué es poco factible que Cristina diga eso de Scioli? Se trata de la jefa de un proyecto, cabeza de una fuerza inexpugnable como el peronismo, que debería salir a defender, con uñas y dientes, y promover, con plenas convicciones a su candidato, su delfín.

Pero no. El larguísimo y errático discurso presidencial del jueves pasado dejó en evidencia que Cristina Fernández compite con Scioli, no lo considera ni su heredero ni su prolongación en el poder.

Días atrás, Scioli viajó a Tucumán para respaldar al por entonces candidato a gobernador por el oficiallismo, Juan Manzur, haciendo gala de un peronismo tradicional, pocas veces ejercido por Néstor y Cristina Kirchner.

“Manzur es el mejor candidato para gobernar Tucumán. Es el más preparado y la garantía para cuidar lo logrado”, exclamó Scioli del candidato, anoche, ganador de las elecciones provinciales. ¿Si Scioli dijo eso de “su” candidato, por qué Cristina no hace lo mismo con “su” candidato, Daniel Scioli?

En algún momento, experimentados dirigentes peronistas avalaban que la Presidenta no encumbrara a Scioli, porque eso significaría trasladarle por anticipado todo el poder, ante la posibilidad que llegue a la Casa Rosada, y autovaciándose de poder ella. Comprensible, en lenguaje político.

El libro “La silla del Aguila”, del mexicano Carlos Fuentes, le dedica un tramo importante de esa obra obligada del mundo político a describir cómo el poder puede escurrirse de las manos de un Presidente en el momento en que designa a su “delfín”, a su “sucesor”.

Ahora bien. Tras unas PASO en la que Scioli aventajó por 9 puntos al frente Cambiemos, que lleva como candidato a Mauricio Macri, lo cual si se repite significa un ballottage entre ambos y un futuro incierto para el peronismo-kirchnerismo, y faltando apenas dos meses para las elecciones presidenciales, ¿cuándo se supone que Cristina entronizará a Scioli? Quizás, nunca.

No sólo no defendió ni ordenó salir a defender a su candidato cuando la oposición aprovechó el error de Scioli  de viajar a Italia en medio de las inundaciones en la provincia de Buenos Aires para atacarlo por todos los flancos, sino que ni siquiera enarbolo el “triunfo” de las PASO llamando a profundizar la tendencia y ganar en primera vuelta, sino que además, sigue gobernando como si su mandato no se terminara en diciembre.

¿O acaso el proyecto de ley que la Presidenta envía al Congreso para prohibir la venta de las acciones del Estado en las empresas energéticas y de servicios públicos, salvo que haya una aprobación de los dos tercios del Poder Legislativo, fue consensuado con Scioli? De ninguna manera.

El compañero de fórmula de Scioli, Carlos Zannini, también dejó en claro que responde a la Presidenta y no al candidato presidencial del Frente para la Victoria. De otra manera no podría explicarse su desaparición en medio de la lógica embestida opositora contra el gobernador bonaerense. ¿Por qué Zannini no salió a poner la cara por Scioli?

Todos estos interrogantes responden, ni mas ni menos, a que Cristina Fernández comete en plena campaña el sincericidio de dejar en claro que Scioli es su candidato por conveniencia, para intentar la supervivencia del kirchnerismo como tal. No por otra cosa.

No obstante, el PJ –gobernadores e intendentes- ya están alineados detrás de Scioli, tenga un perfil ultrakirchnerista o peronista ortodoxo. Como dijo alguna vez el intendente de Tres de Febrero, Hugo Curto, cuando en una reunión privada Florencio Randazzo, por entonces precandidato presidencial, comenzó a hablar loas del modelo y de la necesidad de fortalecer el proyecto nacional y popular: “Florencio, de qué proyecto me hablás, nosotros queremos ganar las elecciones”.

Sin embargo, no es casual que Scioli haya mantenido en los últimos días una maratón de reuniones con intendentes bonaerenses, luego de advertir que en muchos municipios, los jefes comunales obtuvieron mas votos que el candidato presidencial.

En el inicio del año electoral, se esperaba que quien traccionara votos para las arcas de los candidatos a gobernador bonaerense e intendentes fuera Scioli y no al revés. ¿Qué sucedió en el medio? Lo que en un principio pareció ser la “unidad” finalmente entre el PJ tradicional y el kirchnerismo gobernante, no es tan así.

¿Jugarán los intendentes para sí, dejando de lado al candidato presidencial? No parece lógico, aunque ese fue el reflejo de las PASO.

La máxima conductora del kichnerismo, Cristina, hasta ahora ha dado muestras que con el sciolismo tiene apenas algunas cosas en común. Por eso no fue casual que el búnker de Scioli en la noche del “triunfo” en las PASO, en el Luna Park, no contara con el colorido festejo de La Cámpora, sino más bien con dirigentes y militantes K, mezclados con Moria Casán.

La campaña vacía

A 28 días de las elecciones primarias, ¿es posible que la Argentina llegue a elegir a un Presidente que no se sepa qué va a hacer con los principales problemas que aquejan a los argentinos, como la inseguridad, el desempleo, el narcotráfico o la corrupción?

Daniel Scioli (Frente para la Victoria) no explica cómo va a erradicar el narcotráfico que ha crecido peligrosamente en la Argentina al decir del propio Papa Francisco ni tampoco cuál va a ser su política exterior; Mauricio Macri (PRO) no dice de qué manera va a erradicar el cepo cambiario y la inflación tan rápidamente como alguna vez sugirió ni tampoco cuáles serán sus primeras medidas para luchar contra la inseguridad.

A cuatro semanas de las Primarias Abiertas Simultáneas y Obligatorias (PASO), que definirá cuántos votos tiene el oficialismo y cuántos la oposición, el electorado votará a ciegas en lo que a propuestas se refiere. La mayoría votará, en cambio, sensaciones, suposiciones, interpretaciones o fantasías sobre la vida o apariencia de uno u otro candidato a la Casa Rosada, pero nadie sabe qué harán si llegan al máximo poder político de la Argentina.

La polarización de la elección presidencial 2015 muestra a los dos protagonistas vacíos de propuestas, no porque nos las tengan, sino porque es “políticamente incorrecto” desde el punto de vista de la estrategia diseñada por los equipos de campaña, explicar cómo solucionarán los problemas que aquejan a los argentinos.

Apenas hubo algún cruce entre Scioli y Macri en torno a la continuidad o no de políticas del kirchnerismo como la estatización de YPF, de Aerolíneas Argentinas y de los fondos de la Anses, así como la Asignación Universal por Hijo (AUH), los planes sociales, el programa Fútbol para Todos (FPT) o la planta de Estado Nacional.

Mientras, el resto de los candidatos que corren detrás como Sergio Massa y José Manuel de la Sota de Una Nueva Alternativa (UNA), o Margarita Stolbizer (Progresistas), son lo que mas propuestas plantean en torno a la Educación, la Salud, la Seguridad con la reforma del Código Penal o el ataque a la corrupción.

Está claro que la necesidad de captar votos y de meterse en la pelea presidencial los obliga a Massa, De la Sota y Stolbizer a especular menor, porque es mucho mas lo que tienen para perder.

Hasta el momento, la campaña preelectoral estuvo caracterizado por un falso dilema: “continuidad”, el kirchnerismo, o “cambio”, el macrismo. ¿Por qué es falsa? Porque ni Scioli representa la plena continuidad del proyecto kirchnerista ni Macri cambiará todo lo actuado hasta ahora, sobre todo cuando se habla de planes sociales como la AUH, o algunas estatizaciones como los fondos de la Anses, Aerolíneas e YPF.

Suena bien el slogan la “continuidad” versus el “cambio”, pero todo es superfluo como los argumentos con los que hasta ahora cuentan los votantes para elegir por uno u otro candidato.

El gurú de Macri, el ecuatoriano Jaime Durán Barba, le ha aconsejado a su candidato a principio del año, cuando el actual Jefe de gobierno porteó se había comprometido a eliminar impuestos y a acabar con la inflación y el cepo cambiario inmediatamente, ahorrarse las propuestas.

Durán Barba hizo hincapié en las elecciones brasileñas en las que asesoró a Marina Silva y puso cómo ejemplo qué ella planteó una serie de propuestas de gobierno que fueron muy criticadas por lo que debió poner sus energías en aclararlas y terminó desgastándose y diluyendo sus posibilidades electorales. Macri le hizo caso.

Lo de Scioli tiene otro perfil porque tratándose del candidato del gobierno, el electorado sabe qué hizo y qué no hizo el kirchnerismo en estos 12 años como para avalarlo o no. Sí está claro que el actual gobernador bonaerense debería estar preocupado por atraer el voto de los argentinos que consideran que el Frente para la Victoria no hizo suficiente para combatir el narcotráfico, la inseguridad, la inflación y la falta de energía. Pero de eso no se habla.

Es de esperar que para octubre, la sociedad esté votando programas de gobierno, además de nombres, pero tal vez sea demasiado tarde. El voto “a ciegas” que emitirá el 9 de agosto próximo, seguramente posicionará al candidato oficialista y a un rival opositor –posiblemente Macri, si es que Massa no da una sorpresa- y serán ellos dos los que concentren, sin haberse comprometido a mejorar nada de la Argentina que viene, el voto de octubre.

Triunfos repartidos que mantienen el suspenso para las presidenciales

Ni Mauricio Macri ni Daniel Scioli pudieron cerrar una jornada de verdadero festejo a nivel nacional y debieron contentarse con triunfos distritales, importantes para la construcción política de sus fuerzas pero que no pudieron convertirse en aportes reales a los proyectos presidenciales de cada uno de ellos.

La “ola amarilla” fue contemplada por el PRO a principio de 2015 como un cierre de mitad de año, el 5 de julio por la noche, con un festejo de máxima: las victorias en las elecciones de Santa Fe -con Miguel del Sel-, en Córdoba -con la coalición que tanto costó construir entre la UCR, el PRO y el juecismo- y por supuesto en la Ciudad, en primera vuelta si era posible.

Sin embargo, ese objetivo comenzó a diluirse con el traspié santafesino, en una larga y oscura noche de Del Sel que chocó contra los “aparatos” socialista y peronista, algo que el gurú ecuatoriano Jaime Durán Barba siempre relativizó pero que terminó costándole al PRO dos provincias de las “grandes”.

Precisamente, Córdoba también significó un traspié para el proyecto “Macri Presidente”. No porque el resultado de anoche sorprendiera con la victoria del delasotista Juan Schiaretti sobre el radical Oscar Aguad, sino porque Macri depositó toda su confianza en armar un frente, pese a su marcada heterogeneidad como juntar a los radicales con Luis Juez, además del ex árbitro Héctor Baldassi, creyendo que podía ganarle al oficialismo la provincia.

En el bunker macrista se conformaban con saber que Macri sigue siendo el candidato presidencial mejor posicionado en la provincia mediterránea.

La Ciudad de Buenos Aires fue la única brisa de aire fresco que recibió el PRO, aunque la idea de disputar una segunda vuelta le quitó el sabor pleno de un festejo y deja, aunque sea por dos semanas, con las manos vacías a Macri.

Salvando las distancias, tampoco fue una gran noche para Scioli y la meta que se planteó. En lo que va del cronograma electoral 2015, el kirchnerismo ganó sólo tres de las nueve provincias que se pusieron en juego. Además del triunfo del peronista Sergio Casas en La Rioja, el Frente para la Victoria se impuso en Salta con Juan Manuel Urtubey y en Tierra del Fuego de la mano de Roxana Bertone.

Lo preocupante es que la oposición se impuso en cuatro de los cinco grandes distritos: Mendoza, Santa Fe, Córdoba y Ciudad de Buenos Aires, que juntos suman casi el 30 por ciento del electorado nacional. Mas aún, en los tres últimos, el kirchnerismo salió tercero.

Así como el peronismo recuperó Tierra del Fuego, en el “Superdomingo” de ayer por primera vez el kirchnerismo quedó relegado a ser la tercera fuerza en la Capital Federal, ya que ECO de Martín Lousteau no sólo disputará el ballottage sino que se consolidó como la segunda minoría en la Legislatura porteña.

A partir de hoy a nivel nacional comienza otra etapa de la campaña electoral, en la que el mapa de la Argentina, si se mantiene la polarización, se dividirá como un River-Boca en sciolistas y macristas.

Obviamente Una Nueva Alternativa (UNA) de José Manuel de la Sota y Sergio Massa intentará consolidar un nicho electoral de peronistas antikirchneristas, así como Margarita Stolbizer explotará la beta progresistas. Pero lo más probable es que las PASO de agosto terminen blanqueando la polarización cuyo destino es impredecible.

Mas allá de la “sensación” de continuidad que el Frente para la Victoria ha instalado en la opinión pública, cuando se observan las encuestas mas serias, el resultado siempre es el mismo: entre 3 y 5 puntos de diferencia entre Scioli y Macri. En otras palabras, teniendo en cuenta el error estadística, un empate técnico.

Ni la ola amarilla llegó para recrear la idea de “Macri Presidente”, ni la ola naranja arribó para establecer con una sucesión de triunfos provinciales la percepción de un “Scioli Presidente”.  Ambos deberán salir al campo de juego para ganarse los votos que le permita a uno de ellos ser el próximo Presidente de la Nación

CFK y el dilema Insaurralde

La presidenta Cristina Fernández se enfrenta por partida doble a una decisión que puede marcar a fuego el futuro del Frente para la Victoria: inclinarse por candidatos kirchneristas que no traccionan muchos votos corriendo el riesgo de perder la Nación y la provincia de Buenos Aires o avalar el pragmatismo peronista y abrazar a los candidatos que mejor miden en el amplio oficialismo.

“Puede gustar o no, pero la dupla Scioli presidente, Insaurralde gobernador es la mejor, lejos, y nosotros queremos ganar”, razonó un intendente de uno de los principales municipios del Conurbano bonaerense.

Bajo la mirada cristinista, el caso de Martín Insaurralde tiene matices similares al de Daniel Scioli. Se trata de un dirigente que construyó una imagen en la provincia, en gran parte basada en su esposa Jssica Cirio y en sus incursiones farandulezcas de la mano de Marcelo Tinelli, que le es propia y no depende ni del Gobierno, ni del kirchnerismo.

Si bien es un dirigente “construido” por la propia Presidenta cuando decidió ponerlo a la cabeza de la lista de candidatos a diputados nacionales por la provincia allá por 2013, en momentos en que el oficialismo pretendía evitar o al menos no perder por goleada con Sergio Massa, a esta altura, aún vacío de propuestas políticas, Insaurralde cuenta con votos propios, cuya volatilidad es discutible.

El problema de Cristina Fernández reside en sus limitaciones de conducción. Néstor Kirchner no sólo llevó a Scioli como vicepresidente sino que lo utilizó para hacerse de la provincia de Buenos Aires, pero siempre conduciéndolo y no permitiendo que se le cruzara por la cabeza irse del Frente para la Victoria. Cuando la relación se tensaba, Kirchner bajaba y ensayaba un gesto conciliador para que Scioli nuevamente se alineara con el resto de la tropa.

Cristina, en cambio, no quiere conducir a ese tipo de dirigentes “ni”; mas aún, exige pleitesía de todos, y el que no está de acuerdo, que se vaya. Como admitió días atrás la Presidenta, cuando relataba que la llevó a tomar la decisión de operarse de la cabeza, con los riesgos que implicaba: jugar a todo o nada. Pero en la política no prima la opción entre “blanco” o “negro” sino que hay grises, matices o, como suelede decirse en clave peronista, a veces “es necesario tragarse algunos sapos”.

Paradójicamente, los momentos en que mas argumentos tuvo Scioli para romper con el kirchnerismo fueron tras la muerte de Néstor Kirchner y en su fría relación con la Presidenta. Trazando un paralelo, Insaurralde fue mas allá y, sin ninguna conducción por parte de Cristina, quien lo dejó a la deriva después de la derrota electoral del 2013 y ni siquiera lo invitó a tomar el té en Olivos para “conservarlo en el redil K”, el lomense hizo su camino y coqueteó con quien era la nueva estrella política, Sergio Massa.

Cuando Massa comenzó a descender en las encuestas y el escenario electoral se polarizó entre Scioli y Mauricio Macri, Insaurralde decidió y prefirió quedarse en el FPV y candidatearse a gobernador bajo el ala sciolista. ¿No es acaso una especulación política válida? ¿El peronismo no se ha caracterizado por priorizar a los dirigentes que tienen votos, mas allá de su estilo? Esa es la contradicción que debe resolver Cristina Fernández.

Semanas atrás, durante una reunión del otro precandidato presidencial fuerte del kirchnerismo, Florencio Randazzo, con intendentes peronistas y luego de que el ministro explicara la importancia de continuar el proyecto kirchnerista, uno de los caciques del conurbano bonaerense lo paró en seco: “Florencio, qué venis a hablarme del proyecto, a nosotros nos interesa ganar”.

La decisión de Insaurralde de competir por la gobernación fue duramente cuestionada por el kirchnerismo, que le recordó su protagonismo en el programa “Bailando por un sueño” o le sugirieron ir por la reelección en Lomas de Zamora. Rápido, el actual intendente se comparó con Scioli al señalar que, al igual que el gobernador, ahora es criticado por los K pero cuando vean que es el candidato que mas mide, lo aceptarán.

La desconfianza de Cristina Fernández en Scioli y hasta en el propio Randazzo, lleva a la Presidenta a buscar encorsetar al gobernador bonaerense, el candidato K mejor posicionado, buscándole un compañero de fórmula ultrakirchnerista, Axel Kicillof o Eduardo de Pedro.

Sin embargo, un problema similar se le plantea en la provincia de Buenos Aires. Insaurralde, según distintos sondeos, estaría por arriba de otros postulantes, todos ellos ultrakirchneristas, como Julián Domínguez, Diego Bossio o Patricio Mussi. Demás esta decir que, representando casi el 40 por ciento del electorado nacional, la provincia de Buenos Aires es clave para cualquier dirigente que aspire a la Casa Rosada.

¿Apostará Cristina a una fórmula “Scioli presidente, Insaurralde gobernador” si fuera la mejor posicionado en intención de votos? ¿Echaría a Insaurralde del Frente para la Victoria, obligándolo a ir por afuera o, quizás, como candidato de Macri?

Néstor Kirchner tal vez hubiera apostado al tándem Scioli-Insaurralde, si lo acercaba más a un triunfo, haciendo todo por encorsetarlos y para que el kirchnerismo sobreviva.

Telaraña kirchnerista

La posible candidatura de Cristina Fernández a diputada nacional por la provincia de Buenos Aires o al PARLASUR, guarda bajo llaves un interrogante que preocupa al peronismo. ¿Su nombre en la boleta le suma o le resta votos al candidato presidencial oficialista?

Pero no solo la posible candidatura de la mandataria transmite inquietud en gobernadores e intendentes del PJ. Axel Kicillof o Eduardo “Wado” de Pedro como probables compañeros de fórmula de Daniel Scioli, ¿traccionan votos a la candidatura del gobernador bonaerense en su carrera hacia la Casa Rosada o los ahuyentan?

De seguro, si el postulante del Frente para la Victoria termina siendo Florencio Randazzo, para sorpresa de todos, la mandataria traccionará mas votos que su delfín. Ahora bien, si como marcan las encuestas el candidato del oficialismo es Scioli, la duda se acrecienta.

Está claro que el antikirchnerismo y la franja del electorado “ni” podría llegar a digerir a Scioli, a partir de sus permanentes cotocircuitos con Néstor y Cristina Kirchner, su impureza K y su amplio relacionamiento con todo el arco peronista y con los opositores. Lo que no avalaría de ninguna manera es que Cristina fuera en la misma boleta.

El combo para Scioli podría complicarse aún mas si la Presidenta decide que Kicillof o De Pedro vayan por la vicepresidencia. Automáticamente, el salvavidas de plomo lucirá en el cuello de Scioli.

El ministro de Economía es el mejor candidato que tiene La Cámpora para una incursión electoral. Aunque, está claro, para ir como “segundo de”, porque carece de aceptación, imagen e intención de voto suficiente para competir como postulante presidencial en las PASO del Frente para la Victoria.

¿Kicillof como vice de Scioli, sería piantavotos? En las elecciones generales de octubre, probablemente. Basta con remarcar la reciente demostración de la ignorancia del ministro respecto del trabajo periodístico.

Luego de cometer el error de afirmar que “no” tenía el número de pobres porque sería algo “estigmatizante”, ensayó una rídicula e inverosímil defensa que denota el desconocimiento de la labor de la prensa.

“Quiero denunciar esta maniobra y tendencia y forma de actuar: me hacen una entrevista de una hora y después toman una frase suelta, de una pregunta lateral, y con eso arman una agenda de lo que ellos quieren tratar”. Alguien debería explicarle al ministro que cualquier periodista titula con una frase un artículo periodístico, al que desde ya sacará del contexto de una nota general, sin alterar el espíritu de lo que quiso decir el entrevistado. No es tan difícil.

Entre el rechazo que genera Kicillof en un sector del electorado y el manejo discrecional que haría en el contacto con los medios si fuera candidato a vice de Scioli, claramente sería un factor de fuga antes que de tracción de votos para el actual gobernador.

Tal vez distinta sea la actitud del camporista De Pedro, si le toca cumplir con ese rol. Claro está que la agrupación a la que representa tiene peor imagen aún, por su destrato a los medios que no son oficialistas, lo cual tampoco sería un aporte a la carrera presidencial del oficialismo.

Quizás a a los fines de la interna, tanto el ministro de Economía como el joven Secretario General de la Presidencia sumen, a raíz de su identificación con “el modelo” para el público kirchnerista. Pero en las elecciones generales, las necesidades son otras.

Lo mejor que le puede pasar a Scioli es que la Presidenta le permita deisgnar a su compañero de fórmula y a su candidato a la gobernación bonaerense que compita con el resto. Sin importar, incluso, que la lista de legisladores nacionales sea diseñada por Cristina sin consenso alguno.

Pero si el mandatario provincial tiene que “lidiar” con un vice “piantavotos” y la presidenta como candidata a legisladora, será muy empinada la pendiente que Scioli deberá sortear, sobre todo si hay un ballottage con Mauricio Macri.

El dedo de CFK

El adelanto de la campaña electoral, prevista formalmente para mediados de 2015 pero que durante todo el 2014 fue presentando a los principales candidatos, se convirtió en un dolor de cabeza para la presidente Cristina Fernández.

Si bien luego de la derrota en las elecciones legislativas del 2013, que enterraron cualquier posibilidad de re-reelección de Cristina Fernández, muchos sectores de la oposición pensaron que el oficialismo o el peronismo oficialista estaba terminado, la realidad viene demostrando que no es así.

Si bien este año comenzó con un Daniel Scioli como el principal competidor oficialista en tercer o cuarto lugar en la mayoría de las encuestas, sobre el fin del año el gobernador bonaerense culmina peleando cabeza a cabeza con Mauricio Macri o, en el peor de los casos, con Macri y con Sergio Massa.

¿Cómo puede hacer Cristina Fernández para no respaldar la candidatura de Scioli?

Si la Presidente optara, como aspiran muchos precandidatos del Frente para la victoria como Florencio Randazzo, Sergio Urribarri, Julián Domínguez o Agustín Rossi, por elegir un candidato “mas kirchnerista”, que no sea el bonaerense, estaría dejando de lado al candidato que mas mide en cualquier encuesta. ¿Cristina puede darse el lujo de apostar a perdedor? A esta altura, no.

Pero además, un gesto de Cristina contra el mandatario bonaerense, a quien sus pares de otras provincias aceptan como el principal aspirante del oficialismo a la Casa Rosada, hoy sería boicotear la principal carta que tiene el peronismo para continuar siendo gobierno mas allá del 2015. Difícilmente los gobernadores peronistas que planean retener sus provincias, así como los intendentes de todo el país, aceptarían una jugada, por más que venga de la jefa de Estado, que haga correr riesgo su permanencia en el poder.

Tal vez la decisión mas acertada que debería tomar la primera mandataria sea la de levantarle la mano al vencedor de las internas del Frente para la Victoria, sin tallar a favor de uno u otro postulante.

¿Es posible para la Presidente y para el kirchnerismo encorsetar a Scioli?

La fantasía política sostiene que Cristina podría designarle a Scioli su compañero de fórmula, alguien de paladar negro, así como nombrarle la totalidad de la lista de legisladores nacionales. No obstante, es sabido, el rol del vicepresidente en la Argentina es meramente decorativo y protocolar. En lo que hace al ejercicio del poder, un vicepresidente puede estar o no, da lo mismo. Si no, habría que preguntarle a Amado Boudou, sin quien la Presidente puede gobernar el país, tranquilamente.

Ya hubo un intento de Cristina Fernández de nombrarle a Scioli un comisario político en la provincia, tal como ocurrió con Gabriel Mariotto, a quien designó candidato a vicegobernador de prepo, sin consultar a Scioli. ¿Qué pasó? Mariotto hoy es uno de las principales espadas sciolistas en la provincia.

La misma fantasía habla de hacer ingresar al Congreso Nacional a dirigentes que respondan a Cristina Fernández cuando haya dejado el poder, de manera tal de mantener latente al kirchnerismo.  ¿Es necesario explicar que los diputados responden al partido y ese partido en la mayoría de las veces responde al Presidente?¿Acaso no ha pasado ya, en la reciente historia argentina, que la lapicera del Presidente es mas fuerte que cualquier liderazgo ideológico?

La suerte de Scioli podría estar en manos del radicalismo. El frente UNEN está prácticamente destinado al fracaso como tal si participa con la integración de fuerzas que hoy presenta. Su principal candidato, que según la encuesta varía entre Julio Cobos y Hermes Binner, no supera el 7 u 8 por ciento de los votos.

Tal como lo plantean algunos dirigentes, la única manera que UNEN pueda aspirar a la Presidencia sería estableciendo alguna alianza con otros referentes opositores como Macri y/o Massa. Si la UCR decidiera, unilateralmente, establecer un frente con el PRO o el Frente Renovador, automáticamente ese espacio pasaría a pelear el primer lugar con el gobernador bonaerense.

¿Está el radicalismo en condiciones de romper con UNEN? En marzo próximo, inevitablemente la UCR se reunirá para analizar el escenario electoral. Las opciones, proyectadas en el tiempo, serían permanecer en UNEN pero sin ninguna posibilidad de llegar a la Casa Rosada mas que ganar algunas provincias o bien establecer algún frente con otras fuerzas.

Obviamente, la segunda decisión haría volar por los aires al frente de centro-izquierda, ya que tanto los socialistas de Binner, como Proyecto Sur de Pino Solanas dejarían el espacio. Aunque Elisa Carrió podría mantener sus pies adentro, si la sociedad se establecer con el PRO de Macri.

Lo único claro a esta altura es que tres candidatos por la oposición –Macri, Massa y Cobos o Binner- es demasiada ventaja para el Frente para la Victoria, Peronismo oficialista o como se llame, que viene ratificando en cada encuesta que se hace, que contiene alrededor de un 30 por ciento de adhesiones y que, de ninguna manera, eso se traduce en que el principal referente opositor recaudaría automáticamente el 70 por ciento restante. Sencillamente porque Scioli, para mucha gente, no es considerado un kirchnerista, sino como él mismo se definió recientemente: peronista, cuyo partido es el núcleo del Frente para la Victoria.