Carta a los jóvenes rebeldes

Yamil Santoro

La rebelión no se enseña, se aprende. La rebelión es un proceso solitario. Es un ejercicio de la voluntad que consiste en cuestionar una orden expresa o implícita. Consiste en no hacer lo que se debe hacer. En reemplazar el debo por el quiero. Esto resulta difícil. Nos pasamos la primera etapa de nuestra vida aprendiendo a obedecer la autoridad de turno: padres, religiones, profesores, grupos, televisión, son sólo algunos de los que te dirán qué hacer y cómo hacerlo. Y desviarse acarrea un castigo.

Para saber qué se quiere uno debe conocerse. Hay una diferencia entre ser humano y ser persona. Ser humano es un hecho fáctico, explicado por la biología. Alcanza con una foto.

Para poder rebelarse hay que ser autoconciente, hay que saber escucharse. En el hedonismo encontrarás probablemente el camino más eficiente para hacerlo. Aprenderás a escuchar tus apetitos. A asumir y querer a tu cuerpo como instrumento de placer y como el confín de tu existencia. No es casual que las morales del poder te piden que renuncies a tu cuerpo y a tus pasiones. Hay una fuerza expansiva, explosiva, vinculada al deseo.

Sin deseo es imposible rebelarse. Sin deseo ser obediente siempre es la fórmula que ofrece mayores beneficios. Sin deseo no hay angustia, no hay frustración, no hay tensión. Te van a enseñar qué decir y qué callar. Y probablemente tras un par de tensiones aprendas a reprimir tus diferencias en nombre del “orden” y otros sinónimos como normalidad, paz o estabilidad que esconden infinidad de intereses y presupuestos.

Tiananmen

Te tengo una buena noticia. Si los dispositivos del poder hicieron bien su trabajo ni llegarás a tener una idea prohibida. Probablemente aprendas a rechazarla antes de que nazca o la descartes antes de que llegue a sembrarte una duda considerándola fantasiosa o descabellada. Tu ignorancia te traerá paz y tu silencio salud.

Para que un problema exista, alguien tiene que identificarlo. Las circunstancias siempre están ahí, es cuestión de las personas interpretarlas y establecer las relaciones que permitan definirlos. Definir es una herramienta fundamental de la construcción de poder. Construir una voz lleva tiempo, ejercicio. Tener voz implica ser distinto a la masa, al montón, al colectivo. Los obsecuentes llevarán en alto la bandera de la decencia, de lo políticamente correcto y serán, sin saberlo, carceleros.

Los que se benefician de la masa procurarán taparte la boca, quitarle tinta a tu pluma y acusarte de loco o traidor. Pensar nunca será bien recibido a la larga dado que tiende a cuestionar las relaciones de poder que las personas, naturalmente, intentan constituir. Pensar el camino hacia tu propia identidad será tu maldición y tu condena será la libertad.

Hace muchos años un investigador, Stanley Milgram, demostró que si a una persona se la pone en una posición de crisis delegará la decisión al grupo y a la autoridad del momento asumiendo un rol pasivo conocido como “estado agéntico”. La ética personal es desplazada y prima la obediencia. La gran mayoría de las personas recurre a este mecanismo para someterse a cosas que no quiere y hacer lo que no desea. Deposita sus contradicciones en la masa y lava sus culpas. Hannah Arendt aportó también algunas ideas relacionadas al explicar la banalidad del mal y cómo alcanza con la obsecuencia para reproducir y fortalecer valores destructivos y enfermizos.

Vas a vivir tu vida solo. Sólo vos vas a experimentar tus dolores y tus alegrías. No podrás transferir ni una sensación. El mismo abismo te separa de los otros a quienes sólo podrás acceder por imágenes parciales, limitadas, efímeras. Deseo que podamos vivir la individualidad como la posibilidad única de dejar una huella y de disfrutar lo que nos rodea.

La meca de todo rebelde es construirse a uno mismo. En el camino te encontrarás a muchos que perdieron las alas y se arrastran. No dejes que corten las tuyas ni que te roben la pasión, aunque por suerte la pasión es contagiosa.