Nuevos problemas políticos

Yamil Santoro

¿Cómo pueden pensarse políticas de “largo plazo” cuando la tecnología transformará radicalmente nuestra capacidad de dar respuesta a los problemas?

La política suele ir en dirección opuesta al futuro. La tecnología evoluciona a pasos agigantados y mucho de lo que está por venir cuestionará fuertemente nuestra manera de pensar los problemas y las soluciones. Mientras escuchaba la charla “el futuro del futuro” de Santiago Bilinkis comencé a imaginar los desafíos que enfrentan las instituciones políticas y los políticos en general.

La burocracia es un instrumento de gobierno que generalmente va a contramano de los avances tecnológicos. A pesar de las buenas intenciones de las autoridades de turno, la capacidad de respuesta de la administración pública es por definición lenta y no suele alejarse mucho de lo que ya viene haciendo. Con lo cual nos encontramos con que la estructura gubernamental tiene un esquema de toma de decisiones que suele ser lento e incrementalista mientras que la tecnología avanza con una vertiginosidad enorme y con una lógica exponencial.

A pesar de la inercia burocrática, las nuevas tecnologías presionan a los gobiernos para que abandonen prácticas oscurantistas. Fomentan la supervisión cívica de los actos de gobierno, la penetración del periodismo y achican el margen para la discrecionalidad. Logran afectar la calidad de la gestión de manera indirecta.

Vale destacar algunos esfuerzos que buscan captar o conocer los beneficios y desafíos que presenta el futuro. En esta línea, el Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires trajo en el marco del evento InnovatiBA a los investigadores de la universidad de la NASA, Singularity University, para que miles de empleados gubernamentales, académicos y vecinos puedan conocer algunas de las cosas que nos esperan.

Resulta imposible que las burocracias estén en condiciones de incorporar todos los beneficios que ofrecen los avances tecnológicos. Para poder hacerlo, debemos armar esquemas más flexibles donde se complemente la iniciativa pública con la privada. Por ejemplo, en Argentina impera el paradigma de financiar la oferta de los servicios públicos de salud y de educación. Si pasamos a financiar la demanda permitiremos que el Estado acompañe al progreso y que los fondos públicos se orienten a promover y premiar al progreso a la par de garantizar los beneficios de la Libertad.

El futuro se nos viene encima y corremos el riesgo de que aquel ente que procura garantizar el bien común, el gobierno, funcione más como una traba que como un promotor del progreso. Es responsabilidad de todos nosotros promover un Estado abierto a las oportunidades que nos ofrece el futuro. Podemos pelearnos con lo inevitable o tratar de surfear la ola desde temprano. Depende de nosotros.