Posibles escenarios ante el fin de la economía neoclásica

La “Metodología de la economía positiva” de Milton Friedman (1953) se ha constituido en un clásico de la literatura por disociar el irrealismo de los supuestos del que parte una teoría, de su validez o relevancia, señalando que aquello que debemos pedir a una teoría es que permita predecir, no describir correctamente el mundo.

El trabajo fue el origen de generaciones de economistas que han intentado desarrollar modelos económicos que se orienten al análisis cuantitativo y a la predicción, abandonando el análisis descriptivo, cualitativo de sus antecesores clásicos. Al respecto el Premio Nobel James Buchanan nos recuerda que su generación de economistas sentía “pasión por salvar el mundo”. Hoy, los alumnos que se acercan a las facultades de economía, son atraídos por el uso de la matemática.

Tras la crisis financiera internacional, y tras la incapacidad de dichas generaciones de economistas por predecirla, se han alzado cientos de voces de los más prestigiosos economistas del mundo, reclamando el fin de la economía neoclásica, alegando que para predecir los sucesos futuros que sobrevendrán en la economía real es necesario primero comprenderlo, y que los supuestos irreales son sólo un “juego” que distrae el intelecto de los economistas en un sentido opuesto al que se requiere.

Estos economistas señalan el abuso de la matemática en economía y abogan por el fin de los modelos de equilibrio general o parcial, con información plena o relevante, pidiendo el retorno de la filosofía de la incertidumbre y los desequilibrios.

Lo cierto es que más allá de este reclamo, la mayoría de los economistas siguen haciendo su ciencia como si nada hubiera ocurrido. Si el reclamo tendrá o no algún tipo de respuesta, aun no lo sabemos.

Es por ello que propongo un ejercicio. Imaginemos que los economistas deciden abandonar la síntesis neoclásica. ¿Qué escenario enfrentaría la profesión?

 

La economía neoclásica

Tratemos de dar respuesta primero a qué escuelas de pensamiento engloba la economía neoclásica. Qué es lo que en definitiva se pierde con tal hipotético suceso.

Desaparecería la economía monetarista o Escuela de Chicago, aquella iniciada en los trabajos de Irving Fisher, Frank Knight y Jacob Viner, que alcanzaran su máxima expresión en los escritos de Milton Friedman, y que ha dado lugar a numerosos premios Nobel, como el mismo Friedman, Gary Becker o Edmund Phelps.

También desaparecería la Nueva Macroeconomía Clásica, en la que contribuyeron John Muth, Robert Lucas, Thomas Sargent y Robert Barro, con sus modelos de expectativas racionales e “información relevante”. Esta escuela en cierta medida reemplazó al monetarismo de Chicago, absorbiendo a sus principales figuras y ocupando la escena en la vieja Escuela de Chicago.

En el mismo entorno, aparece el Public Choice o Escuela de la Elección Pública de James M. Buchanan o la Nueva Economía Institucional de Douglass North. Es cierto que James M. Buchanan aboga por estudiar la cataláctica de Mises y Hayek, y rescata la economía política, no matemática, pero por desgracia, gran parte de la teoría contemporánea de la Elección Pública ha sido moldeada por la corriente dominante. También es cierto que Douglass North o Ronald Coase han destacado el rol de las instituciones en el análisis económico, tan necesario como importante, pero los modernos desarrollos de la tradición, siguen también la corriente y el método mainstream.

No podemos olvidarnos de la síntesis neoclásica del keynesianismo. Aquella que John Hicks y Paul Samuelson, entre tantos otros, contribuyeron a formular, y que dominaron por unas tres décadas entre 1940 y 1970, hasta que la contrarrevolución monetarista entró en escena. Es importante señalar que los macroeconomistas hoy exigen abandonar el anticuado modelo IS-LM.

 

La economía heterodoxa

Quedan los autores previos a la revolución marginal, lo que de algún modo lleva a retornar hacia los griegos, la escolástica y especialmente los Clásicos. También queda la Escuela Austríaca de Economía, que más allá de que su fundador, Carl Menger, participó de la revolución marginal, nunca adhirió a la economía matemática y a los modelos de equilibrio (aunque la macroeconomía de Hayek sí se adhirió en los años 1930). Ludwig von Mises, sobre las bases de los trabajos de Menger y Böhm Bawerk reconstruyó la teoría económica en su tratado “La acción humana”, donde justamente abogaba por estudiar la economía partiendo del hombre de carne y hueso, y fijando todo el interés en el realismo de las implicaciones lógicas que se obtienen de la acción, la que es necesariamente individual, subjetiva y dinámica, además de estar enmarcada en un entorno de incertidumbre.

En el otro extremo, vuelve Karl Marx, aunque limitado a las preguntas que todavía no encuentran respuesta tras el debate sobre la imposibilidad del cálculo económico en el socialismo de 1920, y que se reprodujera en los años 1930, entre Lange y Hayek. En su ya clásico libro titulado “Socialismo, Cálculo Económico y Función Empresarial”, donde justamente repasa dicho debate, el propio Jesús Huerta de Soto señala que Marx, tiene “curiosas coincidencias con el análisis del proceso de mercado de los teóricos austríacos”.

También retorna John Maynard Keynes, como ha reclamado su biógrafo Robert Skydelsky. “Debemos distinguir al Keynes hombre, del Keynes mito”, señalaba Ricardo Crespo, quien agrega que Keynes en 1946 declaró no ser keynesiano”. Esto por supuesto da lugar también a los trabajos de Axel Leijonhufvud, quien intenta recuperar a Keynes de la síntesis neoclásica que se había construido sobre él.

Tampoco podemos olvidarnos de la Economía Social de Mercado, en la que ha contribuido Wilhelm Röpke, Ludwig Erhard y Walter Eucken y donde hoy se destacan algunos defensores modernos como Marcelo Resico.

Para terminar, existen numerosos movimientos heterodoxos que son menos conocidos, que han criticado el enfoque neoclásico y que reclamarían su lugar.

 

Un nuevo escenario

Un suceso hipotético como el mencionado, llevará a la profesión a retroceder, quitar aquello que no sirve, tomar aquello que queda, y ver dónde estamos.

Por supuesto que el debate entre Estado y Mercado continuará independientemente del lenguaje y los métodos que los economistas elijan para debatir. Pero lo dicho nos deja un escenario renovado y diferente.

Nos deja con algunos marxistas en defensa de un socialismo golpeado, tras la caída de todos los régimenes en el este de Europa y la imposibilidad de dar respuesta al planteo original de Ludwig von Mises en 1920. De hecho, la hipotética respuesta de equilibrio desarrollada por Oskar Lange y otros socialistas, considerada como un desvío indebido al debate, caería junto con la crisis del paradigma neoclásico.

Keynes resurge, pero su intervencionismo también está limitado a los procesos inflacionarios que supo generar en los años 1970 y que dieron lugar a la contrarrevolución monetarista y el resurgimiento austríaco. Difícilmente este keynesianismo vuelva a plantear la política monetaria y fiscal activa que reclamaba en los años 1930, o el mercantilismo proteccionista exacerbado que Keynes promovió en vida. Más bien, parecieran moderarse a que tales políticas sólo pueden ser útiles en circunstancias particulares como la de aquella gran depresión de los años 1930, o los sucesos que hoy mismo estamos enfrentando tras la gran depresión global.

La Economía Social de Mercado es todavía un movimiento demasiado pequeño, y no tiene hoy centros de investigación, más allá de las contribuciones de la Fundación Konrad Adenauer. Tampoco parece representar todavía una escuela de pensamiento independiente, ajena al keynesianismo y a la Escuela Austríaca de la cual se nutrieron originalmente, aunque sí puede permitir un diálogo fructífero entre éstos, y ofrecer un punto intermedio de política económica.

En la defensa de los mercados libres ya no habrá lugar para la Escuela de Chicago, lo que deja un monopolio en manos de la Escuela Austriaca, que recobró importancia en los años 1970 con el Premio Nobel a Friedrich Hayek, y que hoy incrementa su importancia con publicaciones científicas en variados campos.

Demás está decir que un suceso hipotético como el imaginado dará lugar a ciertos replanteos dentro de las escuelas de pensamiento caídas, como el monetarismo, el public choice o la nueva economía institucional, que posiblemente se reconstruyan y den lugar a nuevos movimientos.

¿Es posible un retorno al patrón oro?

Analistas económicos y políticos de posiciones diversas han coincidido en aseverar que la crisis financiera internacional encuentra su causa en la política monetaria que maneja la Reserva Federal de los Estados Unidos. Éstos no apuntan sólo a la mala política monetaria que creó la burbuja inmobiliaria, sino también al modo en que se ha administrado el dinero desde 2008 en adelante, depreciando el dólar y exportando con ello algunos problemas internos de Estados Unidos al resto del mundo.

Analistas de Estados Unidos, Europa y Asia empezaron a preguntarse entonces si es posible crear una alternativa a este inestable patrón dólar, y la primera respuesta que surgió no fue el euro, la libra, el marco suizo, el yen japonés o el yuan chino, sino un posible retorno al oro. El Congreso de Estados Unidos incluso creó una comisión a la que distintos teóricos e historiadores de la moneda y la banca han sido invitados para exponer sus posiciones.

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