Las viejas recetas de siempre

En el informe semestral “Perspectivas Económicas Globales 2014″, el FMI insiste en una serie de propuestas que promueven el ajuste del gasto público, la liberalización de mercados, la apertura comercial, reformas laborales tendientes a la precarización y baja de la intervención estatal y menor participación del Estado en las problemáticas sociales. Efectivamente han pasado más de 25 años desde el Consenso de Washington, sin embargo las políticas pregonadas desde el organismo internacional distan de haberse actualizado incluso frente a las crisis que aquejaron durante estos años tanto a países en desarrollo como a las principales economías del mundo.

El FMI insiste con las soluciones neoliberales de siempre: eliminación de las barreras de ingreso a los mercados de productos y servicios; control de la inflación con políticas restrictivas; ajuste fiscal, etc. En su Boletín del 9 de abril, el FMI refuerza estas ideas enumerando una serie de medidas tendientes a mejorar las cuentas nacionales de las economías emergentes a través de un ajuste fiscal, con el fin de lograr recuperar la “seguridad” del inversor y el ahorro interno. Para conseguir estos objetivos plantea mayor “eficiencia” en los servicios públicos (salud, educación) “sin recortar drásticamente los servicios”. Lo propio en las pensiones públicas. Dentro de las herramientas para lograr estos propósitos, además, menciona explícitamente el aumento de la edad de las jubilaciones y el ajuste en las cotizaciones y prestaciones. Al analizar estas recetas, vuelven a la memoria del pueblo argentino las imágenes de los recortes del año 2000 y 2001, pero también las actuales de Grecia e Italia. En cuanto a los sueldos, plantea aplicar un control a través de reformas estructurales, es decir, mayor precarización, flexibilización y menores ingresos.

La experiencia en nuestro país en la década del 90, como en Europa en la actualidad, muestran que estas recetas sólo conducen al desempleo masivo, recesión de la actividad económica y el estallido social.

Particular atención merecen las críticas que, a lo largo del informe, el FMI realiza contra Argentina y Venezuela. Con un clarísimo sesgo ideológico que permite augurar futuros de rosas para sus alumnos ejemplares como España y Paraguay, pero a la vez un desalentador futuro para quienes cometen la osadía de no aplicar ajustes a los sectores populares. Afirma entonces que la actividad económica se va a frenar notablemente durante el 2014. Para desincentivar la potencial inversión extranjera y nacional en estos países “rebeldes”, recurre a conceptos ya conocidos como la falta de reglas claras, el clima de confianza y la alta incertidumbre.

A la hora de analizar específicamente el caso local, sostiene que Argentina ha modificado su tipo de cambio y ha aumentado las tasas de interés, pero luego explica que estas medidas no son suficientes y que se necesitan “políticas más importantes para evitar una ajuste desordenado”. Es decir, el organismo señala explícitamente que es preciso hacer un ajuste. El dilema pasa entonces por si éste es ordenado o no. En la misma línea, cuestiona los mecanismos de control de precios de los alimentos que protegen el bolsillo de los argentinos pero atentando contra el “sagrado” libre mercado. La misma crítica merecen los controles al comercio exterior, que permiten preservar las reservas de todos los argentinos y cuidar los sectores sensibles de la producción nacional, pero atenta contra las políticas de flexibilización y apertura comercial que son pilares fundamentales de cualquier plan que cuente con el aval del Fondo.

Lo que verdaderamente sorprende en el informe es la divergencia del cálculo del PBI con respecto a las cifras oficiales publicadas por el Gobierno Nacional. No se entiende si son un organismo tendiente a solucionar los desbalances comerciales internacionales- propósito que inspiró su creación en 1944- o ya oficialmente se han convertido en una agencia global de calificación y lobby, como muchas consultoras internacionales. El nuevo PBI presentado por el Gobierno se calculó con una nueva metodología utilizando la base 2004, a diferencia de la base del año 1993 de los años anteriores. Con la cifra de crecimiento divulgada del 3%, no se debería pagar los bonos atados al PBI, ya que el crecimiento no superó el 3,22% y por lo tanto se evita el desembolso de 3.500 millones de dólares. Si bien el organismo avala periódicos cambios de bases en las mediciones del PBI para que estén actualizadas de acuerdo a las nuevas estructuras productivas de cada país, en el caso argentino ignora estas modificaciones y publica un índice deliberadamente elevado para presionar a la Argentina al pago de mayor deuda externa.

En definitiva, a través de los años, y de las nefastas experiencias que sus recomendaciones han generado en los países expuestos a su riguroso control, el FMI induce al ajuste a las mayorías populares que permitan alcanzar los excedentes presupuestarios necesarios para pagar mayor deuda externa. Hoy el presente argentino es otro: son los funcionarios del equipo económico los que hacen los planteos al Fondo y no al revés.