En los procesos sociales hay dos planos diferentes pero que se complementan de modo tal que no resulta posible escindirlos. Por un lado, el continente y, por otro, el contenido. Lo primero alude a lo que habitualmente se denomina “libertad política” que consiste en todo el tejido institucional que garantiza las libertades individuales. Éstas últimas consisten en las acciones cotidianas de las personas en libertad, siempre y cuando no lesionen iguales derechos de terceros.
Tengo buenos amigos que se dicen “liberales de izquierda”, término decimonónico que comenzó a emplearse por el genial Frédéric Bastiat con un sentido que fue ubicado con anterioridad a la Francia contrarevolucionaria lo cual integraba en aquél binomio una misma significación. En cambio, contemporáneamente, son personas que provienen a secas de la izquierda moderna pero que finalmente han reconocido algunas de las enormes ventajas que propone el liberalismo. Es un primer paso en dirección a aceptar todas las ventajas que proporciona la libertad, pero como no han estudiado campos tales como la economía ni se interesan en esa rama del conocimiento, rechazan buena parte de los procesos de mercado.