Me refiero a los políticos de mi país. Ofrecen un espectáculo bastante patético por cierto. Y no es que quiera cargarles todas las tintas puesto que me doy cuenta de que la articulación de sus discursos está limitada por lo que la opinión pública pueda digerir, lo cual, a su vez, depende del clima educativo en cuanto a la trasmisión de valores y principios compatibles con la sociedad abierta. Si no se llevan a cabo las suficientes faenas educativas no resulta posible cambiar el discurso político.
En verdad la así llamada oposición no se opone al “modelo” que se viene aplicando desde hace décadas y décadas en Argentina, a saber el manotazo al fruto del trabajo ajeno. Nos hemos apartado grandemente de la visión alberdiana que por otra parte colocó a esta nación a la vanguardia de las naciones civilizadas, en cuya situación llegaban oleadas de inmigrantes para “hacerse la América” en vista de las condiciones atractivas de vida que se ofrecían en estas costas solo comparables con las que tenían lugar en los Estados Unidos. Era la época en que se prestaba mucha atención al dictum de Alberdi en cuanto a preguntarse y responderse “¿Qué exige la riqueza de parte de la ley para producirse y crearse? Lo que Diógenes exigía de Alejandro: que no le haga sombra” y que “el ladrón privado es el más débil de los enemigos que la propiedad reconozca. Ella puede ser atacada por el Estado, en nombre de la utilidad pública”. Luego todo esto esfumó y se trocó por un estatismo rampante vía politicastros instalados en los gobiernos que pretenden manejar a su antojo vidas y haciendas ajenas. Continuar leyendo