Desde hace un tiempo la Argentina es un país que afronta problemas serios de narcotráfico, un delito que tiene impacto directo sobre la violencia que se vive en muchísimas facetas de la vida social y que es parte de un proceso incipiente.
Hasta el momento no hay bandas a gran escala, sino predominantemente locales y en formación. En gran número, estos grupos delictivos se encuentran diseminados en muchos barrios de los conurbanos de las principales metrópolis, aunque están comenzando a desarrollar actividades en ciudades chicas y medianas del interior del país. Es un fenómeno que se extiende como reguero de pólvora.
En ese contexto, pensar en la creación de policías municipales, como resolvió el gobernador bonaerense, Daniel Scioli, es justamente darles a estas bandas, que todavía tienen un capital pequeño, una escala a su medida para poder corromper a esas fuerzas de seguridad y, acaso también, a los intendentes. Hoy ninguno de esos grupos delictivos podría comprar a toda la policía de las provincias de Buenos Aires o de Córdoba, por citar dos ejemplos; aunque tienen contacto con algunos funcionarios seguridad, todavía soportan el control de otros sectores de la policía.
Si uno admite que la prioridad número uno en el país es el narcotráfico, entonces podemos asegurar que este tipo de iniciativas como la que implementó el gobierno bonaerense es exactamente oportuna para las bandas dedicadas al tráfico de drogas. A partir de esto, lo que va a ocurrir es que cualquier intendente bien intencionado, que los hay muchísimos, no tenga ninguna capacidad real con la policía municipal para hacer frente a este tipo de iniciativas. Por lo tanto, si hay una banda operando en un municipio no va a poder hacer otra que llamar a la policía de la provincia de Buenos Aires, a la Federal o al Poder Judicial. Aunque se lo presenta de este modo, el intendente bien intencionado no tiene nuevas herramientas para contar con un cuerpo legal de protección de bandas de crimen organizado.
Argentina está incurriendo en un error estratégico pese a que hay muchas experiencias internacionales en este sentido. México, por ejemplo, tiene 5.300 policías, por lo cual la posibilidad de coordinar entre ellas el combate contra el delito es ridícula. Sin embargo, ahora decidió centralizar nuevamente a las fuerzas de seguridad, es decir que las policías municipales volverán a depender de las gobernaciones; mientras tanto, también resolvió crear una suerte de Gendarmería Nacional. Está haciendo el camino opuesto al que estamos iniciando nosotros, con la diferencia que en todo el proceso que empiezan a dejar atrás tuvieron 135 mil muertos.
Para los argentinos, la experiencia mexicana significaría ver el último capítulo de la serie y es una muestra clara de lo que puede ocurrir aquí.