A esta altura del año se repite el mismo predecible montaje. Los protagonistas de siempre se disputan una mayor porción de la torta que pretenden repartirse. Participan de la discusión los sectores sindicales docentes por un lado y los administradores del gobierno de turno del otro lado del mostrador. Cuando las conversaciones se inician se plantea, con bastante cinismo, el ambicioso proyecto de mejorar integralmente el sistema educativo, siempre bajo el simpático paraguas discursivo de jerarquizar a la mal llamada educación pública, esa que pone orgullosos a los mas nostálgicos, como si el haber transitado por ella se constituyera en una epopeya casi heroica.