“Si todo sale bien y no hay picardías como el año pasado, es probable que luego de la reunión en el Vaticano salga bendecida la candidatura de Daniel (Scioli)”, dice un importante dirigente político de la provincia de Buenos Aires. Obviamente, se refiere al encuentro que se llevará a cabo el próximo 7 de junio entre la presidenta Cristina Fernández y el Papa Francisco.
Una vez conocida la noticia, comenzaron a circular todo tipo de especulaciones respecto al interés de ambos frente a esta nueva cita en la Santa Sede. Los dos rumores que se escucharon más en el mundo político tienen que ver con una eventual presencia de Máximo Kirchner en la comitiva presidencial que visitará a Bergoglio y el aval papal al proyecto presidencial de Scioli y a la postulación de Julián Domínguez a la Gobernación bonaerense.
Es cierto que luego del encuentro de septiembre del año pasado en Santa Marta, recordado aún por las selfies entre los muchachos de La Campora, CFK y Francisco, en los aposentos que ocupa el hombre más importante del Vaticano quedó un dejo de desilusión y descontento. El jesuita, como todo hombre político, sabe olfatear el clima de su país y comprendió que “estaba pagando un alto costo político” por su respaldo permanente a la jefa de Estado, cuando la actitud del otro lado no parecía similar.
“Él sabe que hay muchos católicos y de otras religiones enojados por su proximidad a Cristina, pero no le importa en lo más mínimo”, repiten aquellos que suelen charlar con el ex arzobispo Buenos Aires. Pero sí le preocupa la actitud del gobierno argentino de querer manipularlo y hacerle permanentes operaciones periodísticas. Por eso aprovechó el segundo aniversario de su papado para mandar ese mensaje sobre la utilización política de su figura. Con estilo florentino dio a entender que no estaba contento.
También por eso decidió anunciar que no iba a recibir más políticos hasta las elecciones presidenciales. Pero según sus allegados no fue sencillo cumplir con ese cometido porque el embajador argentino en la Santa Sede, Eduardo Valdés, ya le había agendado muchos compromisos. Se muestra enojado con el representante diplomático que ha ingresado en una verdadera guerra fría con su hombre de confianza y secretario de Protocolo, Guillermo Karcher.
Karcher hace tiempo que se dedica a frenar las supuestas operaciones que le endilgan a Valdés con intenciones de “usar la figura de Su Santidad para cualquier necesidad política del oficialismo”, dicen vocero eclesiásticos. Los cortocircuitos se agudizaron cuando el embajador hizo trascender en medios K que Bergoglio respaldaba a CFK días después de las tremenda muerte del fiscal Alberto Nisman. Algo similar ocurrió con la repercusión que tuvo la foto que se sacó Sergio Burstein, dirigente de la colectividad judía cercano a los K, el miércoles 18 de febrero horas antes de que se iniciara la marcha de los fiscales en homenaje a Nisman. Aunque Valdés se defiende y dice que el jefe del Vaticano nunca le transmitió que estuviera molesto.
Por todas estas razones, Francisco decidió replantear su estrategia tildada por muchos de cierta simpatía con el kirchnerismo. Claro, quiso tomar distancias con mucho equilibrio y bajo perfil. Así fue como se comunicó telefónicamente con la madre de las hijas de Nisman, Sandra Arroyo Salgado, para darle el pésame. Pero sabía por sus charlas con Domínguez que la Presidenta se quería reunir con él lo antes posible, pedido que a su criterio no podía negar. “Tiene que aceptar muchas cosas porque en la primera de cambio la señora puede enojarse y romper la buena relación que cultivaron”, dicen en su entorno.
En este contexto se anunció el encuentro del 7 de junio, con Bergoglio preocupado pero obsesionado con evitar conflictos, y Cristina recuperada después de la crisis de Nisman y diseñando su estrategia electoral. ¿Finalmente estará Máximo en la foto? No parece que el jefe de La Campora se desviva por viajar a Roma y traer la selfie que anhela cualquier político con aspiraciones electorales. Pero la especulación continuó y muchos, al desconocer si será de la partida el hijo de CFK, lo vinculan a una negociación que le asegure a Scioli el aval del kirchnerismo para su candidatura presidencial.
A nadie le escapa en el mundillo político que el gobernador de Buenos Aires es el presidenciable preferido del hincha de San Lorenzo más famoso del mundo. “Daniel es el que más se deja pastorear”, suele señalar Bergoglio a sus amigos como una virtud que caracteriza a Scioli. Además, el ex funcionario del menemismo Aldo Carreras sigue siendo el nexo entre ambos. El ex motonauta y su amigo Domínguez como mandatario bonaerense parece ser el escenario que más le agrada, sobre todo porque cree que esos hombre pueden garantizar la normalidad y salir de las crispación K sin conflicto con Cristina.
Es cierto que el Papa además se lleva bien con Mauricio Macri, pero su corazoncito peronista lo acerca más a Scioli. Se sabe que no lo quiere a Sergio Massa. Todo parece indicar que, le guste o no, va a terminar siendo un protagonista clave en el proceso electoral para influir aún más en la transición. En silencio, con medias palabras y muchos gestos, el jesuita se verá obligado a jugar un partido donde uno de los equipos ya le puso los botines y los largó a la cancha.