En los últimos días de agosto, distintos sucesos nacionales e internacionales darían cuenta una vez más de la subordinación neocolonial de nuestro país, que el gobierno ha reforzado aunque intenta velarlo tras un discurso supuestamente nacional-popular. El escandaloso acuerdo secreto YPF-Chevron -dócilmente aprobado por el gobernador y la legislatura de Neuquén, a instancias de la Presidencia- es parte de la geoestrategia de Estados Unidos en su acelerada decadencia y, al mismo tiempo, se vincula con el tema de la deuda externa y la nueva apertura del canje, como una manifestación más de los estatutos del coloniaje, que reconocen la jurisprudencia norteamericana ante cualquier conflicto.
La pérdida creciente de su predominio en el Medio Oriente ante el avance de China y Rusia, plantea duros límites a la tradicional capacidad estadounidense de imponer sus intereses mediante acciones militares. La victoria en Irak es en los hechos una derrota política, ante la imposibilidad de estabilizar ese país destruido. Los afganos demuestran una vez más en la historia que es imposible someterlos; intención reiteradamente fracasada de grandes imperios expansivos: entre otros, los árabes en los siglos VIII y IX; los mongoles de Gengis Khan en el XIII, los ingleses en el XIX, los rusos en el XX y ahora los norteamericanos en el XXI. Las tropas invasoras están encerradas en Kabul y no pueden salir de esa ciudad capital, a riesgo de ser aniquiladas. Las pretensiones de atacar a Irán fracasaron en el 2012 por la decisión de China y Rusia de defender a ese país ante una agresión occidental, incluso si ello significaba iniciar una guerra: la reunión en Kazajstán de los cinco integrantes del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas más Alemania a fines de ese año, fue un paso decisivo en la distensión entre las potencias -antiguas y emergentes- con respecto a la nación persa y un freno más a las aspiraciones hegemónicas de Estados Unidos en la región. En este marco, la irresponsable decisión de intervenir en Siria -con los dramáticos costos en vidas humanas que supone- se asemeja más a un manotazo de ahogado que a sus tradicionales manifestaciones de poder imperial; y las declaraciones del secretario de Estado John Kerry cobran un tinte patético:”Lo que está en juego es la credibilidad de Estados Unidos en tanto líder en el mundo”.
El riesgo cierto de perder el control de las principales áreas proveedoras de crudo alimentó la decisión de explotar los yacimientos no convencionales de gas y petróleo mediante el método del fracking. Dos de las tres mayores reservas a nivel mundial se encuentran en Estados Unidos y Argentina, lo cual garantiza el abastecimiento energético en caso de un repliegue desde el Medio Oriente, sin importar el mayor costo de esta extracción frente a la convencional y las devastadoras secuelas de contaminación de las aguas y quiebra de las rocas del subsuelo. Como continuidad de la política de entreguismo kirchnerista -en 1992 la privatización de YPF o en el 2007 la prórroga de las concesiones de Cerro Dragón por 40 años más- ahora se otorga la concesión de Vaca Muerta por 35 años, haciendo caso omiso a los reclamos de comunidades mapuches y militantes políticos o sociales con sentido patriótico. La zanahoria es una inversión de 500 millones de dólares ahora, con la promesa de 15.000 millones más en el futuro. En los mismos días, Cristina Kirchner se vanagloria de ser una “pagadora serial” de la deuda externa, por haber desembolsado 173.733 millones de dólares durante el ciclo K: significa que desde 1981 los argentinos nos hemos desangrado por un total de 391.907 millones de dólares, pero aún debemos 208.464 millones. Ante estos montos, la promesa de Chevron es una lastimosa propina.
La subordinación neocolonial se complementa, en la farsa del relato oficialista, con las manifestaciones de racismo social del connotado luchador por la democratización de los medios Martín Sabbatella. Indignado porque no dejaban entrar a unos periodistas a la escuela de Morón donde votaba su mujer -candidata en la lista K del barón del conurbano Raúl Othacehé- le gritó al agente Juan Echeverría: “Negro de mierda (…) ustedes no saben quién soy yo y no saben a dónde van a ir a parar”. Todo se relaciona.