Argentina como Castellfollit de la Roca

A principios de este año el presidente venezolano Nicolás Maduro redujo la jornada laboral de 40 a 36 horas semanales. Ahora decidió hacer largos los fines de semana para todos los empleados de la administración pública del país al incluir a los viernes en el combo. Tampoco se olvidó de pedirles a las mujeres que evitaran el uso del secador de pelo sugiriéndoles que luzcan al natural. Todo ello porque el fenómeno climático conocido como El Niño les ha traído sequías que impiden que el país genere la energía suficiente para su abastecimiento. El gobierno que se presenta como Socialismo del siglo XXI debe esperar la ayuda del clima para que se alivie la situación. Hay temor también de que embalses como Guri no se llenen, lo que podría provocar un apagón del 60% del país.

Lo que el ser humano se anota como un activo en su evolución económica y social es haberse hecho mucho menos dependiente de las condiciones climáticas y los designios de la naturaleza. Países como Japón son ejemplo de ello; pero en Venezuela, hay una suerte de retroceso al medioevo en muchos aspectos. Pese a estos problemas, los servicios públicos, entre ellos la energía eléctrica, están fuertemente subsidiados, y en muchos casos se abona una tarifa cuasi simbólica.

En la Argentina la tendencia avanzaba en la dirección de ese país. Además de la estrecha relación entre los gobiernos de Néstor y Cristina Kirchner con el chavismo, el fenómeno de la inflación (inexistente en el 99% de los países del mundo), la presión sobre los medios de comunicación, una política exterior beligerante hacia los países desarrollados, precios subsidiados en los servicios públicos y el transporte, una política de persecución sobre empresarios y generadores de riqueza, el cepo cambiario y una pobreza creciente  marcaron una impronta común a ambos gobiernos. Todo hacía prever un final parecido a lo que hoy se vive en el país caribeño. Sin embargo, el proceso electoral de 2015 y la elección de Mauricio Macri como presidente marcaron un cambio rotundo en la dirección del país, y la explosión social, económica y política que se observa en la tierra de Bolívar no llegó a materializarse en toda su dimensión.

El no haber alcanzado tales circunstancias le agregaron al  gobierno de Cambiemos una presión sobre resultados que no tuvo que soportar, por ejemplo, el gobierno de Eduardo Duhalde en el durísimo año 2002. Hagamos un poco de memoria: Duhalde, pese a no gozar de una buena reputación social sobre todo en las clases medias que aún lo recuerdan como un turbio caudillo del conurbano bonaerense, ha ganado cierta fama de buen piloto de tormentas. Sus colaboradores por aquellos años, principalmente Roberto Lavagna, gozan de un reconocimiento que aún les permite participar activamente de la política y los medios de comunicación. Recordemos sin embargo algunas medidas que tomaron y las consecuencias que tuvieron: pasó del corralito -impuesto por Domingo Cavallo y que impedía retirar más de $250 semanales de los depósitos bancarios- al corralón, que restringía la devolución de los plazos fijos y los reemplazaba por bonos y que también pesificaba a $1,40 por U$D las deudas y las acreencias–salvo con las entidades financieras a quienes debían devolvérsele 1 a 1-; la megadevaluación, que llevó el valor del dólar a casi un pico $4; y el crecimiento de la pobreza que pasó del 34% al 52% en menos de un año (dato que correctamente hizo notar el ex diputado Fernando Iglesias en la discusión televisiva que mantuvo esta semana con el ex presidente del Banco Central Aldo Pignanelli).

La situación que heredó el presidente Macri también fue muy grave pero el kirchnerismo amalgamó la realidad económica de tal forma que las “bombas” le explotasen al siguiente gobierno. En ese sentido, la ya  indisimulable inflación (pese a las mentiras del INDEC, los aprietes a los empresarios, los precios cuidados y los programas …para todos) trató de ser anclada por dos mecanismos claramente nocivos: el congelamiento de tarifas y transporte, que además de la distorsión de precios relativos generó un monumental déficit energético, y el cepo cambiario, que generó un tipo de cambio ficticio (y otro paralelo) e hizo que la economía argentina sufriera un proceso de estanflación en casi todo el segundo período de Cristina Kirchner.

Difícilmente una persona que cayó de un precipicio y tiene múltiples fracturas se queje por un dolor de muelas. El problema para Mauricio Macri es que el kirchnerismo condujo hasta el límite de ese precipicio pero esperó que el empujón lo diera el sucesor. En ese sentido, todo el esfuerzo del gobierno debe estar focalizado en comunicar los motivos de las medidas emprendidas, trabajar sobre mecanismos paliativos (que no se agotan en la implementación de las tarifas sociales y que pueden complementarse con, por ejemplo, un buen seguro de desempleo y capacitación) y, fundamentalmente, no permitir que las urgencias expuestas por muchos comunicadores sociales desvíen de un camino que pretende avanzar sobre políticas que den certidumbre y previsibilidad a una nación que necesita imperiosamente que los inversores pequeños, medianos y grandes, argentinos y extranjeros, vuelvan a confiar en un país que durante muchos años no respetó ni los más mínimos cánones de razonabilidad política, económica y judicial.

 

*Castellfollit de la Roca es un bello y pequeño pueblo sito en Cataluña (España) que está asentado sobre un risco de origen volcánico de 50 metros de altura