Julio Humberto Grondona nació el 18 de septiembre de 1931 en Avellaneda y fue un hombre de fútbol y poder. A diferencia de otros dirigentes con influencia en el medio local y también en la FIFA, él sabía mucho del deporte que conducía y también sabía mucho acerca de los resortes del poder. Con esos dos elementos se manejó, como había anticipado, hasta el último día de su vida. Presidió la Asociación del Fútbol Argentino (AFA) desde el 6 de abril de 1979 hasta ayer, cuando un aneurisma en la arteria aorta terminó con su vida. Era también miembro del Comité Ejecutivo de la FIFA desde 1998, siendo su actual vicepresidente. Su vida estuvo ligada al fútbol, los negocios y el poder desde que fundó, en 1956, con tan sólo 25 años, Arsenal de Sarandí, club que presidió durante casi 20 años para luego ser titular de su otro gran amor futbolístico, el Club Atlético Independiente, con el que obtuvo dos títulos Nacionales (tal la denominación de la época).
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Lecciones de Brasil 2014
Hoy finaliza, en el mítico Estadio Maracaná de Río de Janeiro, el XX Mundial de Fútbol que la FIFA organiza cada 4 años desde 1930 (con excepción de 1942 y 1946, cuando la Segunda Guerra Mundial y sus terribles consecuencias lo impidieron). Fue una competencia con sorpresas, donde a pesar del rigor físico y táctico con el que se jugó, pudimos disfrutar de muchos goles: 165 hasta el momento, faltando solo la final que jugarán Argentina y Alemania, a 6 goles del récord con el que cuenta el Mundial de Francia de 1998.
Organizada por Brasil, el máximo ganador de mundiales con 5 títulos, que nuevamente se quedó con las ganas de consagrarse de local y debió conformarse con un decepcionante cuarto lugar, con el agregado de recibir goleadas históricas en sus últimos dos encuentros (1-7 contra Alemania en semifinales y 0-3 contra Holanda en la disputa por el 3er puesto).
La selección argentina sorprendió más a ajenos que a propios al llegar a la final. Una parte importante de simpatizantes argentinos pronosticaba una pronta eliminación y un nuevo fracaso. Reconozco que tuve escaso éxito en transmitir mi optimismo en vísperas del Mundial. El temor por una defensa que antes de la competencia aparecía como endeble era el principal motivo sobre el que los pesimistas basaron sus críticas pero no el único. La siempre discutida lista de convocados, principalmente la ausencia del que muchos denominaron “el jugador del pueblo” (aunque para mi sea el jugador populista), y las dudas que incluso hasta hoy rodean al mejor jugador del mundo fueron también el combustible de ese escepticismo.
¿En qué creíamos entonces quienes sí confiamos en este proceso desde el principio? Fundamentalmente, en un grupo de jugadores que mostraban buen nivel en sus equipos, en la capacidad de quien es el mejor jugador del mundo casi sin discusión (al menos fuera de nuestro país) desde hace más de un lustro, y en un cuerpo técnico capacitado y trabajador, prudente y de bajo perfil, totalmente opuesto al que encabezó Diego Armando Maradona y que culminó en el Mundial de Sudáfrica 2010. Es cierto que la defensa fue endeble en algunos partidos previos, pero saber que Alejandro Sabella iba a tener más de un mes para trabajarla era una tranquilidad. Quien conoce algo de fútbol sabe que en términos muy generales podría decirse que la delantera requiere mayormente de inspiración y la defensa requiere principalmente de trabajo, y esto último es algo que no iba escasear en un cuerpo técnico encabezado por quien es un estudioso del fútbol. Vale como anécdota contar que cuando Sabella fue ayudante de campo de Daniel Pasarella, tanto en River como en la selección nacional, era el encargado de analizar al rival y que el gran capitán puede dar fe de lo detallados y precisos que eran esos informes.
Imagino lo doloroso que debe ser para un hombre como Lionel Messi escuchar que en su selección no juega como en su club por una cuestión monetaria. Todos quienes lo conocen saben perfectamente lo que esto le dolía y lo ansioso que lo ponía poder rendir aquí como en el Barcelona. Pudo finalmente llegar a este Mundial con un reconocimiento bastante generalizado, aunque siempre debe sufrir en la comparación con el gran ídolo del fútbol argentino que fue Diego Maradona. Aunque Leo no tiene nada que envidiarle en el aspecto físico y técnico, el ex astro surgido en Argentinos Juniors goza de una personalidad más acorde al gusto de muchos argentinos.
Circula por las redes sociales un conmovedor video denominado “Estamos en la final” donde se muestra la forma en que hinchas de todo el país vivieron los distintos acontecimientos de este Mundial. Es cierto que entre tantos festejantes debe haber muchos que denostaron a este cuerpo técnico y a muchos de los jugadores quienes, humildes y trabajadores, se prepararon a conciencia y soportaron críticas injustas de charlatanes, frustrados con lo que hacen pero siempre dispuestos a denostar a los mejores en su profesión.
Ya quedaron viejas las discusiones políticas acerca de esta selección, las propagandas de la TV Pública queriendo asociar el éxito del equipo con la gestión de la Presidente o los antojadizos informes de 678 para pegar los triunfos con el gobierno. Atrás quedaron los deseos de fracaso por parte de algunos antikirchneristas que les cuesta comprender que no tiene importancia que el oficialismo haya intentado transformar el anuncio de la lista de convocados en un acto político, o que a su regreso de Brasil vayan a ser recibidos en la Casa Rosada. Es bastante claro y evidente que cuando este Mundial deje de latir, la inflación va a seguir preocupando a los ciudadanos, los holdouts van a seguir siendo un problema para la llegada de capitales al país, la inseguridad va a seguir teniendo en vilo a la gente y Amado Boudou seguirá complicado en sus múltiples causas judiciales. Tal vez ahí se den cuenta que no haberlo disfrutado por este motivo fue un error que ya no podrán enmendar.
Conociendo el perfil de estos jugadores y del cuerpo técnico, seguramente ellos harán sentir a todos bienvenidos al festejo más allá de que haya muchos oportunistas que simplemente no quieren sentirse fuera. Ojalá esto sirva para tener con el otro la misma paciencia que tenemos con nosotros mismos. El espíritu crítico es siempre bienvenido, pero cuando aparece de la mano de la prudencia y la tolerancia es mucho más productivo.
Si me permiten, quiero usar este último párrafo para enviarle un mensaje al número 10 de la selección (¿recuerdan que alguna mente brillante pretendió alguna vez quitar ese número emblemático en homenaje a Diego Maradona?). Leo, me diste todo lo que un fanático del fútbol puede pedirle a un jugador, no hay idioma que pueda elogiar tu juego acabadamente, pero me atrevo a pedirte algo más: dales a los incrédulos una final de antología, quizás necesitan de eso para creer de una buena vez, aunque debo confesarte que para mi eso solo sería la frutilla del mejor postre.
Un Mundial politizado y lleno de interrogantes
Cada cuatro años gran parte del mundo se paraliza por un evento deportivo que fue creciendo desde su primera edición en 1930, cuando contó con Uruguay como anfitrión y primer campeón, y que llama la atención de gran parte de la población. Como suele suceder, los que amamos el fútbol más allá de la celebración de este mega evento reclamamos sin mayor éxito la exclusividad en el goce del mismo. Negocio, patriotismo, multiculturalismo, política y deporte giran durante un mes alrededor de una pelota de fútbol. La Fédération Internationale de Football Association (FIFA) es una organización transnacional altamente redituable y poderosa que afianza su dominio con la organización de cada Mundial. Se calcula que en la última edición realizada en Sudáfrica en el año 2010,recaudó por derechos de televisación, marketing y otros rubros la suma de U$D 4.200 millones.
En el caso de los países organizadores, los beneficios son mucho más modestos y difíciles de conmensurar, ya que las decisiones que se toman suelen estar más ligadas a razones políticas que a las que surgirían de un prudente análisis costo-beneficio. La experiencia mundialista indica que en general hay en los organizadores una sobreestimación de los beneficios y una subestimación de los costos. Debe tenerse en cuenta que generalmente el gobierno que pugna y obtiene la designación como sede es quien inicia los proyectos pero usualmente no es el mismo que termina organizando la Copa del Mundo, y que a su vez este difiere del que luego debe darle un buen uso a las capacidades instaladas y cargar con el lastre de las faraónicas obras. Algunos estudios que se hicieron sobre los resultados económicos de los países anfitriones indican que el único Mundial donde el organizador ganó dinero fue en el de Estados Unidos 94, donde los costes y beneficios de la organización corrieron en su mayoría por parte de empresarios privados.
Brasil recibe el Mundial de la FIFA 2014 en un contexto que 4 años atrás no hubiera imaginado. Con fuertes críticas por parte de una población que ama al fútbol pero que rechaza los desbordes presupuestarios y la falta de solución de problemas que se arrastran desde hace tiempo, un sector de la ciudadanía aprovecha la visibilidad que le da el evento para obtener del gobierno de Dilma Rousseff mayores concesiones. El apoyo de los brasileños fue masivo al conocerse la designación como sede en octubre de 2007 y ha ido cayendo a partir de allí. Sin tener pruebas aún del funcionamiento concreto de la organización de esta Copa del Mundo, las repetidas huelgas y protestas, sobre todo en San Pablo y Río de Janeiro, y el estado de muchas obras que no se han finalizado y otras tantas que ni siquiera se han empezado, han dañado la imagen internacional de Brasil.
En lo que respecta a nuestra selección, renueva la ilusión de quedarse con la Copa como inevitablemente sucede cada cuatro años, a pesar de que las expectativas vienen quedando truncas desde aquel subcampeonato obtenido por Maradona y Bilardo en el recordado Italia 90. En esta ocasión, pese a un frío y expectante comienzo de ciclo para Alejandro Sabella como DT, en el último tiempo y en base a buenas actuaciones se ha incrementado la esperanza y la comunión con este grupo de jugadores. Es un equipo apoyado en una temible delantera que cuenta además con el indiscutido mejor jugador del mundo transcurriendo una edad óptima para un futbolista (mezcla de experiencia y juventud). Efectivamente, después de tener que sortear tiempos donde se cumplía aquello de que nadie es profeta en su tierra, Lionel Messi obtuvo en su país el reconocimiento que le era tributado desde hacía tiempo en el resto del mundo.
Y si la política siempre se relacionó estrechamente con el deporte, no podía esperarse una prudente distancia de un gobierno que ha intentado intervenir sobre casi todos los asuntos que atañen a la vida de los argentinos. Más aún, desde la aparición del programa Fútbol para Todos, luego replicado en otros deportes para todos, todos ellos bien “regados” con recursos del Estado, la intención de llevar el mensaje del gobierno a cada hogar se hizo aún más evidente. En este sentido, el intento de “kirchnerizar” a la selección de fútbol alcanza hoy ribetes grotescos. Era más que esperable que, en momentos donde la economía sufre una fuerte desaceleración (sino recesión), el vicepresidente está a un paso de un procesamiento penal, la inseguridad genera cada día más víctimas y el narcotráfico parece un flagelo dispuesto a colonizar varias zonas del país, el gobierno quiera apostar sus fichas al respiro que un éxito deportivo le pueda llegar a dar.
Sin embargo, hay sobrada evidencia que ni siquiera la obtención de la ansiada Copa del Mundo podrá modificar la percepción social sobre la situación que atraviesa el país. Es cierto que durante un mes, y en la medida en que nuestra selección obtenga los resultados que le permitan continuar en la Copa del Mundo, las tapas de los diarios, los portales online y los programas de radio y televisión van a dedicar gran parte de su contenido a este hecho deportivo, dejando algo relegados los problemas antes mencionados. Sin embargo, la evidencia histórica nacional e internacional demuestra que esto sólo podría constituir para la política argentina una circunstancia efímera. Sólo a modo de ejemplo cabría recordar que la obtención de la Copa del Mundo en 1986 no modificó en nada las elecciones de medio término que en 1987 dieron el triunfo al entonces opositor Partido Justicialista, marcando inexorablemente el rumbo de los últimos dos años -finalmente no cumplidos- del gobierno del radical Raúl Alfonsín.
Durante la última pelea de Sergio “Maravilla” Martínez en el Madison Square Garden el pasado sábado, las redes sociales mostraron como muchos argentinos celebraron la caída del boxeador de Quilmes ante el portorriqueño Miguel Angel Cotto por considerar que el primero se había transformado en un emblema del kirchnerismo. Una vez más la grieta de la que muchos hablan quedaba a la vista en una derrota deportiva. Como siempre, el gobierno había puesto la primera piedra con el intento de apropiarse de un boxeador que había llegado a la cima por méritos propios (tanto profesionales como de marketing) pero que difícilmente podía abstraerse de la manipulación que el kirchnerismo puede hacerle.
Advertido de estas circunstancias, no tengo ninguna intención de arriar las banderas de la fe que tengo en esta selección, en la seriedad con que su director técnico encaró el trabajo y, fundamentalmente, en el emblema de este equipo que carga con hidalguía desde hace años una presión que muchos de nosotros no soportaríamos ni un día. Esta selección no es del kirchnerismo. En tal caso, es el equipo de todos aquellos que valoramos lo que han hecho para llegar hasta acá y sabemos que harán lo mejor para lograr el objetivo que se han trazado.
Es entendible que quienes no disfrutan del fútbol como deporte, y a su vez temen la eventual utilización política por parte de Cristina Kirchner, hayan optado por quitarle apoyo a la selección nacional. Esto no sería una novedad y en muchos países, como España por ejemplo, se puede corroborar que en regiones donde el movimiento separatista es fuerte, hay un profundo rechazo por quienes ellos ven como símbolo de opresión del poder central. Estas razones no tienen nada que ver con lo que aquí ocurre. Por eso, a los que como yo amamos este maravilloso deporte, y a su vez tenemos una visión fuertemente crítica del kirchnerismo, me atrevería a sugerirles que disfruten del Mundial, que sepan que va a haber una utilización política pero que la misma no tiene ninguna posibilidad de cambiar la percepción que la sociedad tiene sobre el gobierno y que además ponerle en bandeja otro sueño a un gobierno que todo lo quiere politizar es una batalla que no merecemos perder.
El jugador populista
Es habitual que al conocerse la lista de elegidos para una Copa Mundial de la FIFA, las críticas y reproches por la ausencia o presencia de jugadores convocados a la selección argentina se reproduzcan al infinito. En un país que respira fútbol y donde un alto porcentaje de los argentinos creen saber de este deporte más que cualquier director técnico no podía esperarse otra cosa. Sin embargo, en esta ocasión, los reclamos tomaron otro cariz porque el foco se ha puesto fundamentalmente sobre un jugador a quien pomposamente se ha caratulado como “el jugador del pueblo”.
Carlos Iván Alberto Martínez Tévez (Carlitos Tévez, el Apache) nació en el Barrio Ejército de los Andes (conocido como Fuerte Apache), Ciudadela, el 5 de febrero de 1984. Una infancia dura en un contexto marginal forjó un carácter que le permitió, sumado a su indudable talento, superar retos en cada uno de los equipos que integró. Ganador nato, obtuvo títulos en Boca, Corinthians, Manchester United, Manchester City, Juventus y la medalla de oro olímpica con la selección sub 23 en Atenas 2004. Su espíritu indomable y desprejuiciado que le permite encarar, luchar y ganar con defensores de un porte muy superior al suyo le trajo también algunos inconvenientes con compañeros, directores técnicos y dirigentes. Tévez juega como vive y vive como juega.
El DT argentino, Alejandro Sabella, siendo coherente con el proceso que viene llevando adelante desde el 2011 -reemplazó a Sergio Batista luego de que su equipo quedara eliminado de la Copa América en semifinales frente a Uruguay con el decisivo penal malogrado por el propio Tévez- decidió dejarlo fuera del Mundial de Brasil 2014. El breve ciclo de Batista también había estado signado por las ausencias del jugador de Fuerte Apache hasta que, por presiones que el mismo Checho reconoció meses después, fue convocado para disputar la Copa América. Sin dar lugar a segundas interpretaciones, el ex técnico de la selección dijo en una nota que “Tévez fue convocado por presión tanto de la AFA como de la política”.
Al iniciarse la gestión Sabella, el Apache fue llamado para un primer encuentro amistoso al que desistió de venir aduciendo una lesión que no tenía. Si nos vamos más atrás, vemos que la relación entre la selección y Carlitos nunca fue fácil. Por estos días muchos recuerdan que aquel joven de 19 años, a quien Carlos Bianchi había convencido de no aceptar el llamado de la selección juvenil por una lesión de la que estaba prácticamente recuperado, festejaba la obtención del torneo Apertura 2003 con Boca trepado arriba de uno de los arcos del estadio de Racing y cantando contra aquella selección, que por esos días comenzaba el campeonato mundial Sub-20 en los EAU.
En lo estrictamente futbolístico, es poco lo que se le puede reprochar al ex delantero de Boca Juniors, por más que en la selección argentina haya entregado actuaciones convincentes desde el punto de vista del esfuerzo pero poco satisfactorias desde lo futbolístico. Salvo en aquellos JJ.OO. que le dieron a Argentina la medalla dorada y a él el título de goleador, ha chocado mucho más de lo que ha jugado y no sólo dentro de la cancha. Si bien la supuesta mala relación con el grupo de jugadores que hoy integra la selección está basada en rumores y trascendidos nunca confirmados por los protagonistas, está claro que ni el plantel ni el cuerpo técnico extrañan su presencia, como sí lo hacen muchos hinchas, periodistas y políticos.
Como Tévez mismo reconoce, su fuerte nunca fue la diplomacia. En el Mundial de Sudafrica 2010 dejo entrever en declaraciones públicas su incomodidad con el entonces DT Diego Maradona porque el sistema de juego no lo favorecía. Presionado o no por ello y cuando la mayoría de los analistas veían la necesidad de poner un equipo más equilibrado para enfrentar a la poderosa Alemania, Diego se volcó por incluir al Apache en aquella formación que recibió la histórica goleada 4-0. Cuatro años más tarde y poco antes de que se dieran a conocer los 30 jugadores entre los cuales va a surgir la definitiva lista de 23, y viendo ya como un hecho consumado que se quedaría sin mundial, Carlitos provocó diciendo que el DT de la selección no debe poder ver a la Juventus donde él actúa.
Pocos jugadores como él tuvieron un lobby mediático, político y popular tan fuerte. Unas semanas atrás, el canal América dedicó un programa para contar su infancia y clamar sin sutilezas por su incorporación. Curiosamente el único jugador que, próximo a disputarse un Mundial, tiene semejante tratamiento es aquel que no va a estar. Esto se suma a los pedidos directos e insistentes de dirigentes políticos de la talla del gobernador bonaerense Daniel Scioli o expresiones de deseo como las del cordobés José Manuel de la Sota, entre otros. Por convicción, contratos o para no quedar fuera del clamor popular, la política se metió de lleno para presionar por la inclusión del jugador de Fuerte Apache.
Ante el inminente comienzo del Mundial y una nueva ilusión para la selección Argentina cabe preguntarse si vale la pena presionar por un jugador que sin dudas tiene nivel de selección pero que hoy carece de lugar en el equipo y en el grupo. Más allá de gustos personales, resulta extraña tanta insistencia por alguien que usó varios medios extra futbolísticos para ser convocado mientras que al mismo tiempo se retacea un apoyo contundente para Lionel Messi, máxima estrella del fútbol mundial, quien se bancó críticas injustas para un jugador de su talla, ampliamente querido y respetado por compañeros y técnicos, que jamás usó ninguna excusa para faltar a una cita de la selección ni utilizó ningún padrino político para obtener ventajas. Si bien aún no brilló tanto como puede hacerlo, le ha dado muy buenas actuaciones a la selección y tuvo la imposible tarea de conducir a buen puerto a un equipo que era conducida por un inconsistente y poco profesional director técnico como Diego Maradona.
Como bien dice el periodista Ezequiel Fernández Moores, un buen equipo no lo forman los que mejor juegan sino los que mejor juegan juntos. Con un director técnico que se puede equivocar como cualquiera de nosotros pero que sin dudas trabaja seriamente y a conciencia, un grupo que se afianzó con el correr del tiempo y los partidos y con un gran líder positivo que es a su vez el mejor jugador del mundo desde hace más de un lustro, la insistencia en el pedido y la devoción casi religiosa por un jugador que ha jugado casi siempre más para sí mismo que para el equipo me parece, a esta altura, un verdadero despropósito.