Junto con la presentación del libro “Fuerza Propia. La Cámpora por dentro” de Sandra Ruso -periodista de 678 que definió a su profesión como una forma de hacer política y que se ha constituido como biógrafa oficial de la familia presidencial-, se dieron a conocer algunas ideas que Máximo Kirchner le brindó a esta periodista militante para la confección de la obra que la propia Sandra dijo tener escrita desde hace tiempo pero que requería de su aprobación para lanzarla y así tratar de convertirla en la historia oficial de la agrupación juvenil (dudoso mote para una corriente que tiene a muchos militantes mayores de 35 años) y que sirva al mismo tiempo como contracara del molesto libro de Laura Di Marco. Curiosamente, o no tanto, ambos ejemplares son de la editorial Sudamericana, que ahora publica el libro de Russo bajo el sello Debate.
En lo que da a conocer el libro acerca de las dos entrevistas que Sandra Russo le hizo a Máximo Kirchner para la publicación (no se dio a luz el audio de las mismas), el hijo de la presidente da algunos indicios tanto de su propia agrupación como de la relación que ésta tiene con el gobierno de su madre. En primer lugar, queda claro que La Cámpora es actualmente el principal sostén político del kirchnerismo, que pretende perpetuarse como factor de poder, que tal vez opte en el futuro por formalizarse como partido político en reemplazo del “contaminado” Frente para la Victoria y del “arcaico” Partido Justicialista, que las reglas de la democracia liberal poco le importan y que pretende transformarse en el grupo de poder predominante de la vida política nacional. Seguramente sin saberlo, Máximo Kirchner irrumpe en la vieja discusión entre dos importantes cientistas sociales norteamericanos, como lo fueron Charles Mills y Robert Dahl, acerca de si las grandes decisiones de un país (ellos se referían a Estados Unidos) son tomadas por una elite reducida (Mills) o por una pluralidad de grupos que compiten, se limitan y cooperan entre sí (Dahl). Inclinándose sin dudas por la teoría de Mills, el hijo presidencial está en la búsqueda de transformar a su agrupación en esa elite que a su vez impregne todos los estamentos donde haya toma de decisiones políticas y económicas relevantes.
Sin dudas sería poco democrático y absolutamente insensato negarle la posibilidad a una agrupación política de apostar por su continuidad en el tiempo; lo que sí se debe tratar de evitar es que esa continuidad sea utilizando recursos públicos y en desmedro de quienes sí están capacitados para participar de la gestión estatal desde el lugar de la profesionalización y el conocimiento y no desde la ideología y el sectarismo.
Hasta el momento, los miembros de La Cámpora no sólo han cooptado una variedad de altos cargos en empresas públicas y organismos estatales sino que toda la administración ha sido por ellos tamizada, y con esto la profesionalización de la burocracia estatal está más lejos que nunca. Es sintomático que un gobierno que gasta fortunas en propaganda, no le de ninguna difusión a los mecanismos de ingreso al Sistema Nacional de Empleo Público (SINEP). Vale recordar que con Gustavo Béliz como presidente del Instituto Nacional de la Administración Pública (INAP) durante la primera presidencia de Carlos Menem, se había intentado transparentar el ingreso al Estado y profesionalizar el desempeño de sus miembros, creándose para ello un bienintencionado Sistema Nacional de la Profesión Administrativa (SINAPA) que luego resultó malogrado por el nulo interés de los políticos en perder ese sistema de pagos y recompensas en el que transformaron la burocracia estatal y que ha sido llevado hasta el extremo por el kirchnerismo.
La Cámpora no sólo pretende dejar en el Estado sus bases de poder para retomar el comando institucional a partir de 2019 sino que, como sostiene Máximo, a la “prole” que sigue a Cristina Kirchner poco le importan los tiempos institucionales. El objetivo es simular alternancia mientras el kirchnerismo conserva el poder en las sombras. Ante estas definiciones del hijo de la presidente, sería absurdo pensar que habrá apoyo real a algún candidato que no sea propio del riñón kirchnerista. Por si a Scioli le quedaba alguna duda, Máximo espetó “los pibes quieren ir con lo propio”. Para Cristina y Máximo, tanto Daniel Scioli como Sergio Massa, y hasta el propio Florencio Randazzo, son enemigos políticos a los que tratarán de eclipsar. De hecho, el ministro puede aferrarse al cargo por ser uno de los pocos funcionarios públicos que tiene algunos logros de gestión para mostrar, sobre todo ante un gabinete desgastado y plagado de fracasos.
En este contexto, podríamos aseverar que tenemos para los próximos años un pronóstico reservado en cuanto a la eficiencia del Estado para la administración de recursos y la eficacia para la resolución de problemas. Tomar los recursos de todos como coto de caza para la propia facción es condenar al conjunto de la sociedad a llevar a modo de lastre todo lo que provenga del sector público y sumarle a éste mayor desprestigio del que actualmente tiene. De esta manera queda truncado el mandato al que todo buen gobierno debe tender, que es poner al Estado al servicio del ciudadano y no al revés.
Usando la terminología de Nicolás Maduro para hablar de la enfermedad que afectó a su antecesor en el poder, podemos decir que La Cámpora inoculó en la administración pública una forma de llevar adelante las tareas de gobierno con la cual van a tener que lidiar quienes asuman a partir de 2015. Rechazando la excelencia, la competencia y el mérito por ser “neoliberales”, esta agrupación tendrá un lugar rentado donde reagruparse mientras intenta preparar su regreso al poder formal a partir del 2019, seguramente a través de algún miembro de la familia Kirchner.