Los gurúes del marketing político suelen disfrutar enumerando las miles de recetas con las que cuentan para construir un candidato y que este, además, sea ganador. En este armado tratan de resaltar las virtudes y disimular los vicios, potenciar las fortalezas y minimizar sus debilidades. La construcción que hacen sus asesores del ahora único candidato del Frente para la Victoria debe contemplar los múltiples matices de su habitual indefinición. Cuentan para ello como aliada una personalidad especial y una historia política que lo tuvo acompañando a todos y cada uno de los sectores del Partido Justicialista (Menem-Duhalde-Kirchner) desde que fuera tentado a participar en política por el ex presidente riojano. Su fidelidad estuvo siempre firme junto al jefe político de turno pero lo que lo hace diferente es no haber cortado lazos con el jefe de anterior. No tiró por la borda a Menem por Duhalde ni a Duhalde por Kirchner, aunque sí los puso en la vitrina de los viejos trofeos.
Con una capacidad asombrosa para repetir hasta el hartazgo las consignas que la estrategia electoral y la táctica del momento requieren (aún no entendiéndolas del todo), Daniel Scioli puede ser el candidato que el interesado desea ver. Por una razón de calendario electoral y necesidad del momento está más cerca que nunca de la presidente y su círculo político más duro pero todos sabemos que esto irá variando a medida que pasen las semanas.
Resignados ante la elección que, encuestas mediante, la presidente tomó respecto a poner a su colaborador de mayor confianza en la fórmula presidencial y de esta forma consagrar una única opción dentro del oficialismo, el programa 678 (o quien sea efectivamente que decida allí su política de admisiones) decidió levantar el veto que pesaba sobre Scioli y lo convocó para responder el examen de kirchnerismo que sus panelistas tenían preparado para él. Contó, hay que decirlo, con la inestimable ayuda de la producción que –en contraposición a algunas preguntas incómodas que le formularon para salvar la honra individual- apoyó al candidato oficialista con generosos informes que daban cuenta de una histórica fidelidad sciolista para con el proyecto y sus políticas. Ante este panorama y repitiendo, como un mantra, tres o cuatro conceptos bien aprendidos, Scioli salió airoso de la contienda.
Donde está más complicado ahora el Gobernador es con aquellos miembros del periodismo y la farándula que siempre navegaron las lides de la crítica feroz al kirchnerismo y al tiempo que mantuvieron una explícita simpatía por el ex motonauta. Resulta que para muchos de ellos, el vacío con buenos modales que Scioli encarna los puso en la difícil misión de tener que elegir entre quien acompañó de manera vegetativa pero constante el proyecto desde sus inicios o el que siempre mantuvo una posición amistosa con el periodismo y la farándula, el mundo en el que más cómodo se siente. Fue icónica en este sentido la desazón expresada a viva voz por la señora Mirtha Legrand en su clásico programa de almuerzos por TV por la imposición de Zannini en la fórmula presidencial. ¿Cómo un hombre amable, respetuoso, cordial y, por sobre todas las cosas, afín pudo aceptar al monje negro del kirchnerismo a su lado? Scioli es lo que es, no lo que algunos quieren que sea.
Siguiendo con la lógica de la posmodernidad, descripta por Gilles Lipovetsky, entre otras cosas, por sus religiones a la carta, el fenómeno Scioli permite que cada interlocutor tome de él la faceta que más se acerca a sus sentimientos y creencias y les permita sentirlo como propio. Este extraño fenómeno permite que dos de sus otrora enemigos acérrimos dentro del “movimiento nacional y popular”, Martín Sabatella y Luis D´Elía, hagan todo tipo de malabares para elegir la faceta de Scioli que más se adapte a sus intereses. También hay empresarios que hacen lo propio, viendo su cercanía con Miguel Bein pero sin atender a sus elogios hacia Axel Kicillof, entre otras cosas.
Es probable que la campaña electoral dé luz para el gran público a quien siempre se sintió más cómodo en las sombras. Lo que llama la atención es que tantos comunicadores vean con asombro y desilusión esta imposición absoluta de Cristina Kirchner con la elección de Carlos Zannini para la fórmula presidencial y también la preeminencia total de su lapicera para la conformación de las listas legislativas. Para todos ellos no queda más que decirles “bienvenidos al kirchnerismo, bienvenidos a Scioli”.