Hoy finaliza, en el mítico Estadio Maracaná de Río de Janeiro, el XX Mundial de Fútbol que la FIFA organiza cada 4 años desde 1930 (con excepción de 1942 y 1946, cuando la Segunda Guerra Mundial y sus terribles consecuencias lo impidieron). Fue una competencia con sorpresas, donde a pesar del rigor físico y táctico con el que se jugó, pudimos disfrutar de muchos goles: 165 hasta el momento, faltando solo la final que jugarán Argentina y Alemania, a 6 goles del récord con el que cuenta el Mundial de Francia de 1998.
Organizada por Brasil, el máximo ganador de mundiales con 5 títulos, que nuevamente se quedó con las ganas de consagrarse de local y debió conformarse con un decepcionante cuarto lugar, con el agregado de recibir goleadas históricas en sus últimos dos encuentros (1-7 contra Alemania en semifinales y 0-3 contra Holanda en la disputa por el 3er puesto).
La selección argentina sorprendió más a ajenos que a propios al llegar a la final. Una parte importante de simpatizantes argentinos pronosticaba una pronta eliminación y un nuevo fracaso. Reconozco que tuve escaso éxito en transmitir mi optimismo en vísperas del Mundial. El temor por una defensa que antes de la competencia aparecía como endeble era el principal motivo sobre el que los pesimistas basaron sus críticas pero no el único. La siempre discutida lista de convocados, principalmente la ausencia del que muchos denominaron “el jugador del pueblo” (aunque para mi sea el jugador populista), y las dudas que incluso hasta hoy rodean al mejor jugador del mundo fueron también el combustible de ese escepticismo.
¿En qué creíamos entonces quienes sí confiamos en este proceso desde el principio? Fundamentalmente, en un grupo de jugadores que mostraban buen nivel en sus equipos, en la capacidad de quien es el mejor jugador del mundo casi sin discusión (al menos fuera de nuestro país) desde hace más de un lustro, y en un cuerpo técnico capacitado y trabajador, prudente y de bajo perfil, totalmente opuesto al que encabezó Diego Armando Maradona y que culminó en el Mundial de Sudáfrica 2010. Es cierto que la defensa fue endeble en algunos partidos previos, pero saber que Alejandro Sabella iba a tener más de un mes para trabajarla era una tranquilidad. Quien conoce algo de fútbol sabe que en términos muy generales podría decirse que la delantera requiere mayormente de inspiración y la defensa requiere principalmente de trabajo, y esto último es algo que no iba escasear en un cuerpo técnico encabezado por quien es un estudioso del fútbol. Vale como anécdota contar que cuando Sabella fue ayudante de campo de Daniel Pasarella, tanto en River como en la selección nacional, era el encargado de analizar al rival y que el gran capitán puede dar fe de lo detallados y precisos que eran esos informes.
Imagino lo doloroso que debe ser para un hombre como Lionel Messi escuchar que en su selección no juega como en su club por una cuestión monetaria. Todos quienes lo conocen saben perfectamente lo que esto le dolía y lo ansioso que lo ponía poder rendir aquí como en el Barcelona. Pudo finalmente llegar a este Mundial con un reconocimiento bastante generalizado, aunque siempre debe sufrir en la comparación con el gran ídolo del fútbol argentino que fue Diego Maradona. Aunque Leo no tiene nada que envidiarle en el aspecto físico y técnico, el ex astro surgido en Argentinos Juniors goza de una personalidad más acorde al gusto de muchos argentinos.
Circula por las redes sociales un conmovedor video denominado “Estamos en la final” donde se muestra la forma en que hinchas de todo el país vivieron los distintos acontecimientos de este Mundial. Es cierto que entre tantos festejantes debe haber muchos que denostaron a este cuerpo técnico y a muchos de los jugadores quienes, humildes y trabajadores, se prepararon a conciencia y soportaron críticas injustas de charlatanes, frustrados con lo que hacen pero siempre dispuestos a denostar a los mejores en su profesión.
Ya quedaron viejas las discusiones políticas acerca de esta selección, las propagandas de la TV Pública queriendo asociar el éxito del equipo con la gestión de la Presidente o los antojadizos informes de 678 para pegar los triunfos con el gobierno. Atrás quedaron los deseos de fracaso por parte de algunos antikirchneristas que les cuesta comprender que no tiene importancia que el oficialismo haya intentado transformar el anuncio de la lista de convocados en un acto político, o que a su regreso de Brasil vayan a ser recibidos en la Casa Rosada. Es bastante claro y evidente que cuando este Mundial deje de latir, la inflación va a seguir preocupando a los ciudadanos, los holdouts van a seguir siendo un problema para la llegada de capitales al país, la inseguridad va a seguir teniendo en vilo a la gente y Amado Boudou seguirá complicado en sus múltiples causas judiciales. Tal vez ahí se den cuenta que no haberlo disfrutado por este motivo fue un error que ya no podrán enmendar.
Conociendo el perfil de estos jugadores y del cuerpo técnico, seguramente ellos harán sentir a todos bienvenidos al festejo más allá de que haya muchos oportunistas que simplemente no quieren sentirse fuera. Ojalá esto sirva para tener con el otro la misma paciencia que tenemos con nosotros mismos. El espíritu crítico es siempre bienvenido, pero cuando aparece de la mano de la prudencia y la tolerancia es mucho más productivo.
Si me permiten, quiero usar este último párrafo para enviarle un mensaje al número 10 de la selección (¿recuerdan que alguna mente brillante pretendió alguna vez quitar ese número emblemático en homenaje a Diego Maradona?). Leo, me diste todo lo que un fanático del fútbol puede pedirle a un jugador, no hay idioma que pueda elogiar tu juego acabadamente, pero me atrevo a pedirte algo más: dales a los incrédulos una final de antología, quizás necesitan de eso para creer de una buena vez, aunque debo confesarte que para mi eso solo sería la frutilla del mejor postre.