Tras la derrota del Partido Demócrata en las elecciones de medio término realizadas el 4 de noviembre, el presidente estadounidense Barack Obama deberá revisar su estrategia de Gobierno para enfrentar los próximos dos años de gestión, que conllevarán la difícil misión de convivir con un Congreso de mayoría opositora. Indudablemente, la baja en la popularidad de Obama y el desinterés de los votantes demócratas se pusieron de manifiesto en las urnas, en las que los republicanos obtuvieron una mayoría histórica en ambas Cámaras y en estados que tradicionalmente habían sido dominio de los demócratas. Los resultados fueron traducidos por muchos analistas como “el fin de la era Obama”.
Este duro golpe para su partido es un aliciente que perfila óptimamente a la demócrata Hillary Clinton de cara al 2016, quien paradójicamente se posicionó como favorita luego del desmoronamiento de su partido en las urnas. Esto se debe a que a los republicanos les resultará difícil responder a las demandas de la sociedad aunque cuenten con dominio en ambas Cámaras.
Como suele suceder en estos casos, las elecciones legislativas no siempre anticipan resultados de las presidenciales, sino que son más bien consecuencia del balance que el votante hace de la gestión del mandatario y su castigo ante ciertas políticas con las que está en desacuerdo. En los próximos dos años, el presidente estadounidense se verá obligado a pactar todas las decisiones ante el nuevo Congreso para evitar lo que podría ser una parálisis legislativa. Con el flamante Capitolio deberá, entre otros asuntos importantes, aprobar un nuevo marco regulatorio que le permita resolver de raíz el problema de la inmigración ilegal.
Los hispanos “ya son parte de la vida estadounidense”, tal como afirmó el propio Obama, algo que se hace tangible teniendo en cuenta que ahora un total de 30 latinos formarán parte en la flamante Cámara de Representantes. Sin embargo, el país del Norte está habitado actualmente por unos 11 millones de indocumentados. “Cada día que demoramos, nuestro país y nuestra economía sufren”, afirma el presidente en su sitio Web, en el que invita a los ciudadanos a apoyar una medida para reparar “el roto sistema de inmigración” actual. Aunque justifica que la decisión final para una reforma depende del Congreso, quienes hace 500 días tienen pendiente de votación un proyecto sobre inmigración ya aprobado por el Senado.
Desde la Casa Blanca y en solitario, Obama ya anunció su nuevo paquete de medidas inmigratorias para 2015, que apuntan a permitirles habitar temporalmente el territorio a aquellos indocumentados que demuestren una residencia de al menos 5 años en el país. Por su parte, quienes cuenten con antecedentes penales, serán deportados. Del mismo modo, informó que aumentará el presupuesto destinado al control de las fronteras. Sin embargo, los republicanos demostraron de manera inmediata su descontento ante estas iniciativas y aseguraron que no permitirán su avance, por lo que se presume un inminente bloqueo de su parte.
Si bien los resultados de las legislativas no son definitorios aún para 2016, la imagen de Obama se encuentra en un momento de suma debilidad, que deberá superar para poder negociar diferentes asuntos con ambas Cámaras en la última parte de su mandato. ¿Qué pasará con la postergada reforma inmigratoria? Ese será su desafío.