La noticia sobre la matanza de 31 perros en la isla de Bali como medida preventiva por un brote de rabia que contagió a varios humanos y el video que circuló en estos días por Internet pusieron en el tapete una problemática que aqueja también a nuestro país, pero de la cual nadie habla. Pareciera más fácil horrorizarse por esta masacre en la cual un grupo de oficiales se ríe del sufrimiento de los perros mientras les aplican una inyección letal, que pensar que en nuestro país –recientemente en Neuquén y Santa Cruz y durante los meses de noviembre, en los centros turísticos de la costa– se llevan a cabo prácticas similares.