La problemática del trabajo infantil, forma de esclavitud moderna que se origina cuando familias pobres, en general de áreas rurales, entregan sus hijos a familias más pudientes para que ayuden en las tareas domésticas, es similar en varios países del mundo. Esta práctica tiene una fuerte impronta cultural y encierra generalmente la falsa idea de que esa pseudosolidaridad familiar -ya que a veces el canje concierne a familias emparentadas- redundará en una mejor calidad de vida y en la única posibilidad de que estos niños accedan a la educación.
Pero esta no es la única forma de esclavitud moderna, ya que 35,8 millones de personas en el mundo sufren alguna forma de sometimiento, como los casamientos forzados, el tráfico de personas para la explotación sexual, la esclavitud doméstica, la indefensión de los pescadores aislados en el mar o las condiciones infrahumanas en las que trabajan las personas que intervienen en la cadena de producción de muchos de los productos que consumimos a diario, como la ropa, los teléfonos e incluso los alimentos. La cifra consignada más arriba proviene del GSI, sigla en inglés que significa índice global de esclavitud, según el informe realizado por Walk Free, organización creada por el magnate australiano Andrew Forrest con la finalidad de denunciar y evitar la esclavitud en cualquiera de sus formas. Continuar leyendo