El intento de comunicarse con los futuros votantes de las diferentes provincias, imitando el modo de hablar propio de cada variedad del español de la Argentina, exhibe, aunque quizás Sergio Massa no lo sepa, el prejuicio ampliamente superado de que hay un modo de hablar la lengua española mejor que otro.
La imitación de las tonadas provincianas no es un recurso nuevo ni para el humor ni para la publicidad. De hecho, Luis Landriscina fue uno de los humoristas que nos regaló inolvidables relatos en los que las distintas voces de nuestros paisanos se hacían oír con toda su fuerza y gracia lugareña. En cuanto a la publicidad, entre muchas otras, recuerdo en especial la de unos nachos mexicanos en la cual una rubia sexy embobaba a un joven mientras hablaba con su tonada cordobesa sobre una futura excursión al cerro Uritorco.
En ambos ejemplos, la reproducción de las diferencias dialectales enriquecían el español que todos hablamos por igual, digamos que le agregaban un plus. En el caso de los relatos de Landriscina, el del respetuoso humor, que incluso dotaba a sus personajes de un candor especial; y en el de la publicidad, un encanto extra al ya natural y autóctono de la joven. Y obviamente, como cuando algo funciona bien, la política no duda en incorporarlo a sus huestes, Macri publicitó el turismo en Buenos Aires con una serie de spots donde la tonada cordobesa, que aparentemente es la que más vende, fue la protagonista.
Ahora bien, el caso de Massa es totalmente distinto y resiste desde mi punto de vista tres interpretaciones. En la primera –la benevolente– podríamos pensar que el candidato que repite sin ninguna gracia el mismo contenido de discurso, pero intenta incorporar cada vez algunos rasgos aislados del habla local de tal o cual provincia, es en realidad un intento fallido de adecuar su propio modo de hablar al de su audiencia, cosa que, de última, todos hacemos aunque no nos demos cuenta. Por ejemplo, es muy común que cuando conversamos con un extranjero, lo hagamos incorporando el pronombre “tú” que en general jamás utilizamos; o que cuando queremos explicarle algo a un chico, superpoblemos el discurso con diminutivos o usemos una tonada especial que vista desde afuera causa un poco de gracia.
La segunda interpretación –la no benevolente– comienza por preguntarnos quién asesora a los publicistas, más concretamente a Ramiro Agulla, cuyos honorarios deben superar ostensiblemente al de cualquier profesor de lengua que domina perfectamente estos temas lingüísticos. Porque en esta campaña no solo falla la estrategia general de forzar el propio modo de hablar del candidato una y otra vez, lo que no hace más que resaltar el intento paródico y manipulador del mensaje, sino que también hace agua en sus aspectos particulares. De hecho, de haber querido imitar las tonadas de las provincias, se deberían haber seleccionado otros rasgos característicos de cada variedad y no solo la aspiración de las eses, sin contar con el hecho de que, previo a cualquier estrategia publicitaria, se tendría que haber analizado la personalidad y la capacidad histriónica del político en cuestión. Porque cualquier persona con sentido común –no ya un profesor de lengua– se hubiera dado cuenta de que si alguien que está hablando con nosotros comienza a imitar nuestras muletillas o nuestra entonación, en realidad nos está haciendo burla más que tratándonos con empatía.
La tercera y última interpretación –la capciosa– me hace pensar en una campaña publicitaria que pergeña una estrategia ideada simplemente para que se hable de ella, es decir, como si la verdadera campaña estuviera pensada para que sucediera fuera de la campaña, como ocurrió con aquella otra sobre el Municipio de Tigre, de la que se habló sobradamente, porque Agulla tuvo que pagar una multa por utilizar un tigre de verdad, animal exótico que no puede estar fuera de su lugar de origen.
En aquella oportunidad, todos hablaron del tema, pero en el caso del spot de Massa, al publicista le salió el tiro por la culata, porque los, dibujos, comentarios, canciones, etc., que circulan por internet sobre el fallido acto de comunicación electoral, no sólo dejan muy mal parado al candidato a presidente por el Frente Renovador, sino que –y lo que es peor–, resultan mucho más creativos y sin duda más baratos que el ideado por el propio Agulla.