La querella de los historiadores

Cuándo no, los medios opositores, como si ello fuera posible, se han propuesto desprestigiar a uno de los grandes think tanks nacionales y populares, ni más ni menos que al Instituto Nacional de Revisionismo Histórico Argentino e Iberoamericano Manuel Dorrego (a partir de ahora INRHAIMD, para ganar espacio), a esta verdadera academia de inigualable excelencia, y todo a raíz de un par de dimes y diretes, a pesar de que estos últimos son constitutivos de toda institución venerable, sobre todo si alberga a personalidades tales como Pacho O’Donnell y Felipe Pigna, entre otros.

En efecto, estos mismos medios jamás hicieron referencia alguna, por ejemplo, a otras discusiones que han tenido lugar en el seno de instituciones similares al INRHAIMD. ¿Cómo sabemos que Aristóteles no dejó la Academia de Platón por desavenencias personales? ¿Y qué decir de la discusión que sacudió a laAcadémie française en 1687 con motivo de la así llamada querella de los Antiguos y los Modernos, todo por el poema de Charles Perrault sobre el “Siglo de Luis el Grande”?

La bella antigüedad fue siempre venerable
Pero yo no creí jamás que ella fue adorable.
Yo veo a los Antiguos sin plegar la rodilla [le genou]:
Ellos son grandes, es verdad, pero son hombres como nosotros [comme nous];
Y se puede comparar, sin miedo de ser injusto,

El Siglo de Luis con el bello siglo de Augusto».

Sin embargo, nadie se mofa de la Academia de Platón ni de la prestigiosa Academia Francesa (ni tampoco de Racing, mal que nos pese). Y así como los miembros de la Academia hacían pública su lealtad a Luis XIV, es más que comprensible que el INRHAIMD haya publicado una solicitada en la que repudian la falta de “lealtad a Cristina” por parte de aquellos miembros que, como el Señor Víctor Ramos, no tuvieron mejor idea que recurrir “a la prensa hostil al gobierno” para ventilar los trapos sucios, como si Ramos no supiera que semejante conducta “no es otra cosa que complicidad con los intereses más concentrados y corporativos, con los fondos buitres y los enemigos históricos del pueblo argentino”. Ni qué hablar si alguien compusiera un poema sobre “La Década de Cristina la Grande” y se atreviera a compararla con nuestro Augusto.

Además, el Sr. Ramos, nuevo Catilina si los hay, ha denunciado que “La Cámpora se viene comportando como la Policía Política de la Secretaría de Cultura, analiza los historiales de persona por persona, cuestiona a los docentes que considera que no están en ‘la línea’ como el caso del calumniado profesor Mario Casalla. Y ahora revisa la renovación de los contratos, uno por uno, Franco Vitali [Secretario de Políticas Socioculturales del Ministerio de Cultura] personalmente”. Según Ramos, increíblemente, “nuestros peores enemigos” no son “Luis Alberto Romero, ni Beatriz Sarlo”, sino que se trataba de “lacras” que “estaban adentro”.

Por si esto fuera poco, Ramos acusa a la Señora Ministra de Cultura, Teresa Parodi, de haber discriminado al Dorrego para beneficiar al otro gran think tank kirchnerista, la SECOESPENAC (Secretaría de Coordinación Estratégica para el Pensamiento Nacional): “Ricardo Forster y Carta Abierta no tuvieron problemas de vientos ni tempestades y mucho menos de flujos financieros para todas sus actividades y su esplendoroso y promocionado: Congreso Argentino y Latinoamericano”. Finalmente, Ramos defiende al “espíritu crítico” y cree que “la diversidad no debilita, sino lo contrario”. Después de todo, quienes politizan hasta las multas de tránsito no pueden indignarse por un poco de política en el INRHAIMD. Faltaba solamente que Ramos dijera que al lado de Cristina, Luis XIV parece Jürgen Habermas, a juzgar al menos por cómo tomaba sus decisiones consultando con su Corte, y que la democracia no se agota en el gobierno de la mayoría.

Como era de esperar, uno de los miembros más prestigiosos—si no el más prestigioso—del INRHAIMD, Hernán Brienza, ha salido a la palestra, aunque de modo renuente. En efecto, ya había alertado “en forma privada sobre esta situación hace unos meses”, pero infructuosamente. Ahora no tuvo otra alternativa ya que no tiene “interlocutores válidos ni siquiera ante la ministra de Cultura”. En otras palabras, Brienza se ve forzado a llevarle a la Presidenta otro “dolor de cabeza como los injustificables e innecesarios desafíos por parte de alguno de los miembros a la flamante ministra de Cultura, Teresa Parodi”.

Auto-crítico como de costumbre, Brienza hace su mea culpa: “Quienes integramos el Instituto de Revisionismo Histórico Manuel Dorrego no hemos cumplido con las expectativas de la presidenta de la Nación. Incluso, le hemos llevado alguno que otro dolor de cabeza como los injustificables e innecesarios desafíos por parte de alguno de los miembros a la flamante ministra de Cultura, Teresa Parodi”.

Sin embargo, Brienza generosamente no se reserva la crítica para sí mismo y le lleva un nuevo dolor de cabeza a la Presidenta, aunque esta vez justificable y necesario: “un necesario futuro liderazgo debería estar a cargo de alguien con la capacitación intelectual y académica necesaria para llevar adelante esa empresa”. En otras palabras, Brienza tiene la valentía de denunciar a quien designó el liderazgo anterior, i.e. a la mismísima Presidenta de la República.

Y si bien tiene un genuino desafecto por lo que él llama “internas palaciegas” (¿no así por las “intrigas palaciegas”?), él nos advierte que si por ventura Ana Jaramillo, “actual rectora de Lanús”, fuera designada al frente del Instituto, Brienza se “vería en la obligación de renunciar al Instituto, no por ella, claro, sino por algunos de sus mezquinos laderos”. Quienes detectaran aquí cierta contradicción deberían agregarle el hecho de que Brienza ya había renunciado al Instituto. Quizás sea éste un homenaje de Brienza a aquella boutade de Groucho Marx: “Me gustaría que trabajara para mí, así podría despedirlo”.

Ojalá que nuestros intelectuales nacionales y populares sigan adelante con proyectos tales como el INRHAIMD y la SECOESPENAC, sin caer en las garras del tonto prejuicio según el cual semejantes empresas no son sino veleidades burguesas y elitistas. Nuestra Historia y nuestro Pensamiento no podrían estar en mejores manos.

El artículo apareció originalmente en el blog de Andrés Rosler, La Causa de Catón