Dos pensamientos incompatibles sobre política climática

Aquí en París, hay muchas personas bienintencionadas que creen que necesitamos fuertes reducciones de carbono y subsidios a la producción de energía verde, ahora y por muchos años por venir, para lograr que el mundo avance en la lucha contra el cambio climático. Pero al mismo tiempo, estas mismas personas argumentan que la energía solar y eólica ya es competitiva, o que este momento está a la vuelta de la esquina.

Estos dos argumentos son incompatibles y muchas personas que parecen estar apuntando a ambos simplemente están equivocadas, en uno o en el otro.

Parte del exceso de optimismo en los recortes de carbono es esta afirmación de que en pocos años, la energía solar y eólica será tan barata que va a abarcar el mundo. Si ese fuera el caso, entonces este tratado en realidad sería bastante inútil. Habremos resuelto el calentamiento global. En realidad no hay necesidad de hacer más.

La secretaria ejecutiva del clima (ONU), Christiana Figueres, dice: “En combinación con las inversiones en baterías para almacenamiento, las energías renovables son ahora realmente competitivas con los combustibles fósiles, incluso para la electricidad de red”.

Si su afirmación es verdadera, la energía solar y eólica deben dominar los mercados energéticos pronto. Después de todo, la gente no quema combustibles fósiles para molestar a gente como Figueres. Lo hace porque es barato y confiable. Si la afirmación de Figueres es cierta, y ya no tiene sentido económico utilizar combustibles fósiles, la gente va a cambiar.

Pero eso deja la pregunta de ¿por qué Figueres insta a “un claro compromiso de acción a lo largo de un siglo” sobre el cambio climático?

Muy posiblemente se debe a que la afirmación acerca de que las energías renovables son competitivas simplemente no es verdad.

Lo hemos escuchado antes. Años atrás, en 1976, el famoso ecologista Amory Lovins dijo que para la energía solar, la competitividad estaba a la vuelta de la esquina: “una economía solar en gran parte o en su totalidad puede ser construida en los Estados Unidos con tecnologías blandas sencillas que ahora se evidencian y son económicas o casi económicas”. En 1984, el Instituto Worldwatch nos informó que los subsidios eólicos, “no serán necesarios dentro de unos pocos años”. Un ejemplo más reciente proviene de la Asociación de Comercio Solar del Reino Unido, que había pronosticado que podría vivir sin subsidios para el año 2020. Poco después, pospusieron esa fecha y solicitaron subsidios por lo menos hasta 2028.

A menudo se nos dice que la energía verde es competitiva en África. La energía verde, especialmente el viento, de hecho puede ayudar a los países africanos, por ejemplo, para obtener electricidad en zonas remotas y rurales.

Pero eso es sólo una pequeña parte de todo el panorama. La red eléctrica ofrecerá, por lejos, el mayor beneficio para el mayor número de personas. Según un estudio del Banco Mundial de 2011, la energía renovable “será la opción más económica para una minoría de los hogares en África, incluso cuando se consideran probables reducciones de costos en los próximos 20 años”. Las luces solares más populares cuestan casi US$2 por kWh. Usando energía hidroeléctrica, gas y petróleo, el costo de red eléctrica de los principales centros de población en Etiopía, Ghana y Kenia probablemente será de US$0,16-25 por kWh. En Sudáfrica, donde el carbón alimenta 90% de la electricidad, el costo es de sólo US$0,09 por kWh.

Esto es aún más cierto para la India. A pesar de que los precios de ambas fuentes, solar y eólica, están bajando, aún en 2040 la Agencia Internacional de Energía estima que ambas serán más costosas que la producción de energía promedio.

La energía verde cuesta US$168 mil millones en subsidios al año en este momento y para el 2040, en realidad, estaremos pagando aún más, unos US$206 mil millones por año.

Es, sin embargo, interesante – y sorprendente para muchos – darse cuenta que  incluso con estos enormes subsidios y políticas muy verdes, aun haciendo todo lo que los gobiernos están prometiendo ahora, obtendremos solo 2,4% de nuestra energía a partir de fuentes verdes en el 2040, según la Agencia Internacional de Energía.

Usted realmente debe ponerse un par de gafas teñidas de verde para ver un mundo en el que las energías renovables estén a punto de ser competitivas o, como afirma Figueres, que ya lo son. Pero si usted insiste en argumentar eso, no puede también instar coherentemente por subsidios de largo plazo.

Ya sea la energía solar o la eólica, ambas necesitarán apoyo durante mucho tiempo y no contribuirán significativamente a la solución del cambio climático en los próximos años. O, están a punto de ser competitivas y entonces podremos recortar los subsidios.

Celebrar la oscuridad envía el mensaje equivocado

A las 8:30 pm del 29 de marzo, la gente y los espacios públicos a lo largo y ancho del planeta apagarán sus luces durante una hora para generar conciencia acerca del impacto del uso de la energía sobre el cambio climático. La Hora del Planeta se anuncia como una campaña fundamental para permitir que los autoproclamados ciudadanos del mundo demuestren su compromiso con las cuestiones ecológicas. Más de mil millones de personas participan y están, sin duda, genuinamente preocupadas y comprometidas.

Desafortunadamente, La Hora del Planeta no es más que un ineficaz evento que sólo nos hace sentir bien con nosotros mismos. Nos hace pensar que estamos haciendo algo por el clima, al tiempo que nos distrae de los problemas y las soluciones reales. Si todas las luces apagadas fueran convertidas en reducción de emisiones, no sumarían demasiado. Probablemente equivaldría a la interrupción de las emisiones de CO2 de China durante menos de cuatro minutos.

Pero esto no es realista, ya que en el mundo real las plantas generadoras de energía siguen funcionando para adaptarse al consumo de energía de todos los otros usos y al posible pico de tensión después de finalizada la hora de apagón. El sector eléctrico piensa que la reducción neta es cercana a cero. Y esto sin considerar que, a cambio, casi todos los participantes encienden velas. Pero las velas son casi 100 veces menos eficientes que las bombillas incandescentes, y más de 300 veces menos eficientes que las luces fluorescentes. Encienda una vela, y emitirá tanto CO2 como el que estaba ahorrando, pero apagando sus lámparas. Encienda un montón de velas y habrá emitido mucho más CO2. Así que La Hora del Planeta en realidad podría aumentar las emisiones de CO2.

Pero hay algo mucho más inquietante sobre esta celebración de apagar las luces. Mientras que más de mil millones de personas en todo el mundo durante una hora al año displicentemente apagan las luces (sin apagar los calefactores o sus teléfonos), otros 1,3 miles de millones de personas en todo el mundo en desarrollo seguirán viviendo sin electricidad como lo hacen todas las noches del año. Y tres mil millones de personas todavía queman estiércol, ramas y otros combustibles tradicionales en el interior para cocinar y mantenerse calientes. Estos combustibles emiten humos nocivos que matan estimativamente a 3,5 millones de personas al año, en su mayoría mujeres y niños.

Fue el advenimiento de la energía eléctrica extendida lo que nos liberó de estas prácticas nocivas que aún afectan a grandes partes del mundo en desarrollo. Estufas y calentadores eléctricos han puesto fin a la plaga de la contaminación del aire interior. La electricidad ha traído lámparas de lectura y refrigeradores que evitan que los alimentos se echen a perder. Y ha proporcionado energía a la agricultura y a la industria, proporcionando puestos de trabajo y progreso económico. La energía eléctrica realmente trajo innumerables beneficios a la humanidad. Sin embargo, la celebración de la oscuridad significa darle la espalda a un futuro cada vez más brillante. Esto no es sólo metafórico, ya que las políticas climáticas hacen que la producción de electricidad sea más cara. Esto afecta especialmente a los pobres.

En el mundo en desarrollo, los gobiernos occidentales bien intencionados se están oponiendo activamente a la financiación de nuevas plantas eléctricas de carbón que podrían evitar apagones fluctuantes en países como Pakistán. En cambio, estamos sumando más desempleo y desesperanza económica. Y la oscuridad golpea más duramente a los 1,3 miles de millones de personas sin electricidad. Ahora insistimos cada vez más en que sólo se les debería permitir la electricidad si es renovable. Sin embargo, un nuevo análisis del Centro para el Desarrollo Global estima que la inversión en energías renovables, podría sacar de la pobreza a una persona por alrededor de $500. El uso de la electrificación a gas sería más de cuatro veces más eficiente. Al insistir en las energías renovables, deliberadamente decidimos dejar más de tres de cada cuatro personas en la oscuridad y la pobreza. Esto parece sumamente hipócrita, ya que el mundo rico obtiene sólo el 1,2% de su energía a partir de la tecnología solar y eólica enormemente costosas.

Casi todos los participantes celebran la Hora del Planeta con la mejor de las intenciones. Pero, en lugar de apagar la luz para todos, centrémonos en hallar soluciones brillantes que realmente puedan marcar una diferencia para ambos, el clima y los pobres.