A las 8:30 pm del 29 de marzo, la gente y los espacios públicos a lo largo y ancho del planeta apagarán sus luces durante una hora para generar conciencia acerca del impacto del uso de la energía sobre el cambio climático. La Hora del Planeta se anuncia como una campaña fundamental para permitir que los autoproclamados ciudadanos del mundo demuestren su compromiso con las cuestiones ecológicas. Más de mil millones de personas participan y están, sin duda, genuinamente preocupadas y comprometidas.
Desafortunadamente, La Hora del Planeta no es más que un ineficaz evento que sólo nos hace sentir bien con nosotros mismos. Nos hace pensar que estamos haciendo algo por el clima, al tiempo que nos distrae de los problemas y las soluciones reales. Si todas las luces apagadas fueran convertidas en reducción de emisiones, no sumarían demasiado. Probablemente equivaldría a la interrupción de las emisiones de CO2 de China durante menos de cuatro minutos.
Pero esto no es realista, ya que en el mundo real las plantas generadoras de energía siguen funcionando para adaptarse al consumo de energía de todos los otros usos y al posible pico de tensión después de finalizada la hora de apagón. El sector eléctrico piensa que la reducción neta es cercana a cero. Y esto sin considerar que, a cambio, casi todos los participantes encienden velas. Pero las velas son casi 100 veces menos eficientes que las bombillas incandescentes, y más de 300 veces menos eficientes que las luces fluorescentes. Encienda una vela, y emitirá tanto CO2 como el que estaba ahorrando, pero apagando sus lámparas. Encienda un montón de velas y habrá emitido mucho más CO2. Así que La Hora del Planeta en realidad podría aumentar las emisiones de CO2.
Pero hay algo mucho más inquietante sobre esta celebración de apagar las luces. Mientras que más de mil millones de personas en todo el mundo durante una hora al año displicentemente apagan las luces (sin apagar los calefactores o sus teléfonos), otros 1,3 miles de millones de personas en todo el mundo en desarrollo seguirán viviendo sin electricidad como lo hacen todas las noches del año. Y tres mil millones de personas todavía queman estiércol, ramas y otros combustibles tradicionales en el interior para cocinar y mantenerse calientes. Estos combustibles emiten humos nocivos que matan estimativamente a 3,5 millones de personas al año, en su mayoría mujeres y niños.
Fue el advenimiento de la energía eléctrica extendida lo que nos liberó de estas prácticas nocivas que aún afectan a grandes partes del mundo en desarrollo. Estufas y calentadores eléctricos han puesto fin a la plaga de la contaminación del aire interior. La electricidad ha traído lámparas de lectura y refrigeradores que evitan que los alimentos se echen a perder. Y ha proporcionado energía a la agricultura y a la industria, proporcionando puestos de trabajo y progreso económico. La energía eléctrica realmente trajo innumerables beneficios a la humanidad. Sin embargo, la celebración de la oscuridad significa darle la espalda a un futuro cada vez más brillante. Esto no es sólo metafórico, ya que las políticas climáticas hacen que la producción de electricidad sea más cara. Esto afecta especialmente a los pobres.
En el mundo en desarrollo, los gobiernos occidentales bien intencionados se están oponiendo activamente a la financiación de nuevas plantas eléctricas de carbón que podrían evitar apagones fluctuantes en países como Pakistán. En cambio, estamos sumando más desempleo y desesperanza económica. Y la oscuridad golpea más duramente a los 1,3 miles de millones de personas sin electricidad. Ahora insistimos cada vez más en que sólo se les debería permitir la electricidad si es renovable. Sin embargo, un nuevo análisis del Centro para el Desarrollo Global estima que la inversión en energías renovables, podría sacar de la pobreza a una persona por alrededor de $500. El uso de la electrificación a gas sería más de cuatro veces más eficiente. Al insistir en las energías renovables, deliberadamente decidimos dejar más de tres de cada cuatro personas en la oscuridad y la pobreza. Esto parece sumamente hipócrita, ya que el mundo rico obtiene sólo el 1,2% de su energía a partir de la tecnología solar y eólica enormemente costosas.
Casi todos los participantes celebran la Hora del Planeta con la mejor de las intenciones. Pero, en lugar de apagar la luz para todos, centrémonos en hallar soluciones brillantes que realmente puedan marcar una diferencia para ambos, el clima y los pobres.