Tenemos un tratado, pero ¿a qué precio?

Después de dos semanas, una enorme cantidad de retórica política, y mucha actividad a puerta cerrada, tenemos un tratado. Si bien habrá celebraciones entre los activistas, el Tratado de París va a hacer muy poco para controlar la reducción de temperatura. El acuerdo promete mantener los aumentos de temperatura por debajo de los 2°C. Sin embargo, las promesas reales hechas aquí van a hacer casi nada para lograrlo. Es ampliamente aceptado que para mantener los aumentos de temperatura por debajo de 2°C, tenemos que reducir las emisiones de CO2 en 6,000Gt.

La CMNUCC estima que si todos los países cumplen cada una de las promesas de reducción de emisiones del Tratado de París entre 2016 y 2030 y no hay fugas de carbono, las emisiones de CO2 se reducirán en 56Gt hacia 2030. La matemática es simple: en el mejor escenario inverosímilmente optimista, París deja 99% del problema en su lugar.

Decir que París nos llevará a 2°C es, en el mejor de los casos, adoptar una postura cínica. Se basa en una ilusión. Es como iniciar una dieta para bajar de peso, y declarar la victoria después de la primera ensalada.

París será extraordinariamente costoso. Es probable que este sea el tratado más caro en la historia de la humanidad.

Utilizando los mejores modelos económicos revisados por pares individual y colectivamente, el costo total de Paris – a través de un menor crecimiento del PBI a partir de mayores costos de energía – alcanzará US$1-2 billones cada año a partir de 2030.

Le debemos al mundo mucho más, tanto en términos de una mejor lucha contra el cambio climático, como en el gasto más inteligente de los recursos.

La mejor noticia de París fue el anuncio del fondo de innovación en energía verde liderado por Bill Gates, junto con individuos particulares y gobiernos, entre ellos Australia, EE.UU., Brasil, Canadá, Chile, China, Dinamarca, Alemania, Francia, Arabia Saudita, Suecia, Corea del Sur y Emiratos Árabes Unidos. Esta es una excelente iniciativa. He argumentado por un mayor gasto en I+D durante una década. Aunque es necesaria más financiación, el fondo dirigido por Gates es lo que realmente va a hacer una diferencia en el clima.

Hasta que no haya un avance que convierta a la energía verde en competitiva por sus propios méritos, es extremadamente poco probable que haya reducciones masivas de carbono.

Las afirmaciones de que las reducciones de carbono serán gratuitas o incluso generarán crecimiento económico no cuadran dada la tecnología actual. Cada modelo económico muestra costos reales. Si no, no necesitaríamos el tratado de París: todas las naciones se abalanzarían para recortar voluntariamente el CO2 y hacerse ricas.

El acuerdo para gastar US$100 mil millones en ayuda climática es una mala manera de ayudar a los países en desarrollo. Sus ciudadanos dicen claramente que esta es su prioridad política más baja y la ayuda climática proporcionada por la distribución de paneles solares tiene escasos beneficios en comparación con mejores y más baratas formas de ayudar, como invertir en la inmunización, la educación de las niñas y la planificación familiar. Mientras miles de millones carecen de alimentos, salud, agua y educación, la distribución de paneles solares es simplemente inmoral.

El impulso de innovación de Gates es una gran noticia y es la única manera en que podremos empezar a hacer frente al 99% del problema climático no abordado por el tratado de París.

Después de París, voy a estar abogando por una mayor inversión en investigación y desarrollo en energía verde. Financiación por US$100 mil millones al año es lo que se necesita.

Priorizar los objetivos más eficaces

En los últimos tres días, después de años de desarrollo, los líderes mundiales están finalmente poniendo manos a la obra para establecer algunas de las prioridades más importantes para los próximos 15 años.

Está en juego $ 2,5 billones en ayuda al desarrollo e incontables miles de millones en presupuestos nacionales. Desafortunadamente, como ya he descrito en los últimos días, a causa de la politiquería y el deseo de complacer a todos, este enorme presupuesto logrará cuatro veces menos beneficio de lo que podría lograr.

Los presidentes y primeros ministros han acordado reemplazar las 18 metas de los Objetivos de Desarrollo del Milenio con una increíblemente larga lista de 169 objetivos de desarrollo. Estos se conocen como los “objetivos mundiales”.

El principal problema de esta nueva larga lista de objetivos es que tratar de priorizar 169 cosas parece muy similar a priorizar nada.

Investigadores del Copenhagen Consensus exploraron cuánto beneficio social aportarían los objetivos, y hallaron que algunos objetivos podrían lograr un gran beneficio, y otros muy poco. Distribuir dinero y energía entre todos ellos reduce el beneficio general que hacemos.

Considere este objetivo: “Para el año 2030 garantizar que todos los alumnos adquieran los conocimientos y habilidades necesarias para promover el desarrollo sostenible, incluyendo entre otros la educación para el desarrollo sostenible y estilos de vida sustentables, derechos humanos, igualdad de género, la promoción de una cultura de paz y no violencia, la ciudadanía global, y la valoración de la diversidad cultural y de la contribución de la cultura al desarrollo sostenible”. Es difícil saber lo que se promete, y mucho menos cómo será implementado, monitoreado o evaluado.

El objetivo de lograr “empleo pleno y productivo, y trabajo decente para todas las mujeres y hombres” parece admirable – pero hacer del desempleo cero una política mundial es una tontería. Toda economía necesita un poco de desempleo para permitir que los trabajadores cambien de empleo. Todos los gobiernos ya están enfocados en conseguir que más personas se incorporen al trabajo. Por otra parte, los estudios muestran que esa dialéctica es utilizada por los grupos de interés para crear grandes puestos de trabajo para una minoría, mientras deja a otros a la intemperie, empujando habitualmente a los trabajadores vulnerables de regreso a la economía informal y aumentando la pobreza. Los costos de este objetivo probablemente superen a sus beneficios.

En el otro extremo del espectro, el análisis del Copenhagen Consensus realizado por un panel que incluye varios economistas ganadores del premio Nobel, halló que hay 19 objetivos específicos dentro de los 169 que aportarían más de $15 de beneficio por cada dólar gastado.

Esta es la lista completa:

Considere lograr el acceso universal a la anticoncepción y a la planificación familiar: eso significará menos huérfanos y menos madres que mueren en el parto. También generará un dividendo demográfico, con más personas en edad productiva. En total, cada dólar gastado significará $120 de beneficios a la sociedad. De la misma manera que terminar con la tuberculosis hacia 2030 (salvando casi 1,5 millones de vidas al año, con cada dólar aportando $43 en beneficios) y completar el acuerdo de libre comercio de Doha (elevando los ingresos y reduciendo la pobreza, especialmente en los países en desarrollo, los beneficios valdrían $2.000 más que los costos).

El análisis de todos los beneficios y costos muestra que enfocarse en los 19 principales objetivos lograría cuatro veces más beneficio que si esparcimos todo el gasto para desarrollo en 169 objetivos.

En otras palabras, priorizar tendría el mismo efecto que cuadruplicar la totalidad del presupuesto.

Incluso aquí en el espacio de las Naciones Unidas, me parece que los líderes mundiales, embajadores, y quienes trabajan en el desarrollo, coinciden en que los objetivos deberían haber sido severamente podados. Simplemente todos quieren sus objetivos.

Pero, en lugar de hacer de esto un juego para ver quién logra incluir la mayor parte de sus objetivos en la declaración final, debería consistir en lograr incluir los objetivos más eficaces.

Entonces, ¿qué pasa a continuación? Cada líder – tanto de los donantes como los países en desarrollo – sabe que cuando vuelven a casa, sus países no serán capaces de llevar a cabo, supervisar o evaluar 169 objetivos diferentes, por lo que, inevitablemente, tendrá que elegir un número menor en los cuales centrarse.

Deberíamos empezar por enfocarnos en los objetivos más eficaces. Eso significaría que en 15 años, los líderes mundiales habrán cuadruplicado su beneficio. Ese es un legado que vale la pena.

Las inversiones medioambientales más inteligentes

En este momento, 193 Gobiernos del mundo se están preparando para seleccionar un conjunto de objetivos de desarrollo y medioambiente para los próximos 15 años. Estos objetivos sustituirán a los exitosos objetivos de desarrollo del milenio (ODM) que expiran este año e inciden en 2,5 billones de dólares en ayuda al desarrollo e incontables billones en los presupuestos nacionales.

Junto con los objetivos enfocados en la pobreza, la salud, el hambre y la educación, los objetivos ambientales están en primer plano. Estos van desde algunos relativamente de nicho (“diseñar e implementar políticas para promover el turismo sostenible”) hasta otros muy ambiciosos (“esforzarse por desvincular el crecimiento económico de la degradación ambiental”). Después de un proceso de toma y daca, la ONU tiene una lista de 169 objetivos -la friolera de 151 más que el conjunto de las 18 metas de los ODM que cambiaron el mundo.

Esto es un error. Tener 169 prioridades es como no tener prioridades en absoluto.

Desde el Copenhagen Consensus Center, pedimos a 60 equipos de los principales economistas, entre ellos varios premios nobel, que evalúen los costos y los beneficios económicos, sociales y ambientales de las metas propuestas. Su análisis destaca algunas de las mejores inversiones que podemos hacer por el planeta, guiando a los tomadores de decisiones políticos, los filántropos y las empresas con conciencia social hacia las inversiones que permitan lograr el máximo beneficio. Continuar leyendo