Me pasó lo que a otros padres cuando observan lo que sus hijos ven por televisión. Si Disney aparece en la pantalla, por una razón aprendida en la infancia, uno se relaja. Pienso en mi hija, protegida en su inocencia. “¿Qué ves?”, pregunto. “Soy Luna”, contesta. Atenta a su entrega, profundizo. “¿Una nueva ficción?”. “No, mamá. Luna es de verdad”, responde con vehemencia. Evitando desarticular su confianza, pero tratando de inhibir futuros dolores innecesarios, anticipo: “Pero ella es una actriz”. “Sí, pero es igual que yo”, responde.
Patines, música, ropa, peinado, vestimenta, frescura, por alguno de estos sustantivos ella sentía identidad con el personaje principal. Luna hacía, en ese instante, presente su existencia, ¿sólo en la pantalla? Su intensidad me llevó a buscar en Google la trama de Soy Luna. Dos desagradables sorpresas y dos acciones concretas: Instituto Nacional contra la Discriminación, la Xenofobia y el Racismo (Inadi) y solicitud de reunión de los diputados que integramos la Comisión de Mujer, Familia, Infancia y Adolescencia con los responsables de los contenidos de la serie en Argentina. Continuar leyendo