Dilma Rousseff afirma que le dieron un golpe de Estado. No es verdad. Le aplicaron la Constitución con saña política, pero dentro de los márgenes de la ley. Los poderes Legislativo y Judicial la desalojaron de la Casa de Gobierno mientras se lleva a cabo un proceso de impeachment. En 1992, con la entusiasta ayuda del Partido de los Trabajadores (PT, el de la señora Rousseff), fue expulsado el presidente Fernando Collor de Melo por el mismo procedimiento. El que a impeachment mata a impeachment muere.
La salida de Dilma tiene (al menos) tres tremendas consecuencias políticas y sociales.
En el plano internacional, se descabeza el loco proyecto del socialismo del siglo XXI. Aunque Brasil no formaba parte del núcleo duro (Cuba, Venezuela, Ecuador, Bolivia y Nicaragua), el godfather de esa banda era el profesor marxista Marco Aurélio Garcia, fundador y arquitecto del Foro de San Pablo, amigo de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia, gran consejero de Lula da Silva y de Dilma Rousseff, hombre muy cercano a los servicios cubanos de inteligencia. Ello ocurre en el peor momento para la corriente populista en América Latina, hoy en caída libre. Continuar leyendo