Diez razones para apoyar a Israel

En agosto del 2006, hace ocho años, publiqué un artículo que mantiene toda su vigencia. Si entonces se hubiera eliminado a Hamas y Hezbollà, la mayor parte de la prensa seguramente habría protestado, pero hoy no morirían niños árabes o israelíes. Vale la pena examinar lo que entonces escribí.

Un artículo escrito para otra guerra,
que es la misma de siempre
3 de agosto de 2006

1. Porque Israel es la clarísima víctima de una nueva agresión y lo moral es respaldar a las víctimas. Israel abandonó Gaza, y Hamas secuestró a uno de sus soldados y lanzó sus ataques. Poco después, una lluvia de cohetes de corto y medio alcance lanzada desde el sur del Líbano por los terroristas de Hezbollah cayó sobre el país, provocando bajas en la población civil. Varios militares resultaron asesinados. Israel no está atacando: se está defendiendo. Tiene el derecho y el deber de hacerlo.

2. Porque si Israel no se defiende y no consigue proteger a sus ciudadanos, se repetirá la masacre de judíos que ya el mundo contempló (con bastante indiferencia) durante el nazismo. ¿Duda alguien cuál sería el comportamiento de un gobierno palestino integrado por Hamás y Hezbollah que consiguiera derrotar al ejército israelí y dominar el territorio? La amenaza de arrojar a los judíos al mar no es una metáfora sino una ominosa promesa mil veces reiterada por los islamistas más radicales.

3. Porque derrotar y desarmar a Hezbollah le confiere a Líbano la oportunidad de existir como una sociedad próspera, pacífica y libre. Hezbollah, con su agresiva milicia armada por sirios e iraníes (más poderosa que el ejército libanés), no sólo intenta destruir a Israel: ya ha destrozado a Líbano precipitándolo a una guerra que la mayor parte de los libaneses no deseaba.

4. Porque Israel es la única democracia plural y respetuosa de los derechos humanos que existe en el Medio Oriente. La única, por cierto, en la que los árabes, incluso los que detestan al Estado judío, votan libremente y forman parte del parlamento. La única en la que las mujeres de religión islámica estudian sin limitaciones, gozan de los mismos derechos de los hombres y no son tratadas como seres de segunda clase.

5. Porque la única solución a ese conflicto depende de la convivencia pacífica entre Israel y un mundo islámico que, finalmente, como sucedió con Egipto y Jordania, admita el derecho de ese Estado a existir, y parece que ello no va a ocurrir hasta que se abra paso la convicción de que no es posible destruir al Estado judío, algo que resulta mucho más claro si los enemigos de Israel perciben que el mundo libre respalda su integridad sin vacilaciones.

6. Porque detrás de Hamás y Hezbollah están las satrapías siria e iraní, dos regímenes enemigos de Occidente que divergen en el terreno religioso -Siria es una dictadura laica e Irán una dictadura religiosa-, pero que convergen en el odio irracional a las democracias liberales.

7. Porque el éxito económico, político, científico y social de Israel tiene el potencial de convertirse en un modelo para la región. Los más sensatos árabes de Gaza o de la Autoridad Palestina, cuando contrastan la vida miserable que imponen los matones de Al Fatah, Hamas o Hezbollah, con el muy superior estilo de vida de sus hermanos palestino-israelíes, inevitablemente llegan a la conclusión de que la libertad y la racionalidad rinden dividendos.

8. Porque a todo el planeta le conviene eliminar a unos terroristas capaces de provocar una escalada del conflicto que puede derivar hacia una guerra devastadora. Irán está en camino de convertirse en un Estado nuclear, y su presidente, Mahmud Ahamadineyad, ha reiterado que el Estado hebreo debe desaparecer. Nadie duda de que, si lo intentara, Israel respondería en el mismo terreno y el resultado sería una catástrofe para la región y para el mundo.

9. Porque lo que anima a los aventureros a atacar a Israel es el doble lenguaje de los países de Occidente, la indiferencia y la falsa equivalencia, como si las acciones de unos terroristas desalmados que auspician a suicidas-asesinos para que vuelen autobuses escolares o disparan cohetes contra viviendas de civiles tuvieran la misma legitimidad que la respuesta de una sociedad que se defiende de esas agresiones.

10. Porque aquella lección de historia que nos explicaba que los fundamentos morales de la civilización occidental se encontraban en la tradición judeocristiana era cierta. En Occidente, Israel somos todos. Y si algún día Israel perece, será un poco la muerte de todos nosotros.

Para salvar a los palestinos hay que erradicar a Hamás

El ejército israelí no debería abandonar Gaza sin antes descabezar a la cúpula de Hamás y a sus cuadros intermedios (en el sentido figurado del término, claro), hasta el punto en que la organización terrorista no pueda revitalizarse.

Destruir los misiles y los túneles es una labor conveniente, pero provisional. Antes de un año los misiles habrán sido reemplazados por otros más letales y precisos, existirán nuevos túneles y la violencia resurgirá, probablemente más virulenta.

El problema es Hamás. Es el problema de los israelíes y de los gazatíes. Sus fanáticos suicidas, a lo largo de los años, han cometido 72 atentados y han matado 1410 judíos, incluidos 96 niños. Pero también han asesinado o ejecutado a centenares de palestinos vinculados a Al Fatah, la organización que gobierna la Autoridad Palestina en Cisjordania.

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El asesinato de la reputación de un país

Hay un componente de la guerra psicológica llamado “asesinato de la reputación”. Tiene sus reglas y sus estrategas. El mayor de los expertos en estos crímenes morales fue el alemán comunista Willi Münzenberg. En gran medida, las naciones, como las personas, viven de la imagen que proyectan. Exactamente por eso existen fórmulas para destrozar la reputación de ciertas gentes y de ciertos países. Hay enemigos interesados en destruirlos. Es un arma muy antigua perfeccionada durante la Guerra Fría. Israel es víctima constante de estos ataques concertados a su reputación. Es parte de la permanente ofensiva de sus enemigos. Veamos la última batalla.

La American Studies Association (ASA) le ha declarado un boicot a las instituciones educativas israelíes. Se trata de una organización menor de académicos norteamericanos interesados en la cultura de Estados Unidos. Inmediatamente, le han salido al paso las poderosas Asociación de Universidades Americanas y la Asociación Americana de Profesores Universitarios.

Estas dos grandes agrupaciones han hecho algo éticamente correcto, pero han picado el anzuelo. Quienes están detrás de este intento de asesinato de la reputación israelí buscaban exactamente eso: colocar el foco del debate sobre un cúmulo de falsedades para conseguir desacreditar totalmente a su adversario.

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