Érase una nación, o parte de ella, en busca de un Estado. No sucedió. A veces no sucede. Escocia, como sabemos, se mantendrá dentro del Reino Unido. ¿Por cuánto tiempo? Ya eso no es tan claro. Los Estados, especialmente los plurinacionales, son construcciones artificiales flexibles. Mudan sus fronteras, aparecen y desaparecen, cobran importancia o se vuelven insignificantes.
Irlanda, que una vez formó parte del RU, poco a poco, tras ciertos episodios de extrema violencia, fue separándose del conjunto británico a lo largo del siglo XX, hasta que en 1949 constituyó una república totalmente independiente, a la que le ha ido, por cierto, muy bien. Hoy Irlanda, tras su profunda transformación liberalizadora, tiene un PIB per cápita de US$41 300 y el Reino Unido sólo llega a $37 300.
La lección fue contundente. El sangriento trauma de la independencia irlandesa sirvió para que Londres afrontara el riesgo escocés de secesión de una manera diferente, mucho más razonable. Las rupturas, ya se sabe, siempre son desagradables, pero pueden ser pacíficas y con arreglo a la ley. Afortunadamente, el país no se volvió a quebrar, acaso, precisamente, porque todos se acogieron a un modo legal de solucionar la disputa. Continuar leyendo