Chile está dejando de ser la esperanza latinoamericana. Eso es grave para todos, no sólo para los chilenos.
Durante décadas, especialmente desde la llegada de la democracia a ese país en 1989 (aunque la transformación había comenzado en época de la dictadura de Pinochet), resultaba obvio que la libertad, el funcionamiento de las instituciones de derecho, la apertura al mundo, la competencia, el mercado, y la supremacía de la sociedad civil en el terreno económico, habían probado que ése era el camino de la prosperidad para toda América Latina.
En Chile se confirmaba que la democracia liberal era la vía. El país, dentro de ese esquema, se había puesto a la cabeza de América Latina, más de la mitad de la sociedad se inscribía en los niveles sociales medios, y la pobreza había pasado del 46 al 12%. Una verdadera proeza. Continuar leyendo