Los machos Alfa también pierden

Sigue el alzamiento contra el Macho Alfa. Tras los resultados del sábado arreciará la rebelión. Han tocado a degüello. Primero fue la carta pública firmada por 94 expertos en relaciones internacionales de tendencia republicana. Advertían que Donald Trump era un peligro para Estados Unidos y para el mundo. El extraño revoltijo de cabellos que coronaba su cabeza reflejaba el desordenado caos que existía dentro de su cráneo. Tenía pocas ideas, pero todas eran rematadamente malas y peligrosas.

Luego siguió la declaración pública de Mitt Romney. Fue directo y corrosivo. Le llamó tramposo y, con otras palabras, explicó que semejante sujeto no podía representar al partido de Abraham Lincoln, especialmente tras el entusiasta apoyo que recibiera del KKK.

La noche del jueves 3 de marzo se extendió la rebelión. Ocurrió en un debate organizado por la cadena Fox. Los senadores Marco Rubio y Ted Cruz armaron una eficaz operación de pinzas contra quien, hasta ahora, encabeza el pelotón de aspirantes republicanos a la Casa Blanca. John R. Kasich, gobernador de Ohio, se mantuvo al margen del combate. Desempeñaba el papel del estadista interesado en discutir los grandes temas y no las cuestiones personales. Continuar leyendo

El lider light, el caudillo malo y el profeta enardecido

El 1 de marzo será el Super martes. Doce estados norteamericanos realizarán sus primarias en una atmósfera de suspense que tiene mucho de pasión irracional. Será un “duelo al sol”, pero a tres pistolas, como se vio en el debate de la noche del jueves, ganado claramente por Marco Rubio en el O.K. Corral de CNN y Telemundo. Quien salga victorioso el Super martes poseerá una altísima probabilidad de ser el candidato de su partido.

En los años sesentas, Sergio Leone, director de cine italiano, llevó a la cumbre el spaghetti western con una trilogía de películas que, de paso, dieron a conocer a Clint Eastwood. Uno de aquellos filmes, el más famoso, se conoció comoEl bueno, el malo y el feo.

Marco Rubio es el bueno. Tiene una cara juvenil de muchacho bondadoso que lleva la abuela a la terapia los sábados por la mañana. Es un líder light. Alguien que es seguido por un tipo de adhesión en la que no entra la fe incondicional. Es gentil y risueño. Tiene en su haber una hermosa familia y una impresionante cadena de triunfos políticos, pero lo acusan de ser un peso ligero. Probablemente lo sea, aunque sospecho que ese rasgo no es un problema serio. Lamentablemente, la mayor parte de los políticos son pesos ligeros. También lo acusan de hablar español y ser bicultural (como a Mitt Romney le imputaban hablar francés, como si ese raro conocimiento en un país monolingüe fuera un oscuro delito).

Lo verdaderamente grave en Rubio es su falta de empatía con la tragedia de los indocumentados, y muy especialmente la de los jóvenes dreamers. Para alguien que ha convertido en un ritornello la idea del “sueño americano”, esa dureza, real o impostada, contra jóvenes traídos por sus padres a Estados Unidos cuando eran unos niños, personas que son cultural, emocional e intelectualmente norteamericanas, aunque no lo sean legalmente, es una penosa contradicción. Si realmente lo cree, tiene muy poco corazón. Si lo dice para contentar a la derecha republicana, tiene muy poca espina dorsal.

Donald Trump es el malo. Le encanta serlo. Es un bully y por eso mucha gente lo sigue. Los bullies arrastran a cierto tipo de ciudadanos. Mussolini o Hitler eran bullies. Trump no es un líder, sino un caudillo. A los caudillos se les obedece incondicionalmente porque Dios te libre de no hacerlo. Su gesticulación es la de una persona siempre colérica a punto de propinarte una bofetada o de ordenarles a los guardaespaldas que te den una paliza. Pone cara de malo, eleva el mentón, cierra los ojitos y saca el pecho porque le gusta intimidar. Su castigo comienza con los gestos. Se convirtió en una celebridad cesanteando ejecutivos en un programa de televisión llamado “El Aprendiz” (The Apprentice). Su inconfundible consigna de batalla era gritarle al concursante: ¡you’re fired!

Trump es un populista de derechas. Es autoritario, nacionalista, y proteccionista, como todos ellos. Hay mucho de racismo en su ideología. Algunos de sus partidarios difunden una vergonzosa consigna supremacista: “vote por Trump, no por los dos cubanos”. Los “cubanos” son Rubio y Cruz, dos estadounidenses hijos de cubanos. Por la misma regla racista se podría decir “no vote por el alemán Trump”, pero sería igualmente injusto. Trump desciende de alemanes, pero es tan gringo como el pie de manzana.

Para Trump, el esplendor norteamericano se consigue por medio de opacar el de los mexicanos, japoneses, chinos y surcoreanos. Si lo dejan, hará una enorme muralla en la frontera sur. Está decidido a que la paguen los mexicanos, incluso Vicente Fox, que se niega vehementemente. Quiere exportar a manos llenas, pero impedir las importaciones porque no cree en la libre elección de los consumidores. En su hipotético gobierno todo el que lo contradiga será castigado al grito de you’re fired! Si pudiera, los fusilaba al amanecer. Menos mal que no puede.

Ted Cruz es el feo. Es un hombre inteligente lleno de certezas. Esa combinación entre un IQ muy alto y unas convicciones muy firmes suele transformarse en una repelente inflexibilidad. Por eso es el feo. No conoce la duda ni le preocupa el ridículo. Puede hablar sin ton ni son durante dos días en el senado para tratar de boicotear inútilmente una legislación. Su personalidad se ha fosilizado en un sistema binario de blancos y negros. No caben los grises. Está seguro de que la Biblia es el libro que contiene todo lo bueno y noble que debe preservarse en el terreno espiritual. Y está seguro, también, de que la Constitución de 1787, con las enmiendas y el Bill of Rights, es la única fuente de las virtudes ciudadanas. Por eso puede ser durísimo con los pobres inmigrantes. Estos tipos han mentido. Es verdad que lo han hecho para sobrevivir, pero han mentido. Han pecado. Han violado las leyes. Viven escondidos. Las mujeres pro-choice y los matrimonios gays se quemarán para siempre en el infierno. Cruz no conoce la compasión, sino las reglas. Hay que castigarlos y extirparlos del país. No es un líder light, como Rubio, ni un caudillo, como Trump. Es un enardecido profeta, como Jeremías, que se inspira todos los días en el Libro de las lamentaciones.

¿Quién ganará el martes? ¿El líder light, el caudillo malo o el profeta enardecido? Según las encuestas, Donal Trump, el caudillo bully, malo como un forúnculo en la abertura del recto, encabeza el pelotón. Mala cosa. Como diría Ted Cruz: “Dios nos coja confesados”. Ya se sabe que no es el fin del combate electoral, pero es una batalla muy importante

¿Un “cubano” en la Casa Blanca?

Donald Trump, víctima de un acceso de furia, había decidido no acudir a un debate entre republicanos de la cadena Fox. Ante esa circunstancia, a Chris Matthews, notable periodista de la televisión norteamericana, se le escapó frente a la cámara un comentario racista: “¿quién quiere ver una discusión entre dos cubanos?”. Luego presentó excusas y pidió que lo perdonaran.

Se refería a los senadores Marco Rubio de Florida y Ted Cruz de Texas, dos de los candidatos favoritos, hijos de cubanos. Los padres de Rubio son unos laboriosos inmigrantes de origen humilde, mientras los de Cruz lo forman un matrimonio mixto. Él es un ingeniero cubano convertido en pastor evangélico y ella una estadounidense nacida en Delaware. Cruz ni siquiera habla español.

En efecto, como entonces se dijo mil veces, si hubieran sido dos judíos, dos afroamericanos o dos viejos anglos blancos, Matthews no se hubiese atrevido a decir una cosa así. Tampoco si se hubiera tratado de dos mujeres, dos homosexuales, o dos religiosos. El freno de la “corrección política” habría funcionado de manera automática e instantánea.

En todo caso, el periodista norteamericano mentía. Ni Rubio ni Cruz son cubanos. Son absolutamente norteamericanos. Llevan en su memoria social el equipamiento necesario para asumir de manera auténtica la identidad que el país les otorga a sus habitantes naturales: el conocimiento absoluto de la lengua, el relato histórico, los mitos y leyendas, los cantos infantiles, la literatura y la cultura popular. Todo.

Sólo que tienen algo más. Como buenos nativos del país, asumen “el discurso” de Estados Unidos desde cierta perspectiva e influencias extranjeras. Eso sucede siempre. ¿Cuánto de Irlanda había en la personalidad norteamericana de John F. Kennedy? Los abuelos de Trump nacieron en Alemania (el apellido originalmente era Drumpf) y, aunque no tendría sentido presentar al candidato como un germano-americano, ¿por qué creer que ningún elemento de su naturaleza y comportamiento procede de ese origen por vía del aprendizaje?

A mi juicio, el matiz cubano de los antecedentes familiares de Rubio y Cruz, al margen de la otra gran lengua y cultura del Nuevo Mundo, lo que nunca está de más, les agrega un elemento valioso desde el punto de vista moral y los hace portadores de personalidades complejas, como le sucede a cualquier persona que crece en un ámbito sacudido por una experiencia estremecedora.

Han escuchado en sus casas las trágicas historias de una sociedad devastada por el totalitarismo y el mal gobierno –sus familias han sido víctimas de este modo monstruoso de estabular a la sociedad–, y seguramente le conceden un valor especial a la libertad individual y al rule of law. Aprendieron que donde no se respetan las leyes y las instituciones todos están abocados a la catástrofe en algún momento de la vida.

Supongo que a Bernie Sanders, muy familiarizado con el Holocausto por su condición de judío, le sucede algo similar. Su padre perdió a unos cuantos familiares polacos durante la barbarie nazi. Los asesinaron. Esa oculta cicatriz en el corazón de Sanders seguramente no le sobra si le tocara gobernar.

Él sabe, en carne propia, o en la de sus parientes lejanos, el peligro de la gente dogmática dispuesta a imponer sus prejuicios a sangre y fuego. Ese triste bagaje, como el que se transmite en los hogares de origen cubano, es útil a la hora de ejercer el poder, especialmente hoy que en el Medio Oriente se alarga la sombra criminal del Estado Islámico.

Es curioso que el presidente Obama esté a la búsqueda de su legado. Lo tiene desde el momento mismo en que resultó elegido. No ha sido el mejor presidente, y no hay duda de que ha cometido numerosos errores en la conducción de la política exterior, pero, junto a un desempleo por debajo del 5%, le deja al país el hecho importantísimo de haber roto con la tradición de enviar siempre a la Casa Blanca a varones blancos de origen más o menos “anglo-sajón”. Él fue el primero.

Su elección encajó en la realidad norteamericana actual, mucho más variada y mestiza, en la que no ya no caben los viejos estereotipos. De ahí que en las elecciones generales del próximo noviembre, si la candidatura de Donald Trump es derrotada en el proceso de primarias del partido republicano –algo que muchas personas inteligentes desean ardientemente por el bien del país–, y si se mantiene la tendencia observada en las primarias de Iowa, es probable que se enfrenten un norteamericano de padres cubanos y una mujer o un judío.