Es innegable que en sus inicios la industria automotriz generó una gran expectativa de desarrollo en las áreas tecnológica y metalmecánica de nuestro país; sin embargo, esta tendencia se fue revirtiendo en función de las condiciones económicas internas y externas, derivando en una preocupante crisis en el sector.
A partir de enero de este año, se produjo una fuerte suba de los precios de los automotores, como consecuencia de diversos factores confluentes, tales como la última devaluación; el alza de los impuestos para un segmento de estos bienes; el aumento de las tasas de interés, que encareció el financiamiento; las trabas a las importaciones; y la incertidumbre producto de una inflación desmedida y de un tipo de cambio inestable.
Para 2014 los especialistas advierten una fuerte caída de las ventas internas y de las exportaciones a Brasil –país que concentra el 88% del total de las exportaciones-, lo que se traducirá desde luego en una disminución en la producción. Según la Asociación de Fábricas de Automotores (Adefa), las cifras de marzo de este año, comparadas con las del mismo mes del año anterior, confirman esta hipótesis: la producción se derrumbó un 26,2%; las exportaciones sufrieron una baja del 30,8%; y las ventas a concesionarios se redujeron un 35,5%.
Asimismo, el gran desplome de los patentamientos en el mes de marzo deja en evidencia que esto ocurre en todas las categorías de vehículos: automóviles, -37,5%; comerciales livianos, -23,8%; y comerciales pesados, -14,3%.
La grave situación que aqueja al sector automotor afecta a sus grandes proveedores, como empresas autopartistas y terminales; y, a su vez, a otros segmentos industriales vinculados, como la siderurgia, la producción de plástico, caucho y vidrio, la metalmecánica y algunos rubros textiles, entre otras actividades relacionadas a la fabricación de un vehículo.
No obstante ello, continúa vigente la dependencia de las autopartes importadas en la producción de automotores de nuestro país, lo que registró un saldo negativo de 8135 millones de dólares en el sector durante 2013. De este modo, de acuerdo a un informe del Centro de Investigación y Formación de la República Argentina (CIFRA), el complejo automotriz se ha constituido como uno de los rubros más deficitarios en el intercambio comercial de la economía argentina, junto al de medios de producción y al energético.
Por último, la contracción de esta importante actividad económica afecta fuertemente al eslabón más frágil de la cadena, que son los trabajadores. Esta situación produjo en lo que va del año un importante crecimiento en la cantidad de despidos y suspensiones de empleados pertenecientes al sector.
Sólo para mencionar algunos casos, en enero Peugeot Citroën suspendió a 300 obreros en Villa Bosch argumentando que el conflicto en Valeo, empresa de autopartes que se encontraba tomada, llevaría al desabastecimiento de piezas. En febrero, Fiat suspendió a 1500 empleados en Córdoba y Renault a 600, por supuestos retrasos en la entrega de autopartes desde el exterior. En marzo, Volkswagen suspendió por cuatro días a parte de sus 5500 operarios en Pacheco por presuntas tareas de mantenimiento y actualmente está evaluando la jubilación anticipada de 700 empleados para reducir personal. Esto se repitió en diferentes empresas terminales y proveedoras de la industria automotriz por conflictos sindicales y problemas financieros.
Por tal motivo, he decidido presentar en la Cámara de Diputados, con el acompañamiento de diversos bloques opositores, un pedido de informe al Poder Ejecutivo para que brinde información detallada sobre la crítica situación del sector automotor, particularmente en relación a la problemática laboral.
No podemos permitir que el mercado automotor y sus trabajadores sufran las consecuencias de políticas desacertadas, promovidas despreocupadamente por un gobierno que no ha sido capaz de aprovechar el gran potencial de esta importante área productiva y económica de nuestro país.