Cuando la vida social queda librada a las leyes del mercado como criterio privilegiado, el que puede pagar accede y el que no, queda excluido. Así de simple y brutal. Por eso, una sociedad o una familia son tan distintas a una empresa. En nuestra familia no echamos a nuestros hijos porque no producen, ni dejamos tirados a nuestros abuelos porque ya no son eficientes y competitivos. La sociedad y la familia, en definitiva, nuestra patria, son mucho más que la suma aritmética de sus miembros mirados desde un utilitarismo mercantilista.
Por eso, hoy asistimos con preocupación a la instalación, por parte del Gobierno de Mauricio Macri, de criterios de mercado allí donde debería haber valores y políticas que estimulen la inclusión y la sociabilidad.
Todos sabemos que los clubes de barrio, las sociedades de fomento, los centros culturales y los teatros, los centros de jubilados y otras organizaciones comunitarias son espacios claves donde construimos relaciones, valores, sentimientos, identidades y saberes que luego nos definen como sociedad. Hoy todo ese bagaje está en peligro. El brutal aumento de tarifa de los servicios públicos dispuesto por un grupo de CEO de grandes empresas que integra el Gobierno genera una sombra negra sobre la continuidad de las organizaciones sociales. Continuar leyendo