Si bien no existe una teoría general de las “crisis políticas”, se puede caracterizar de esta forma el momento actual de la Argentina tras la muerte del fiscal Nisman.
La crisis política es una instancia compleja dentro de un proceso político. Produce un cambio desordenado de los tiempos de ese proceso y una modificación en el juego de los actores políticos, que puede implicar entre otros cambios el ocaso de algunas figuras y/o el surgimiento de otras. También puede provocar cambios institucionales muy pronunciados, como por ejemplo la desaparición y reemplazo de un organismo entero del Estado como la Secretaría de Inteligencia, como ocurre en estos días.
La aceleración de los tiempos políticos constribuye a la inestabilidad institucional y al aumento de los niveles de incertidumbre que puede o no “contagiarse” a otros subsistemas como el económico o el social. También el camino contrario es posible, la crisis económica que se devora un sistema político, como tantas veces se vio a lo largo de la historia.
El concepto de crisis suele ser más habitual en el mundo económico, derivado de la idea que la economía responde a ciclos de largo, mediano, y corto plazo y que el pasaje de un ciclo a otro está marcado por una crisis. Las crisis económicas más usuales suelen darse por exceso de oferta, la baja de la rentabilidad empresaria y deterioro de la actividad económica. La percepción habitual de estas las situaciones es que terminan en un estallido, la quiebra de una parte de la economía, gran aumento del desempleo, fuerte baja de los salarios y recuperación de la rentabilidad empresaria. Cada vez más los gobiernos intervienen para regular y amortiguar estas situaciones.
A diferencias de las económicas, las crisis políticas no tienen un ciclo teórico que pueda guiarnos. Pero tienen pérdidas y recomposiciones, que no son mensurables en forma directa. Lo que se pierde o se gana es capital político, que suele vincularse con los sistemas de representación y legitimidad. En las crisis, este capital tan volátil puede quedar momentáneamente en el aire, o puede cambiar de manos rápidamente creciendo la desconfianza y desaprobación hacia una parte o todo el sistema político. También es cierto que si la crisis se maneja con inteligencia, el capital político puede volver al lugar de partida.
En términos general, las crisis políticas suelen tener un elemento que funciona como “acontecimiento fundante” (que puede ser desencadenante). A veces este elemento puede ser evidente o pasar inadvertido, ser significativo o puramente simbólico. Por ejemplo, en octubre de 2001 la Alianza pierde las elecciones legislativas y en diciembre la mayoría peronista elije a Eduardo Camaño como presidente de la Cámara de Diputados, que se interponía en la línea de acefalía. Ese elemento es clave y De La Rúa abandona el gobierno quince días después. Claro que se da en un contexto mayor por la recesión imperante, la renuncia del vicepresidente Chacho Alvarez, las dificultades propias del presidente, etc.
Las características de la muerte del Fiscal Nisman se ha transformado en un enunciado metafísico, es decir cualquier cosa que se diga sobre su trágico desenlace no va a ser ni verdadero, ni falso, por lo que se debe identificar las dimensiones de la crisis que provoca por sus consecuencias. Las acciones inmediatas del Gobierno nacional luego de la muerte mostraron un fuerte desacople entre sus actores principales, ministros y funcionarios, sus discursos y sus acciones. El resultado de este desacople es que la Presidente pone en juego su propio capital político y sus oponentes se colocan inmediatamente en marcha para capturar y reconfigurar ese capital.
El tiempo de esa lucha para capturar el capital político se adelanta muchos meses al que el sistema democrático había destinado para tal fin: las elecciones. El epicentro de la lucha puntual es sobre la credibilidad de Cristina Kirchner. Parece que quebrar ese núcleo es vital para excluirla de poder real. Sin embargo, la disputa se enmarca en un manifiesto descontento de sectores opuestos a las formas y contenidos del gobierno kirchnerista. Estos sectores buscaron en los últimos años marcar presencia en las calles (territorio peronista) con amplias pero decrecientes manifestaciones, sin lograr claras referencias políticas que parece que ahora sí han encontrado.