Por qué Israel tiene el deber de responder a Palestina

Como en todo conflicto del Medio Oriente, ya sea éste árabe-israelí, israelí-palestino o intra-árabe, el mayor error desde la observación, cultura y valores occidentales es extrapolar las propias visiones al entendimiento de esquemas políticos y de sentimientos que, en esa región y por diferentes razones históricas, son bastante diferentes. El típico planteo periodístico de los medios en América o en Europa, que muestran que de repente palestinos no identificados secuestraron y mataron a tres jóvenes israelíes de Hebron, que luego Israel inició la correspondiente represión y que seguidamente los palestinos desde su territorio en Gaza comenzaron a lanzar misiles hacia Israel, produciéndose luego la réplica de sus fuerzas de defensa en forma “desproporcionada”, es no solo absurda sino políticamente infantil. El analista, o quien quiera entender de verdad la situación, lo mejor que puede hacer es ir directo a las motivaciones de las partes que confrontan y a cómo cada uno lee al otro.

La Franja de Gaza es un territorio de 365 kilómetros cuadrados (casi el doble de la Capital Federal) y funciona allí parte del Estado de Palestina -reconocido por casi todo el mundo incluída la Argentina. Desde 2007 es gobernado por el partido político y ejército miliciano de alta calidad e inteligencia, Hamas, que es de ideología fundamentalista islámica. Hace tres meses, después de años de distanciamiento por enfrentamiento con la dirigencia histórica tradicional palestina de Al Fatah y la OLP, se juntaron todos los partidos y armaron gobierno común con sede en Ramallah. Entonces, si desde Gaza se lanzan en cuatro días la suma de 900 misiles sobre Israel de alcance de 5, 20, 50 y 100 kilómetros para pegarle a las ciudades de Israel y directamente sobre zonas civiles, sin ningún criterio ni justificación y solo para dañar y comenzar una guerra más (las anteriores similares fueron 2006, 2008-2009 y 2012), quien está atacando es Palestina como país, y no meramente una banda descontrolada de delirantes islamistas. La no condena de Ramallah a esta agresión prueba que es oficial e interesado el ataque, aún cuando la misma Israel oficialmente no desee escalar la réplica verbal planteando las cosas en su real dimensión política.

En el ataque de Gaza a Israel de fines de 2008 y principios de 2009 con misiles y terrorismo, Israel respondió de oficio en la Franja con su infantería y blindados reduciendo la capacidad operativa de la Palestina conducida por Hamas, siempre sabiendo que luego vendría otro round de combates años después. En forma muy profesional y luego de su nueva derrota, los palestinos armaron un caso importante de derecho internacional público ante la ONU con acusación a Israel de crímenes de guerra. La ONU designó al juez sudafricano Goldstone para investigar los hechos delictivos reportados y se procedió con la acusación dándose vista a Israel para responder.

La contestación fue contundente y desenmascaró cada uno de los casos fabricados, que incluían robo de propiedad palestina, matanza a civiles, torturas y violaciones. Ante la evidencia de los hechos y de las mentiras, la mega causa contra Israel cayó y no fue a La Haya, mientras que Goldstone se arrepintió del mismo expediente que armó, diciendo “si hubiese sabido la verdad no escribía todo esto”, un escándalo y una humillación para el derecho internacional y para la ONU.

En esta campaña en Gaza, es de esperar que se fabriquen otra vez causas contra Israel por el ejercicio de su legítima defensa a fin de paralizar los ataques del enemigo, pero mientras tanto se puede ya ver por dónde se apunta en la difamación periodística y de redes sociales, a mostrar como nunca que Israel se dedica a matar civiles por placer, incluídos niños contra los cuales tiene especiales deseos de hacer sufrir antes de matarlos. Es probable que la propaganda en este sentido, mal contestada por Israel porque directamente Jerusalén no puede creer que se le imputen estos hechos, prospere en un mundo de redes donde se diseñan montajes con facilidad. Sin embargo, después de la guerra volverá a saberse la verdad sobre los procedimientos israelíes:

1) Las Fuerzas de Defensa de Israel no atacan civiles jamás, porque considera que no tiene sentido alguno ni militar ni político hacerlo, y porque se trata de un ejército que defiende los derechos humanos a rajatabla donde ninguno de sus oficiales y soldados (toda la población cumple con el servicio militar) obedecería jamás órdenes criminales bajadas desde la política.

2) Israel cuando ataca cualquier zona donde civiles son puestos intencionadamente por las fuerzas terroristas palestinas a su lado, avisa de antemano por panfletos y SMSs que está a punto de proceder, aún debilitándose operacionalmente con este aviso general.

3) El mundo árabe empezó a transitar en febrero de 2011 por un proceso político que Occidente llamó “primavera árabe”. A esta altura, está claro que en Londres, París y Washington se equivocaron con la lectura de lo que sucedió, pues en verdad lo que hubo fue una insurrección islamista de naturaleza por cierto opuesta a la libertad y la democracia y con objetivos de derrocar a Mubarak, Khadafi, Saleh y Bashar al Assad; este último venció en su guerra civil a altísimo costo humano. De esta guerra interna siria, específicamente, surgió la idea de difundir masivamente imágenes de niños heridos, muertos o mostrarlos en sus funerales. Muchos de estos testimonios son reales, pero una enorme proporción son fabricados, como sucedió en agosto de 2013 en Damasco, cuando se imputó a al-Assad falsamente el uso de armas químicas. Pues bien, prestar mucha atención, en esta guerra entre Israel y la Palestina de la Franja de Gaza, los combatientes de Hamas -que tienen perfectamente estudiada a la opinión pública occidental para “conmoverla”- lo que hicieron inclusive antes de las hostilidades es bajar a los medios en su mayoría las mismas fotografías, o modificadas, de la masacre siria para imputarlas a Israel.

Esto se irá clarificando con las semanas y la mentira caerá, pero debe llamarse la atención acerca de un doble standard inadmisible. 250.000 personas murieron en la “primavera” en tres años, con árabes que se mataron entre sí, guerras atroces donde la condena mundial es mínima o nula, porque sin duda el principio que rige en los hechos en política internacional es que “árabe mata árabe es legal, no está prohibido y no viola derechos humanos”. En sentido contrario, la autodefensa legítima de Israel por los misiles que le envían desde Palestina genera condena automática sin que casi nadie se tome el trabajo de conocer qué y por qué pasa lo que pasa. Así, solo un israelí cuando mata a un árabe viola derechos humanos, no se violan si árabe mata a Israelí ni si árabes se liquidan masivamente entre sí.

La pretensión de que Israel no responda al terrorismo, exigida inclusive por gente que no se considera antijudía, es un deseo que no puede lamentablemente complacerse por tres motivos. Primero que nada, la cultura árabe. Cualquier ataque que un no árabe reciba de parte de fuerzas árabes, que no sea respondido, es considerado signo de fuerte debilidad y de falta de dignidad de la víctima por parte del agresor, lo que lo habilita a proseguir con la guerra y con el terrorismo bajo la sensación y seguridad de que hay impunidad. Segundo, ver los mapas. Israel es un país de solo 22.000 kilómetros cuadrados limítrofe con Palestina por Gaza y por Cisjordania, con Jordania, Siria, Líbano y Egipto. Es país rodeado y que, a la primera falla militar propia, corre peligro de desaparecer. Tercero, los judíos no aparecieron de la nada en el siglo XX, cargan con 37 siglos de historia nacional y tienen asumida en su cultura política que cada vez que no responde o que se responde débilmente, son asesinados y exterminados. Por eso esta moderna Israel tiene, pese a ser país pequeño y sin recursos, uno de los ejércitos más poderosos y efectivos del mundo, que además de fuerte tiene por disposición de su poder político la voluntad de combatir siempre y de ganar, porque si pierde desaparece del mapa y coloca a los judíos del mundo en posición fácil de nuevo Holocausto.