Nada está terminado para el kirchnerismo. La lógica de creer que el gobierno es capaz de procesar un “no” por respuesta a sus intenciones; de entender un “no se puede” como recordatorio de que sus pretensiones tienen límites, no entra en la dinámica de su cosmovisión. El kirchnerismo -el gobierno- no va a aceptar que la Corte le diga que “no” a lo que quiere; y si el argumento judicial para decir que “no” es la Constitución, pues habrá que emprenderla, entonces, contra la Constitución. Éste es el próximo paso.
Si uno se fija bien en la historia de los últimos 10 años la mecánica uniforme del gobierno ha sido guiada por la lógica de la espiralización: frente a un obstáculo en el objetivo perseguido, la respuesta fue arremeterla contra el obstáculo, a cómo de lugar, de cualquier manera.