En un deterioro veloz

Es difícil que el reinicio de este contacto cotidiano no tenga una visión retrospectiva e intente recordar la situación de la Argentina cuando empezamos el receso. Con la vista puesta en aquellos días de infierno, con miles de argentinos sin luz ni agua, con cortes en rutas, calles y avenidas para tratar de llamar la atención de algún funcionario que se dignara a prestarles atención, se hace difícil pensar en un deterioro. Parecería que aquellos días resumían lo peor de una administración pésima de los recursos del Estado y del resquebarajamiento de una mentira diseminada a repetición.

Pero no. Hoy, además de que nada de aquello ha mejorado, hay otros muchos parámetros que han empeorado velozmente. La tasa de inflación y de devaluación se han disparado. Las reservas del BCRA no dejan de caer, la presidente sigue ausente y el jefe de Gabinete da, definitivamente, pena.

Jorge Capitanich deberá pensar bien lo que hace de ahora en más. Está en un momento en que mucha gente siente lástima por él y otra que prefiere reírse de lo que no puede interpretarse de otro modo sino como comicidades cotidianas. Pero está cada vez más cerca de despertar broncas irascibles. El humor de gente tiene cada vez menos espacio para la cargada y el gobernador del Chaco -en uso de licencia- está tirando cada vez más peligrosamente de esa cuerda.

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