Ahora, vivir sin odio

Resulta difícil entender a la Presidente. Salvo que estemos frente a un caso médico, la única explicación posible a algunas de sus intervenciones es el ejercicio de un cinismo sin límites.

Concentrémonos solo en tres frases. Por la primera de ellas la señora de Kirchner llamó “a no vivir con odio”. Obviamente resulta plausible que la Presidente entregue semejante invitación. No hay dudas de que el aura con la que debe haber vuelto del Vaticano ha operado verdaderos milagros en su persona.

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