Hoy todos estamos hablando de la interna del PRO en la Ciudad de Buenos Aires y es que tan acostumbrados estamos a los verticalismos personalistas que un poco de republicanismo nos suena incluso cacofónico. Pero lo cierto es que esta interna, que hoy es una excepción, debería ser justamente la regla, lo habitual. Es una interna pareja, una que tiene sentido y pone a dos contrincantes del mismo peso frente al electorado. Y lo mejor de todo: tiene un final incierto.
Históricamente en la Argentina, al menos recientemente, los partidos han dirimido sus candidatos con mecanismos poco transparentes y en donde contaban más los movimientos de los operadores que la decisión de la gente. Hoy, en una Argentina que se encuentra a punto de perder todo su republicanismo, nos viene bien un gesto que ponga de manifiesto que algo nuevo está comenzando. Mauricio Macri ya tiene algo de que enorgullecerse: en el país en el que por tradición se han ignorado los valores republicanos, él ha logrado que el partido que lidera sea un ejemplo de actitud democrática. Continuar leyendo