Los homenajes sentidos, los testimonios, las investigaciones e indagaciones académicas, los silencios, las intervenciones artísticas y los sitios de la memoria son todas formas válidas, genuinas y necesarias de ejercitar la memoria y poner de manifiesto una conciencia colectiva que nos permite pensarnos como sociedad.¿Memoria? No hay que descuidar el verbo. “Hacer” memoria es un acto instantáneo que consiste en producir un sentido de aquello que ha sucedido pero deja siempre sus repiques en un presente continuo. Se trata de actividades simbólicas, de representaciones, de un comentario al pasar.
Pero lo importante del ejercicio de la memoria es la posibilidad de involucrarnos con un acontecimiento que nos interpela, nos cuestiona, a la vez que nos invita a ir mejorando nuestra capacidad de acción. Aquello que ha sucedido ahora puede ser resignificado. Cada suceso deja su marca y también una base sólida sobre la que se puede construir un devenir.
La memoria no es simplemente el ejercicio de recordar o evocar. Es la valentía de formularnos nuevas preguntas que habiliten “volver a pensar”. Repetir no es hacer siempre lo mismo sino ejecutar una misma acción con la intención de mejorarla y en cada pasaje descubrir todas aquellas cosas que todavía hay por hacer. Construir es hacer memoria, seguir adelante reconociendo el pasado para transformar el presente. ¿Qué es una ley, un reglamento, una norma o la misma Declaración Universal de los Derechos Humanos sino una forma de hacer memoria y que lo que en una época sucedió no vuelva a pasar nunca más?
El golpe militar del 24 de marzo de 1976 instauró el terrorismo de Estado e inhabilitó todos los derechos y garantías que hacen a la esencia de la vida democrática. Se puso en práctica un plan sistemático de detenciones ilegales, torturas, asesinatos y robo de bebés nacidos en cautiverio que cambiaron el curso de nuestra historia para siempre. Aquella nefasta experiencia por la que atravesamos todos los argentinos es la que nos reclama comprometernos día a día con una sociedad basada en sólidas convicciones democráticas, con apego a la ley, que destierre la impunidad, que permita e incentive el debate de ideas y el respeto a lo diferente.
Debemos para ello honrar el ejercicio de la memoria y también recordar el dolor vivido. Un dolor que lejos de replegarnos pasivamente nos hace un llamado a la acción, a ejercer activamente la democracia; plataforma en la que los ciudadanos pueden disponer de las más valiosas garantías: la vida, el respeto la igualdad de oportunidades y la libertad de ser.
Porque la memoria es acción y la acción, la posibilidad de transformar la realidad en la que vivimos. Como en el año 2002, cuando se instituyó a través de la ley 26.633 el 24 de marzo como Día Nacional de la Memoria por la Verdad y la Justicia. Para reafirmar el camino hacia una Argentina más justa y democrática, que no olvida, que construye el futuro pensando y repensando su pasado, que lucha por la libertad, por la identidad, por la dignidad, por la memoria, la verdad y la justicia. Para continuar con una Argentina que sabe lo que no quiere nunca más.