Estar en Caracas es acercarse al infierno del Dante por la puerta de los peores pecadores que, por cierto, no son sus habitantes, que padecen y mucho, sino sus dirigentes, pertenecientes a los últimos círculos que describe en su primer cantata el poeta florentino. Venezuela, un país que prometía convertirse en el Qatar de Sudamérica, hoy se acerca cada vez mas a Haití. ¿Culpables de hacer sufrir a la población miedo e incertidumbres? Toda la clase política venezolana y, en particular, el chavismo, que tiene el rol protagónico en esta tragedia.
Luego de doce años de gobierno, logró dividir, partir a la sociedad en dos: los fanáticos ideologizados por la mística chavista ( llamados “los colectivos”) y los que sufren un régimen autoritario, sordo e incompetente que los oprime y los persigue, llamados por mí “las verdaderas víctimas” . Pero claro, cuando se somete a mucha gente a sufrimientos inexplicables, aparecen los que gritan, los portavoces, la voz de aquellos que reclaman justicia y equidad. En general son los jóvenes, en particular estudiantes (no vale aquí que cite ejemplos por demás conocidos por todo el mundo ). Hablé casi dos horas con una de ellas, de las líderes del movimiento de barricadas (guarimbas, las llaman por allí ) que cada día, bloquea medio Caracas y medio país.
Gaby Arellano afirma que están en la calle protestando y aguantando gases, golpes y tiros ( 39 muertos hasta hoy) y arrestos, claro, simplemente para “despertar” a la clase política de la oposición venezolana para que actúe y reclame justicia para Venezuela, que hoy no la tiene. Un estudiante de historia de la Universidad de los Andes, cuando le pregunto si tiene miedo, me contesta: “Claro que sí, pero que hoy en Venezuela se tienen las mismas chances de ser lastimado en una barricada que muerto en la calle por la violencia criminal, por la inseguridad”. En Venezuela en el año 2013 hubo 24.000 muertos por la inseguridad. La población total no supera los 30 millones.
Continúa contando que la oposición política que hoy se siente a conversar con el presidente Nicolás Maduro, porque solo pueden hacer eso, conversar, y lograr muy poco en cuanto a hechos, no representan a quienes protestan, por eso es que tampoco ellos pueden prometer el cese de las barricadas, ya que los estudiantes que la protagonizan no les responden. Por ende en la mesa de dialogo se sientan a “charlar” Maduro y los suyos, Capriles y otros opositores reunidos en la MUD (mesa con solo dos patas más parecida a una silla, en verdad, de la unidad democrática ) y la Iglesia Católica, el Vaticano a través del Nuncio en Caracas (solo Dios sabe que hace allí) y la “inefable” UNASUR inventada tiempo atrás por Chavez y compuesta por los clientes del petróleo venezolano. Todos ellos despegados de la gente de a pie, viviendo una fantasía que solo lograra perder mas tiempo.
En esa mesa no están, y aquí esta el problema: los estudiantes, Leopoldo Lopez, líder opositor y preso incomunicado, Vicente Scarano, intendente de San Diego preso por las dudas, el jefe de policía de San Diego, Salvatore Luchesse, y tantos otros presos del régimen. Tampoco Corina Machado, diputada, echada a empujones de la Asamblea Nacional para la que fue elegida por el voto popular, por traición a la Patria, por atreverse a hablar mal del régimen ante la OEA. La violación de los derechos humanos en Cuba, perdón por el lapsus, en Venezuela, es cosa de todos los días y todo el tiempo. Muertes por tiros en la cabeza disparados por francotiradores (el gobierno tiene todas las llaves de las terrazas de Caracas por “cuestiones de seguridad” ), golpes y otras lesiones causados por las bombas de gases lacrimógenos (¿fabricadas en Brasil?) , cárcel por las dudas, expropiaciones de propiedades, empresas, e industrias pagadas a precio vil, la obligación de hacer colas para comprar lo más elemental durante horas y, por último, el fanatismo de una gran parte de la población por el chavismo, que también es violencia, ya que para ellos todos los demás son sucios fascistas a servicio del Imperio.
Caminé por las calles de Caracas, y por sus plazas, hice una cola de hora y media para comprar papel higiénico, aceite y azúcar, junto a doña Rosalia, en la cuadra de un lúgubre supermercado, a cuya puerta había un “miliciano” cuidando la poca mercadería que había dentro en la Avenida Francisco de Miranda en pleno centro de la ciudad. A poco me encontré en un bar de las cercanías con un amigo para tomar un cafe, Giuseppe Celeste, dueño de una empresa de gas domiciliario llamada Tauro, en Caracas, empresa familiar creada por su padre, que me contó mientras lloraba como un niño que seria expropiada en poco tiempo, ya le llegó el aviso, y que según cálculos optimistas del gobierno le pagarían en cuotas unos 400 mil dólares por ella, cuando en verdad vale 10 millones de dólares. ¡Exprópiese!
Después del amargo café con Giuseppe, fui a la plaza de Altamira y me puse a leer el epígrafe con la historia de cada uno de las fotografías de los 39 muertos (hasta ese momento y desde el 10 de febrero) en las barricadas. Fotografías puestas en el piso al pie de un monumento al Sr. Koch, uno de los próceres de la Patria. Luego estuve en la plaza Simon Bolívar escuchando a un señor que arengaba a unas veinte personas que lo escuchaban debajo de un gazebo en plena tarde, a continuar con la Revolución Bolivariana, en un español extraño. Al preguntar quién era, el sorprendido espectador me contestó: ” Hombre, ¿no lo conoce? Es el embajador de Irán en Venezuela. Me fui espantado, antes que la inteligencia venezolana, en manos de asesores cubanos, se diera cuenta de mi presencia.
A pocos metros está la casa natal de Simon Bolivar, padre de la Patria que, si despertara, seguramente no daría crédito a tanta propaganda política generada por gente extraña, en lugar de hechos para la gente. Ah, y además estuve en el Parlamento, llamado Asamblea Nacional. Trabaja cuando la convoca el presidente Maduro y esos días, habitualmente los martes, los diputados opositores, solo ellos, deben entrar sin armas. Un cartel allí reza “espacio libre de armas de fuego”. Hablé con políticos del oficialismo y de la oposición, y escuché discursos irreconciliables, unos por negadores de la realidad (por ejemplo de la inflación anual del 60%) y otros con algunas ganas que este gobierno termine cuanto antes. Ambos opuestos a la realidad posible.
Por la noche, intenté comer algo en un muy lindo restaurante de pescados y mariscos cercano a la embajada de Italia, en la zona residencial del Chacao. Afortunadamente pude pagar en euros, a un cambio diez veces superior al oficial. Para tener una idea de lo que digo, el dólar oficial se cotiza a 6.40 y en el mercado negro a 64 bolívares. Mientras comía a solas repasando lo vivido en esos días, escuchaba los estruendos de las bombas de estruendo de las barricadas y veía las columnas de humo de los neumáticos quemados, mas allá del ruido de la represión. ¿Este es el gobierno que creo el ministerio de la suprema felicidad?