La droga está instalada entre nosotros. Está en la escuela, en el club, en las plazas, en los boliches, recitales, en la cancha, en las cárceles, en el trabajo, hasta en las esquinas de nuestros hogares. Sin embargo, el Gobierno Nacional continúa mirando para otro lado frente a uno de los mayores flagelos que se hayan registrado en la historia de la humanidad.
La droga no discrimina; afecta la salud, la seguridad y el bienestar público. Irrumpe horizontal y verticalmente en toda la sociedad, desde las grandes ciudades hasta en los pueblos más pequeños; en las familias con muchos recursos y en las más humildes.
Hace un año, el ahora Papa Francisco calificaba a los narcotraficantes como “mercaderes de la muerte” y alentaba a los jóvenes argentinos a “seguir adelante, a marcar huella en la vida”.